Por Carlos Rgó
Hubo una presencia en la programación del Festival Internacional de Cine de la UNAM (Ficunam), que murmura un ruido aún indescifrable: Cristi Puiu. Escribo indescifrable porque en los 200 minutos de Malmkrog (con reciente estreno en Berlinale), se abordan temas como la moral, la nación, las paradojas humanas frente a la muerte, la guerra, la religión, el idioma, la cultura identitaria y discursos se entrecruzan con uno más omniabarcante: el lenguaje y el hecho de filmar las palabras, están retratados de manera densa por el diálogo constante entre personajes.
La película está basada en las obras del filósofo ruso Vladímir Soloviev (1853-1900), Los tres diálogos y El relato del Anticristo, ambos escritos a finales del XIX. En la misma época en que Sigmund Freud reconocía a los sueños como una fuente de conocimiento o Friedrich Nietzsche daba lugar a la sospecha como un espacio vital. Estamos frente a una película naciente de una obra filosófica, donde se exploran las relaciones entre la palabra y el audiovisual con ganas de darle potencia al pensamiento. Aunque sea una película de tono racional, el clima de tensión y las relaciones dialógicas entre los personajes involucran sensaciones que no están dispuestas a separarse del tono intelectual. Como espectadores estamos en un espacio para ejercitar la atención, la memoria y la paciencia. Descaradamente somos parte de los actores de la película: Ingrida, Madeleine, Edouard, Nikolai, Olga… Como si fueran caretas humanas que contienen discursos universales de pensamiento, listos para formalizar la inquietud por descifrar la memoria histórica en un enclave filosófico.
Las conversaciones son el motor de la película. Como si habitáramos un diálogo de Platón o examináramos la sentencia borgiana: todas las conversaciones se reducen a considerarse platónicas o aristotélicas. A cada espectador le corresponde debatir su propia introspección o sentir la pesadez del lenguaje caer en sus hombros. La filmación a manera de una organización teatral, con los personajes dentro de una casa de clase alta, confirma el clima intelectual que respiramos, no sin antes pasa examen a las relaciones entre la servidumbre que se pasea con los actores principales, y así encontrar la coyuntura discursiva de una clase alta, en situaciones que podrían pasar desapercibidas, como la tiranía del mayordomo István frente a los empleados. Las jerarquías de clase frente a las lógicas racionales del poder están presentes. Los recovecos de un capitalismo peligrosamente adaptable a cualquier espacio habitable también alcanza a la servidumbre.
Dividida por capítulos, cada uno obedece al nombre del personaje que primero habla en la escena. En el primero, estamos en un salón, donde se discute sobre la moral en la guerra y el perdón divino frente a la violencia bélica. Después estamos en un comedor, con un interludio con el mayordomo, previo a una charla sobre las mejores formas de pecar y las consideraciones de cortesía. En la tercera parte, los personajes habitan y discuten en una sala de estar. Ahí Edouard expone una larga reflexión sobre la identidad rusa. Sin mediar ninguno de sus pensamientos, la careta racista aparece en él. Después de 100 minutos de película, las caretas de los personajes son reconocibles entre prejuicios y disimulos. Finalmente, llega el capítulo del Anticristo. Reunidos alrededor de la mesa del comedor se inicia una conversación sobre la bondad inherente de Dios. Olga reaparece después de su ausencia en la tercera parte. Nikolai discute con rigor lo que para él es una mala lectura de Olga sobre el Evangelio de San Luque. La intensidad y el tono en Nikolai exigen el máximo de paciencia. El lenguaje intenta capturar a su presa: la voz humana y el diálogo que intenta pensarlo todo.
Soloviev fue cercano a los debates sobre racionalismo europeo y por detonar un enfrentamiento entre filosofía, ciencia y ética, integrados a un cristianismo producto de la ortodoxia rusa. En Malmkrog, Puiu reconoce a las palabras como la fuerza de las imágenes: de Platón, la escolástica, Sócrates, los Evangelios, el mal y la identidad, al movimiento de interpretar gestos y miradas, esta película está filmada desde la experiencia subjetiva y emocional, en el calor del diálogo que se eleva para caer en el gesto cortés o la burla descarada.
Para el epílogo, todos los personajes están de pie. Nikolai se disculpa un momento para ir a su biblioteca por un libro para continuar la charla. Los demás esperan cerca de las ventanas. Conversan de manera dispersa sobre el color del paisaje, de cómo los ojos envejecen junto a las cosas que pueden mirar. Aún ligados al rastro de cada tema que escuchamos en la película, las voces ceden sus fuerzas al encanto de la contemplación. El día está cerca de terminar, de la misma manera que la película.
Sección: Atlas
Dirección: Cristi Puiu
Guion: Cristi Puiu
Reparto: Agathe Bosch, Frédéric Schulz Richard, Diana Sakalauskaité, Ugo Broussot, Marina Palii, István Teglas
Fotografía: Tudor Vladimir Panduru
Montaje: Dragos Apetri, Andrei Iancu, Bogdan Zarnoianu
Vestuario: Oana Paunescu
Productor: Anca Puiu
Producción: Mandragora, Sense Production, Cinnamon Production, Bord Cadre, Doppelganger, Film i Väst, Production 2006 D.O.O. Sarajevo, Sisters And Brother Mitevski
Rumania, Serbia, Suiza, Suecia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia del Norte, 2020, 200′