Por Mónica Delgado
En esta edición del Festival Frontera Sur se puede ver el cortometraje del joven cineasta peruano Hideki Nakazaki, La luz de Masao Nakagawa (2021), su primer trabajo, en la sección Tierra en Trance, que reúne diversos largos y cortos documentales, sobre todo de la región. Más que una obra que se centre en la figura del nombre del título, lo que el cineasta propone es recuperar un proceso de transición, ya sea desde la nostalgia de tiempos pasados desde el presente, como desde la exposición de los interiores de un viejo negocio fotográfico, el estudio Nakagawa, que luce perdido en un tiempo (fuera de campo) de masificación de la fotografía digital.
El corto parte con una cita a modo de haiku que remite a la paradoja del tiempo, de lo irrepetible y de lo mutable, pero también del deseo de permanencia (o de inmortalidad). Esta premisa se materializa en un siguiente plano frontal de una cámara vieja, y su lente que “mira” al espectador y que conforme siguen los minutos comprobamos que sigue en funcionamiento y que es el eje del negocio de los Nakagawa. La cámara antigua forma parte del mobiliario que parece dar sus últimos suspiros: un cuarto oscuro, insumos de revelado, un espacio que funciona como recepción, un carrito que sostiene a la vieja cámara, un gran telón para las fotos familiares, una ampliadora dando últimos retoques. Pero más allá, de esta descripción del entorno que el cineasta realiza a partir de una serie de planos fijos, que plantean una necesidad compositiva del espacio, están un grupo de personajes, todos adultos mayores, que trabajan en el lugar, y que a la vez se van despidiendo de lo que parece ser su última jornada laboral. Para sellar este hecho, hay una foto de todos, a modo de adiós, que se vuelve parte o el hilo conductor de este proceso de cierre, y que va a englobar la sensación de elegía: plasmar la última placa en un papel para el recuerdo.
El corto de Nakazaki, si lo pensamos en relación a trabajos previos del cine peruano que auscultan el tópico de la memoria desde la materialidad del fílmico o del soporte fotográfico, aparece en un tono opuesto desde el dispositivo documental a lo que plantea Gianfranco Annichini, por ejemplo, en La Casa Del Recuerdo (1989), quien ingresa también a un espacio físico de registro y revelado, en una vieja casona de campiña donde los hermanos arequipeños Carlos y Miguel Vargas, conocidos fotógrafos de la sociedad regional, dejaron vestigios de su valorado trabajo. Aquí, Annichini, elige un montaje que intercala a un narrador en off, con este registro del lugar e imágenes de las fotos, plenas de rostros, modas y costumbres de los años treinte del siglo pasado. Pero allí acaba la comparación, más de tipo temático, ya que para Nakazaki, el interés está en construir un homenaje desde este espacio, pero desde la rutina de un último día de trabajo, y que funciona a partir de una fotografía de un ausente (o de varios), el mismo Masao Nakawaga y algunos habitantes de la sociedad chiclayana de la primera mitad del siglo XX.
Por el título del film, rememoré otro acercamiento a un personaje de ascendencia japonesa, como pasa en La espera de Ryowa (2004), mediometraje de Cynthia Inamine y Raúl del Busto. Es probable que la lectura de Nakazaki sobre este personaje esté en un polo cercano estéticamente (los planos fijos, la música de influjo japonés como parte de un universo oriental, el tipo de composición), sin embargo, la apuesta por materializar un modo de preservar la memoria las distancia notablemente. Si bien La luz de Masao Nakagawa hace alusión a una característica del universo de este fotógrafo migrante japonés autodidacta en Chiclayo en el título y algunas partes del desarrollo del film (sin díalogos, solo de planos fijos de los personajes), lo que se evidencia es un planteamiento desde el espacio, entorno que va ordenando a los personajes, los recuerdos, las despedidas; desde este lugar que funcionó por años como un acompañantes de las memorias familiares, pero también históricas de una sociedad y país espeíficos.
Historia similar a la de Nakazaki aparece en el corto Relato Familiar (2017) de la artista mexicana Sumie García, quien entreteje una mirada sobre Yukio Saeki, un ciudadano japonés que vive en México desde mediados de los años cincuenta, y que inició un negocio de fotorevelado en los años sesenta, y que ella logra constratar con una actualidad donde casi este tipo de empresas se hacen prescindibles. La mirada de Sumie García es similar a la del film de Nakazaki (más no es sus formas) ya que se trata de la exploración histórica de un pariente, pero también porque establece nexos sobre una idea de memoria, de cómo se la construye y resguarda desde la relación (o analogía) con la misma materialidad del celuloide que este personaje trabaja desde emulsiones y técnicas que permiten conservar momentos y que se perciben como parte de un tiempo ya perdido.
La luz de Masao Nakagawa es un corto de bastante interés porque descubre a Nagagawa como un cineasta que pretende construir sentidos desde toda la fascinación de las imágenes, desde el uso del 16 mm en consonancia con el entorno que quiere recuperar en su totalidad (u homenajear). Quizás el tránsito del color al blanco y negro del final enfatice una idea que ya quedaba expuesta a lo largo del film. Sin embargo, la posibilidad de que esta estampa de la fachada del lugar cerrado sea una fotografía más para recordar y guardar, dependería de su ubicación en el álbum de alguien, como una pieza de museo de memoria. Al final de cuentas, el film permite intuir una ruta de reguardo de memoria: una que puede seguir viva desde la oportunidad de ir en busca del tiempo perdido que brindan films como este.
Sección Tierra en Trance
Director: Hideki Nakazaki
Guion: Hideki Nakazaki
Fotografía: Carlos Gerardo García
Música: Marisol Cao Milán
Edición: Alejandro Uzeda
Reparto: Lilia Matsuko, Kyoko Matsuko, Zobeida Balarezo, Rosa Vásquez, Benito Ascorbe
Producción: Casa Productora Videa, N35 Films, Mezquite Films
Perú, México, 8 min, 2021