Por Mónica Delgado
En esta reciente edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM (Ficunam) se realizó una retrospectiva de la obra de Chantal Akerman, la indispensable cineasta belga, quien falleciera en 2015. Este homenaje se plasmó a través de la proyección de una veintena de cortos y largos, entre ellos uno de sus mejores trabajos, Toda una noche (Toute une nuit, 1982), realizado después de sus clásicos Je, tu, il, elle, News from home y Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. También esta retro incluyó la presencia de la editora Claire Atherton, y la violonchelista franco-estadounidense Sonia Wieder-Atherton.
La experiencia fue significativa en la medida que se realizó desde una vieja copia en 35mm, con todas las imperfecciones que eso implica casi cuarenta años después del estreno de este film. Rayaduras y saltos en el film que daban cuenta del paso del tiempo, pero también como requisitos necesarios para un reencuentro con un clima de antaño dentro de una sala de cine.
En Toda una noche, Akerman propone un film de escenas, es decir, de momentos, antes que sumergirnos en una historia desde la convención dramática. Este modo de acercarnos a más de una docena de personajes, que salen y entran en escena, permite dibujar un sentido particular de comunidad, de cuerpos que necesitan encontrarse a lo largo de una noche, en algún lugar de Bruselas. Akerman plantea que estos seres están unidos por algo imperceptible, por una ansias sorpresivas o simples estallidos para evitar la soledad. Ese algo que los une es el deseo (de tipo sexual y amoroso), y que la cineasta muestra desde diversos mecanismos que logran esa satisfacción, aunque este punto no sea mostrado del todo, al menos no de manera evidente. A la cineasta le interesa compartir cadencias, movimientos, modos de caminar, de atender el teléfono, de abrazar, de hablar, desde gestos de mujeres, sobre todo desde ellas que salen, pasean, buscan, atrapan o repelen.
En Toda una noche nos queda la sensación de que la noche se mueve gracias a estas mujeres que lideran sus deseos, que salen para cumplirlos por las calles desiertas, ya sea en cuartos de hoteles baratos, en bares o cafés, donde se puede bailar a ritmo de una canción romántica italiana de los setenta. Propone, así, la directora una ruta para llegar a la tensión o para renunciar a ella, de la mano de maridos, amantes o amigos, donde no todo es correspondencia o permanencia.
Toda una noche es como un film-río, que sigue a personajes sin una estructura narrativa concreta, pero donde poco a poco descubrimos que su fin es mostrar este mapa de una Bruselas en sus barrios por la noche, de la mano de estos personajes medio “vampiros” (con esa aura fantasmal que aparece en varios films de Akerman), y que conforme llega el amanecer o el día, van desapareciendo. Es también un film de interiores, con los conocidos encuadres que conocemos de la directora, con planos de los contornos de los departamentos, muy pequeños; y a la vez es una película sobre algunos aspectos de la ciudad de noche, de callejuelas, esquinas, o miradas desde algún balcón. La puesta en escena de un verano de noche, donde todos sucumben milagrosamente al amor.
Retrospectiva
Dirección: Chantal Akerman
Guion: Chantal Akerman
Fotografía: Caroline Champetier
Reparto: Angelo Abazoglou, Frank Aendenboom, Natalia Akerman, Véronique Alain, Paul Allio, Jacques Bauduin
Productora: Avidia Films / Paradise Films
Francia, Bélgica, 1982, 90 min