FICUNAM 2020: CHACO DE DIEGO MONDACA

FICUNAM 2020: CHACO DE DIEGO MONDACA

Por Aldo Padilla

En el cine, la locura suele representarse por el canto de un ave que se repite una y otra vez. Una locura sonora, cual si fuera una alarma que no puede apagarse y que anticipa el desastre inminente, del cual ya no se puede despertar. En Chaco, un guajojó va repitiendo un sonido que repica en la mente de los soldados y que ya habíamos escuchado en Zama (2017). La guerra entre Paraguay y Bolivia se va retratando como un estado de insomnio continuo, una continua alerta, una búsqueda de objetivos imposibles que va desatando un estado de negación frente a la realidad como forma de escape o una especie de suicidio mental frente al horror.

El film boliviano Chaco visualiza la locura de los soldados desprovistos de cualquier asidero, enfrentados a un calor tan intenso y ajeno al frio de su altiplano, y a un territorio que, a pesar de tener una vegetación frondosa, se percibe como un desierto por la falta de agua y la sequedad absoluta del ambiente. Imágenes que ya se describían en la colección de cuentos Sangre de Mestizos de Augusto Céspedes y donde El Pozo es una de las referencias centrales del film, ya que tanto en el cuento, como en la película, un grupo de soldados se encuentra en un delirio progresivo y en un extravío físico y psicológico, en una búsqueda que, desde el principio, se ve como inerte, y donde la guerra como tal se transforma en una excusa. El enemigo no se hace presente, y se trata solo de un juego de supervivencia frente a la naturaleza y la locura conjunta del grupo.

La ambigüedad del personaje principal va girando entre lo siniestro, el llunkerio (traducido como zalamería) y cierta compasión hacia él, que se van mezclando como síntomas de los cambios que sufre el grupo de soldados indígenas, quienes van acompañados por la sempiterna bola de coca en la mejilla que van deformando sus rostros. Una forma de retratar el cansancio por las largas caminatas acompañadas por armas, cuyo peso puede percibirse en todo momento.

También puede notarse un elemento que siempre ha marcado el cine boliviano, que es la relación de clases y la tensión racial, donde los rangos superiores son de claro origen citadino y la eterna lucha de estratos se refleja en los indígenas, quienes son tratados como pongos o sirvientes. Se resalta la lucha del indígena por romper esa cadena presente desde el nacimiento mismo de Bolivia.

Uno de los elementos mejor trasladados desde los archivos históricos a la ficción, es la presencia del general alemán, inspirado libremente en el general Hans Kundt, quien lideró las tropas bolivianas durante una parte de la guerra y que plantea un elemento colonialista que aún se mantiene, reforzada por la idea de un militar europeo liderando una estrategia de guerra en un terreno que desconocía y que fue parte de las derrotas sufridas por Bolivia en aquella guerra.

La incorporación de ciertos elementos de la idiosincrasia boliviana dentro del film, va engrandeciendo su imaginario, ya que define una personalidad alejada del convencionalismo del genero de películas de guerra, que a menudo es tan poco flexible. La presencia de elementos cercanos al terror como una aproximación al llamado karikari, que va alimentándose de la poca fuerza restante de los soldados, los lenguajes quechua y aimara y su sonoridad, tienen un poder impresionante, lo que se ve interrumpido por la antinaturalidad del idioma español.

La balada de caballería es otro elemento que transmite el desasosiego a través de su cadencia, una melodía casi mortuoria que define a la guerra y su ritualidad ante la muerte, y que se transforma en la única banda sonora de la película, una melodía que se usaba tanto para despedir, como para recibir a los soldados. La tragedia de despedir a los vivos, y que tal vez no volverán, y la tragedia de recibir a los muertos o los fantasmas de estos.

La relevancia de Chaco dentro de la cinematografía nacional adquiere mucho más peso, al tomar  cuenta los pocos films contemporáneos que retratan esta guerra desde el lado boliviano, ya que la fallida Boquerón (2015) representa un retrato inerte y formulaico que apela a la epicidad y un patriotismo impostado, y que el film de Mondaca va evitando. Chaco está a la altura del gran listón que dejo en su momento el film paraguayo Hamaca Paraguaya (2006) de Paz Encina, como una forma de retratar una guerra cual si fuera un camino, que se recorre en círculos y que, a la vez, lleva hacia la nada.

Sección Atlas
Dirección y guion: Diego Mondaca
Productor: Álvaro Manzano, Camila Molina, Bárbara Francisco, Georgina Baisch
Cinematografía: Federico Lastra
Editor: Delfina Castagnino, Valeria Racioppi, César Díaz
Diseño de sonido: Nahuel Palenque
Reparto: Fabián Arenillas, Raymundo Ramos, Omar Calisaya
Bolivia, Argentina, 2020, 77’