FIC VALDIVIA 2020: UNA MIRADA A ALGUNOS CORTOS LATINOAMERICANOS

FIC VALDIVIA 2020: UNA MIRADA A ALGUNOS CORTOS LATINOAMERICANOS

Por Mónica Delgado

La sección de cortos en los festivales permiten medir el pulso de nuevos cineastas, pero también sobre qué se viene esbozando desde este formato en sus sensibilidades generacionales y abordajes, tanto desde las ficciones como desde los dispositivos documentales. La selección oficial de cortometraje latinoamericano del reciente Festival Internacional de Cine de Valdivia recogió algunas trabajos ya mostrados en Marsella o Vancouver, además de varios estrenos mundiales. En este texto analizo algunos.

Las fauces (Colombia, 2020) de Mauricio Maldonado, que obtuvo merecidamente el premio principal en esta sección competitiva, da cuerpo al sentido de comunidad. Más allá de la anécdota con la que parte, la de un joven que encuentra a un líder moribundo de una pandilla o mafia, este corto de Maldonado, que sigue la vía de sus anteriores trabajos En busca de aire (2015)  o La noche resplandece (2019), trata de inmersiones a códigos juveniles en la Colombia de hoy. Los acercamientos de Maldonado no son realistas, sino más bien que están descritos desde miradas, aquí masculinas, y sus subjetividades, desde deseos, sobre todo. Y en Las fauces describe los méritos que hace un joven por insertarse en el corazón de un grupo armado, formado por adolescentes como él.

Lo interesante de este corto son las formas que Maldonado elige para esta decodificación del entorno masculino (a diferencia de sus trabajos anteriores donde hay personajes femeninos que lideran las historias), amparado en los recovecos de una selva que sirve de espacio para la búsqueda y el encuentro. Podríamos ver en las evocaciones de este corto la imagen de un samaritano que redime al “salvador”, y que logra con esta resurrección, a ritmo de pop y luces psicodélicas, un lugar dentro de esta nueva hermandad. Desde la elipsis, el cineasta va describiendo esta relación  sublimada entre dos desconocidos de los bajos fondos (con algunos toques homoeróticos sugeridos, como en todo clan masculino, de jerarquías y admiraciones mutuas), y de los retos o decisiones que logran ingresarlo a la nueva “familia” de hombres. El viaje final en moto sella un pacto de filiación.

Heliconia (Colombia-Francia, 2020) fue otro film colombiano en esta sección, dirigido por Paula Rodríguez Polanco. Rodado en 8 mm, este trabajo explora las dimensiones de una selva también sublimada. La materialización de una arcadia aparece con la perspectiva de la protagonista, una adolescente que pasea en moto y pasa las horas junto a dos amigos en una región tranquila, en un pueblo donde nada parece alterar la normalidad, y donde el deseo sexual, a pesar de algunos indicios en el punto de vista, parece no ser lo más importante.

En una entrevista, la cineasta mencionó la inspiración en el clásico de la literatura latinoamericana La Vorágine de José Eustasio Rivera, en la medida que este corto resultaría una exploración idealizada de la Amazonía como espacio que aún mantiene un estado edénico, antes de la devastación o la tragedia (aquí ambiental). De esta manera, Heliconia puede percibirse como una ensoñación de un estado previo a la pérdida, como una fábula sobre la intangibilidad de algunos recuerdos o sobre la imposición de un territorio (el desierto) que termina engullendo todo.

En una clave muy distinta asomó Eroticam (Chile, 2020) de Paola Meza y María Díaz, que habla de la búsqueda del orgasmo desde el empoderamiento femenino. Una joven relata sus represiones en el ámbito sexual, y de cómo su educación y relaciones han estado marcadas por la poca conexión con su propio cuerpo y el placer. La mediación para este fin aparece en el internet, a partir de la amistad de la protagonista con una cam girl.

El argumento de Eroticam marca distancia con algunos preceptos feministas radicales y apuesta por establecer un vínculo empático, en una lógica de maestra-alumna, quizás abordada de un modo demasiado pueril. La estética que emplean Paola Meza y María Díaz sigue la lógica voyerista como mecánica del diálogo desde la misma webcam, que se vuelve la herramienta que traduce ambos mundos y sus claves: el de la camgirl que da las indicaciones o estrategias, y de la protagonista, que se deja ser percibida y liberada. El aprendizaje del propio cuerpo de la mano del internet.

Litre (Chile, 2020), tercer corto de Sebastián Salfate, es un cuento crítico sobre la indiferencia de algunas élites. Tiene un fin sancionador, de denuncia a una clase social discriminadora, pero el tono que emplea deja espacio para las contradicciones en la puesta en escena, ya que no sabemos si la metáfora que da nombre al corto es un mensaje contra el clasismo o la confirmación, a secas, de un apartheid. La película va mostrando en varias escenas el maltrato que sufre un niño que es hijo de la empleada doméstica venezolana de una casa de campo. En un paseo con los niños y adolescentes de la casa, el protagonista toca un litre, un árbol cuya corteza despide una sustancia que puede causar irritación. Conforme pasan las horas, una alergia va brotando en el cuerpo y rostro del niño. Esta reacción alérgica es mostrada por Sebastián Salfate como la marca física de esta discriminación, y que lo diferencia de los demás miembros de la familia. Así, el contacto casual con el litre se vuelve la excusa para que sea visto por los demás niños como un ser del cual hay que alejarse.

Si bien Salfate usa al litre como un componente que grafica esta distancia física y social entre clases o diferentes, parece que el personaje es expuesto a este castigo como si él fuera el que debe tener conciencia de su transformación de persona excluida, racializada o discriminada, y no los dueños de la casa. Así, el corto más que un drama, funciona como una sátira.

Para culminar este texto menciono a Perdurare (Chile, 2020), primer trabajo de Francisco Rojas, quizás el trabajo más “experimental” de la selección, y que es una reflexión sobre un tópico usual en este tipo de obras sobre la densidad existencial, que busca trascender la imposibilidad de hacer del tiempo una experiencia más asible. Desde un blanco y negro granulado, la metonimia, y desde el digital, el cineasta compone desde el fragmento este intento de establecer vías para la preservación de la memoria, a partir del registro y contemplación de algunas fotos, y sobre todo, de manos en ligeras acciones. En Perdurare, las manos se vuelve almas que recuperan y traducen el pasado.