FESTIVAL DES CINÉMAS DIFFÉRENTS 2020: CORTOS DE LORI FELKER, JUHA VAN INGEN, JUANA ROBLES Y MOIRA TIERNEY

FESTIVAL DES CINÉMAS DIFFÉRENTS 2020: CORTOS DE LORI FELKER, JUHA VAN INGEN, JUANA ROBLES Y MOIRA TIERNEY

Por Mónica Delgado

Hace algunos días se realizó una nueva edición del Festival des Cinémas Différents de París con una pareja y notable selección de trabajos, sobre todo estrenos, algunos de ellos como evidencia de la sensibilidad pasada por el filtro de los tiempos de pandemia. En esta edición hay obras diversas y heterogéneas, sobre todo aquellas que profundizan y exploran estéticas documentales antes que indagaciones sobre la materia misma del film o del digital. Es lo que percibí en el mapeo de algunos trabajos, de los cuales he elegido cuatro, algunos por razones de nostalgia o residuo sentimental.

En I Can’t, de la artista y cineasta estadounidense Lori Felker, estamos ante una despedida en tono de elegía. Felker se despide de Robert Todd, el cineasta fallecido en 2018, con el cual compartió  una amistad y la producción de al menos un par de trabajos, entre ellos ?Imperceptihole (2011), un estupendo diario de correspondencias entre ambos cineastas, que se extendió como idea en varios cortos posteriores. En Imperceptihole, Felker y Todd posan una mirada particular sobre la realidad que auscultan y rescatan, desde aquello denominado como residual en los modos en que se suele preservar la memoria. Aquí hay detenimiento en los resquicios de lo cotidiano, en detalles que podrían pasar desapercibidos para un ojo poco atento en un día de paseo por un bosque de nieve, por ejemplo. Este rescate de lo visual desde un blanco y negro de mucho contraste, es somatizado por una banda sonora que actúa como una capa distinta, que complementa la experiencia de la exploración. Algo de esto hay en I Can’t, que registra escenas de un día de paseo familiar, con tomas de una niña pequeña en columpio o jugando con su madre y padre, mientras un texto aparece para contrarrestar toda la posibilidad de tranquila normalidad, puesto que el registro parece darse apenas la noticia de la pérdida.

Hay un sentimiento de furia en estos textos que reniegan de la imposibilidad de contener la vida en el metraje del film, en este caso desde lo que puede evocar una tira de 16 mm. Si bien I Can’t se trata de un pedido a algunos cineastas cercanos a Todd, a modo de homenaje, despide un sentimiento de frustración producto de un estado de luto. Como indica la sinopsis- quizás una en la que, al fin, hay coherencia con lo que vemos, sin aspavientos ni grandilocuencias-, el corto se trata de “Un rollo de película como conducto fallido para el dolor”. Ya que precisamente las imágenes por sí mismas parecen hablar de una acción cotidiana que solo busca transmitir un tipo de relación viva con el mundo a pesar de lo inminente, mientras el texto con su serie de “no puedo”, va enfatizando la resistencia a dejarse llevar por la recomposición ante el dolor. Con I Can’t, Felker propone una pulsión anti tanática, en su dialéctica, ya que con enojo conjura un deseo vital y enérgico, de todas formas.

El corto 2020 (Finlandia, 2020), del artista Juha van Ingen, recupera la atmósfera de los inicios de la pandemia, a través de un plano secuencia que convierte un aeropuerto en la infraestructura del terror. Usando un mantra budista (el Buddham, Sararam, Gacchamin de Hariharan), la cámara registra algunos pasajes de un aeropuerto, el no-lugar por excelencia, como espacio de tránsito usual, aquí percibido en toda su materialidad, como una arquitectura para nadie.

Juha van Ingen usa una cámara de smartphone con una resolución muy baja (320 × 240), que logra una textura de video comprimido que propicia la idea de estar en un espacio demasiado húmedo, oscuro y atosigante. Le da una identidad en relación al contexto social de paranoia y confinamiento, donde este no-lugar, aparece viciado y solitario. Al estar libre de personas, el ambiente que crea Van Ingen es desolador y pesimista, donde solo queda espacio para el canto de meditación.

Lo más destacable de 2020 es el modo en que esta hecho: con simpleza y con recursos muy mínimos, hasta el punto que la canción budista es de libre uso. Juha van Ingen elabora un corto muy en forma con la sensibilidad actual producto de la Covid-19, donde es mejor pasar y ser solo un testigo distante.

En esta edición del festival dio un reconocimiento ex aequo, junto al corto Avant l’effondrement du Mont Blanc del gran Jacques Perconte, a y un gato de porcelana (España/Irlanda, 2020) de la artista visual española Juana Robles. Se trata de una serie de planos fijos, a modo de recolección fotográfica, de las ruinas de los pueblos de Belchite, en Zaragoza, y Corbera de Ebro, en Tarragona, arrasados por bombardeos de la guerra civil española, y hoy lugares fantasma.

Mientras tanto, en Riba (Rusia/USA, 2020), la cineasta dublinesa, radicada en Nueva York, Moira Tierney rinde homenaje al cineasta ruso Yevgeny Yufit, quien acuñó el término “necrorrealismo”, una intención de hacer un cine donde la pulsión de muerte invade la puesta en escena e historias que se retrata. En este corto, Tierney registra una visita a la casa de Yufit, en el invierno a orillas del lago Seliguer, en la provincia de Tver, en tiempos anteriores a la muerte del cineasta en 2016.

El film está filmado en un espléndido 16 mm (bajo el lente de una cámara rusa Krasnogorsk K3), y está compuesto por acciones cotidianas, sobre todo de Yufit cocinando y sirviendo un pescado, en un ambiente cálido de hogar. A diferencia del corto de Lori Felker en honor a Robert Todd, este retrato de Tierney sobre este cineasta ruso tiene un ansia contemplativa, donde trata de transmitir esta delicada inmersión en la cabaña familiar. No es un reclamo contra la muerte, sino la evidencia de una admiración. Y más allá de que se trate de un retrato, lo que Tierney extrae es una comunión con el lugar, en una armonía sublimada de vida natural, invierno y personas en tranquila convivencia.