FRONTERA SUR 2021: EL PROYECTO DE ALEJANDRO ALONSO Y ENTROPÍA DE ELIECER JIMÉNEZ ALMEDA

FRONTERA SUR 2021: EL PROYECTO DE ALEJANDRO ALONSO Y ENTROPÍA DE ELIECER JIMÉNEZ ALMEDA

Por Pablo Gamba

El proyecto y Entropía son dos largometrajes incluidos en el foco dedicado al cine cubano de no ficción del siglo XXI en el Festival Frontera Sur. “Los jóvenes realizadores de la isla, quebrando los temas propios del documental de corte oficialista, que toma como fuentes hechos históricos, mártires y una escritura lineal de la Historia de acuerdo a la ideología política del Estado cubano, desplazan el foco no solo hacia los bordes, sino también hacia historias de vida minúsculas y outsiders al relato hegemónico”, escribió la curadora, Isdanny Morales, en el catálogo.

Morales no usa la palabra “dictadura”. En la cultura latinoamericana, eso no suele decirse de Cuba. Se prefiere seguir hablando del “proyecto revolucionario”, aunque no sea sino para repetir el “relato hegemónico” que los realizadores cubanos cuestionan.

Alejandro Alonso, el director de El proyecto, ganó este año el Premio Tigre en el Festival de Rotterdam por Terranova y un premio del público en Documenta Madrid por Abisal, que fue comentada en una nota de Desistfilm. Es el cineasta de Cuba que más se destaca en este momento, algo parecido a lo que ocurrió en 2019, cuando Heidi Hassan y Patricia Pérez Fernández ganaron en el IDFA con A media voz. Es la razón para volver en esta nota sobre El proyecto, que estuvo en Visions du Réel y en la misma Documenta en 2017, y también en Lima Independiente, por lo que fue comentado en su momento por Mónica Delgado también en Desistfilm.

En El proyecto, Alonso vuelve a un tema que había cobrado relevancia dos años antes con La obra del siglo, de Carlos Machado Quintela, que ganó uno de los premios Tigre en 2015 en el Festival de Rotterdam. En este caso se trata de otro de los megaproyectos políticos y arquitectónicos del socialismo cubano en la década de los setenta: las escuelas secundarias básicas en el campo (ESBEC), que hasta tuvieron un “himno” en la canción “La nueva escuela” de Silvio Rodríguez y Pablo Milanes. También se construyeron los institutos preuniversitarios en el campo (IPUEC). Ambos eran una vitrina internacional del “proyecto revolucionario”, lo que incluyó que varios de ellos estuvieran destinados a la formación de estudiantes extranjeros.

En el llamado “período especial” (1991-1994), cuando el PIB de Cuba se contrajo 36 % por la incapacidad de afrontar la disolución de la URSS y el recrudecimiento del embargo estadounidense, la mayoría de los ESBEC e IPUEC dejaron de funcionar. En el gobierno de Raúl Castro, sus instalaciones fueron destinadas a paliar los efectos de otro fracaso del “proyecto revolucionario”: dar vivienda a campesinos.

Hasta ese momento se habían hecho enormes sacrificios para construir y mantener estas escuelas en funcionamiento, lo que incluyó destinar a ellas una parte importante del subsidio soviético de cemento, alimentos y hasta de los vehículos de transporte. Los ESBEC e IPUEC estaban dotados de comedores, hospitales, laboratorios con los correspondientes equipos, auditorios, teatros y hasta instrumentos importados de Europa para los grupos musicales. La enseñanza era en un régimen de internado vinculado a la agricultura que incluía hacer trabajo obligatorio en el campo.

El proyecto comenzó a rodarse en una de estas instalaciones en ruinas reconvertidas. Incluye fotografías, planos, materiales gráficos y una grabación de voz que muestran la relación entre lo que quedó del proyecto arquitectónico y docente. La fragmentación es una manera de expresar en el lenguaje lo que ocurrió con la utopía.

Pero, el rodaje se suspendió. Al cineasta le prohibieron continuar filmando. De esta manera, la película se convirtió en un proyecto trunco sobre otro fracasado, lo que se inscribe en un giro hacia el documentalismo reflexivo. Coinciden, así, en esta obra el interés por lo sensorial con interrogantes que el realizador se hace en los subtítulos, que son su “voz” aquí, sobre la relación con los que filma, la construcción del “otro” y el lugar del documentalista que llega a filmar. El mejor plano de la película es el que reproduce una foto, distorsionada por las rayas del procedimiento gráfico de su impresión, que parece representar a otro observador “entre líneas inconexas”.

Esto está acompañado, sin embargo, de un hibridismo con la ficción que tiene menor lucidez. La trama se construye a partir de otro hecho histórico: la detección en la década de los noventa del virus de la tristeza de los cítricos en Cuba. Un problema es que la interpretación alegórica no deja de aportar una “explicación natural”, aunque irónica, a un fenómeno social. Otro, que la ciencia ficción enmarca en este género el trabajo de gráficos sobre fondo blanco presumiblemente hecho a partir de los planos.

Entropía es una obra típica de esa vertiente del cine de metraje encontrado que William Wees llama “collage” y que se orienta principalmente a poner en cuestión los discursos oficiales de los medios. El realizador es un cubano que se formó en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en Cuba pero vive en los Estados Unidos, y ha desarrollado una carrera como periodista, cineasta experimental y videoartista.

El problema con este largometraje es que se trata de un intento desmesurado de poner de manifiesto la “entropía” –es decir, su desorden como sistema– del “proceso revolucionario” de casi 60 años para entonces ese país, y aun se extiende a tiempos anteriores y a situaciones en el exterior de Cuba. Este exceso tiene como correlato una simplificación no menos excesiva de las confrontaciones, por lo que la película no logra sino una crítica muy básica del discurso socialista dominante en ese país.

Sin embargo, es algo distinto de reimprimir la leyenda, que es lo que hacen aquellos intelectuales que optan por repetir acríticamente la propaganda. Y mientras que en América Latina el confort ideológico sigue siendo, así, hegemónico en la cultura, Noruega tiene un fondo especial para apoyar el cine que emerge en Cuba con cuyos recursos pudo completarse El proyecto que el “proceso revolucionario” censuró. No lo hace sin que haya un interés político detrás, como tampoco este país europeo impulsa desinteresadamente el diálogo para reestablecer la democracia en Venezuela.

Foco país: Cuba

El proyecto
Dirección y fotografía: Alejandro Alonso
Guion: Lisandra López Fabé
Producción: Yamila Marrero Montero
Montaje: Emmanuel Peña Anasco
Sonido: Jesús Bermúdez
Música: Rafael Ramírez, Gennis Jorge Pérez Bárzaga
Cuba, 2017, 60 min.

Entropía
Realización: Eliecer Jiménez Almeida
Cuba, 2013-2015, 66 min.