Por Pablo Gamba
El estreno de S4d3, de Raúl Perrone, se destaca en la sección de largos y mediometrajes del Festival Ecrã de cine experimental de Río de Janeiro. Lo acompaña allí el también mediometraje Icemeltland Park, de Liliana Colombo, que compitió por el Leopardo del Mañana en el Festival de Locarno el año pasado.
Llama la atención en S4d3 la participación de Gastón Pauls, uno de los más conocidos actores del cine argentino y de la televisión de ese país. Su papel más célebre es el de Juan en Nueve reinas (2000), de Fabián Bielinsky, donde hizo dupla con el emblemático Ricardo Darín. Parece algo insólito con referencia a la producción independiente y con métodos artesanales del cineasta que trabaja en Ituzaingó, localidad del Conurbano de Buenos Aires. En particular, sobresale en esta película de un formato no comercial y que es de las más experimentales de Perrone.
No queda claro qué personajes interpreta Pauls en S4d3. Tampoco la historia de lo que se describe escuetamente como “un fantasmagórico cuento sobre el Marqués de Sade” en el programa del festival y cuyos “diálogos” son frases en francés y alemán sin subtítulos, y grabaciones en reversa. Perrone regresa a las fuentes literarias de Cosimi (2018), largometraje inspirado en un cuento de Honoré de Balzac, pero sin incurrir en lo que ha dado fama al autor que esta vez cita, es decir, lo sádico. No solo lo evita sino que, si hay algo que parece quedar claro en S4d3, es la crítica de la crueldad, hecha además de una manera diferente a la de Pier Paolo Pasolini, cineasta que es faro para Perrone, en la controversial Saló, o los 120 días de Sodoma (1975).
Lo que se rescata del Marqués de Sade parece aquí el libertinaje como una puesta en duda de que la libertad pueda cometer excesos. En la tensión entre esto y el miedo podría verse el comentario de esta película sobre la actualidad del mundo, y lo que conecta a S4d3 con las fábulas y alegorías sociales de Perrone, como Favula (2014), Cínicos (2017) y Expiación (2018). También el estilo expresionista y el teatro. Sin embargo, el sentido es difuso en esta película atmosférica y fragmentaria. Si eso fue consecuencia de la unión de lo que alcanzó a rodarse de varias películas inacabadas –hipótesis que no puede descartarse–, la solución que Perrone encontró fue genial.
El libertinaje de S4d3 se expresa como exploración de la forma y, en particular, de la construcción del espacio. Puede ser contrastado por eso con las películas en las que recientemente el cineasta ha dirigido una mirada documentalista a sus personajes favoritos de siempre, los jóvenes y los viejos –Hasta la muer7 (2019), 4tro v3int3 (2020) y 4lgunxs pibxs (2020)–. En ellas, la dominante es la experiencia del tiempo de los que viven al margen de la sociedad y de la productividad que le da su tiempo.
Hay algo, entonces, más importante que los contrastes color-blanco y negro, entre la alta definición y el probable uso de la cámara estenopeica, entre recursos de producción poco o nunca antes vistos en el cine de Perrone y la artesanía precaria de siempre. Es el tiempo histórico hecho espacio en el pastiche de la puesta en escena. También las capas creadas en el plano por la filmación a través de superficies transparentes que distorsionan la imagen, las “sobreimpresiones” electrónicas y los “efectos visuales” en los que se ha vuelto experto el realizador. Sobre todo, se destaca en S4d3 la composición engañosa que puede crearse con la imagen digital. No solo es capaz de hacer coincidir diversos tiempos en el mismo espacio, con una aceleración fantasmal, sino también de desaparecer personajes que parecían presentes en escena.
Con todo, la imagen fílmica y su tradición histórica, como fuentes de este estilo visual, siguen siendo un sello distintivo de esta vertiente del cine de Perrone. El contraste con la tradición digital se percibe claramente si se compara S4d3 con el fluir del tiempo en la imagen que tiene como referencia el videoarte en Mudar de sueños (México, 2021), de M. Daniela Torres, otro mediometraje del Festival Ecrã.
El video digital y otras imágenes electrónicas son también la fuente de la película de apropiación que es Icemeltland Park. El cine vuelve a inmolarse en este caso en el altar de las causas nobles para buscar una pertinencia social como ONG. Parece una manera irónica de decirlo, acorde con la retórica el humor con la que la realizadora, que ha trabajado en los efectos visuales del primer Harry Potter (2010), Thor (2011), Capitán América: el primer vengador (2011) y cosas por el estilo, se propone llamar a la conciencia a un público acostumbrado a gozar con el desastre.
Andrew Darley advirtió tempranamente, en Cultura visual digital (2002), que el espectador de películas como esas va al cine en busca de una experiencia sensorial parecida a la de los parques de atracciones. La realizadora eligió este motivo para reunir en el mediometraje registros, hechos por aficionados, del espectacular desprendimiento de bloques de hielo en diversos glaciares en el mundo. Es algo que celebran con vítores y aplausos en off, como si quisieran darle ánimos a la naturaleza para que siga creando maravillas que grabar con los efectos del cambio climático.
Estas imágenes hacen visibles, en los bordes, las circunstancias de su registro y son invadidas por inesperadas consecuencias de lo que se cree distanciar tratándolo como espectáculo. Se alternan con mensajes a los visitantes y cortes comerciales de los patrocinadores del parque temático de ficción, otra ironía del “desarrollo” que causa los desastres naturales. Sin embargo, Colombo parece dudar de la eficacia de la sutileza, e incluye segmentos didácticos que se desvían de la cuestión glacial.
Finalmente, hay partes en las que, por la vía de mostrar las consecuencias, Icemeltland Park se convierte en una película espectacular más sobre la destrucción del mundo, lo que deshace su lúcido discurso irónico inicial. Llama a preguntarse, por otra parte, qué sería del mundo sin las catástrofes naturales y humanitarias que desplazan la política y los partidos por causas más nobles, cada una con su ONG.
S4d3
Dirección, producción, diseño de imagen y sonido: Raúl Perrone
Guion: Raúl Perrone, Damian Zeballos, Fernando Sdrigotti
Fotografía: Raúl Perrone, Emma Echevarría, Lara Seijas, Pablo Ucha Olmedo
Música: Andrés Villaveiran, Matías Parisi, Che Cumbe, Negro Dub y otros
Interpretación: Gastón Pauls, Paloma Contreras, Antonio Cavaso, Carlos Briolotti, Inés Urdinez
Argentina, 2021, 46 min.
Icemeltland Park
Concepto y edición: Liliana Colombo
Sonido: Philippe Ciompi
Reino Unido-Italia, 2020, 40 min.