Por José Sarmiento Hinojosa
Hay una malaise perpetua en esta convulsión de cuerpos agónicos, entregados al abandono, en búsqueda de alimento afectivo, de una especie de plasma que regrese a sus arterias, transparentes bajo la mirada del visor nocturno de Antoine d’Agata. White Noise es un proyecto inmenso, un acontecimiento de un trabajo de más de 10 años, una travelogía sobre el submundo de la prostitución y las drogas en el planeta, pero es mucho más que eso. Es el entendimiento de la complejidad de un tema tan controversial como el trauma, 25 testimonios personales de trabajadoras sexuales, en el marco de la disolución de un aparato de consumo donde el cuerpo se convierte en una plataforma, en un cuenco, en un espacio hueco, un receptáculo de sudor, semen, sangre, pero también de pérdida, de cosificación, de deseo.
El testimonio es el aparato fundamental de búsqueda en el filme de d’Agata, que formó parte de la sección Atlas, una de las más estimulantes de esta edición reciente del 10° Ficunam. El estamento del trabajo sexual se polariza violentamente hacia la precarización, la miseria, el abandono, el abuso de drogas, la pulsión de muertes. Eros y tánatos fundidos en un laberinto sin escapatoria. Pero, también, es ingresar a la complejidad de la reflexión personal de cada una de estas mujeres, de alrededor del mundo, que han procesado el trauma y el deseo de maneras distintas, cada una sujeta, presa, o entregada a este aparato deshumanizador.
Los estratos de la fotografía de d’Agata gravitan por distintos soportes cinemáticos, desde la crudeza del digital, su frialdad, pero, tambíen, su particular captura de lo real, hasta lienzos complejamente premeditados donde la distensión del tiempo permite contemplar la agonía de los minutos que no pasan, del delicado equilibrio de cuerpos que luchan por no derrumbarse.
El testimonio es, de nuevo, fundamental. Es el contexto de estos paisajes desoladores que se agotan sobre la superficie, es el relato paraguas de encuentros sexuales bajo visión nocturna, de la exploración erótica como liberación, de la estupefaciencia de la mirada y la cadencia del cuerpo. Es el relato y la voz de calles, avenidas, espacios confinados, habitaciones sucias, del exterior, de lo oculto, de la evidencia de lo oculto. Los 25 monólogos de las mujeres elegidas por d’Agata comparten el sentir de un trauma, de una necesidad, de una explosión no consumada, de una petit mort que termina siendo una muerte real.
Un monumento fílmico y uno de los documentales que más desnudan el submundo de este paraíso tóxico que es el planeta, quizá presagiando los momentos de colapso en el que estamos al día de hoy. “No hay dios ni perdón en la noche, sino aceptar que solo la carne es. La carne es plenitud. La muerte es un vacío”.
Sección Atlas
Director, productor: Antoine d’Agata
Editor: Clémence Diard
Sonido: Pierre Desprats
Música: Gilles Benardeau
Francia, 2018, 240′