Por Mónica Delgado
La idea del cineasta como invitado al festival de la vida, esa otra película en pantalla infinita y con miles de protagonistas, guiones originales y banda sonora diegética es tomada como base para un viaje con cámara en mano por una serie de países en donde no se quiere ser solo un espectador. Bajo los preceptos de Diaries, notes and sketches, el ejemplar trabajo de Jonas Mekas de 1969, José Luis Guerín escribe su propia bitácora, pasando de ser el cineasta de Tren de Sombras y En la ciudad de Sylvia, a ser una suerte de “filmer” (no filmmaker más), al mismo estilo de su homenajeado, cobijado en un blanco y negro, digital, acompañados de jazz, apenas de un saxo seductor cuya intención es ser la materialidad de la improvisación o del azar. En alguna escena de esta película, Mekas atrapa a Guerín en su disquisición sobre la naturaleza de lo que se filma, para luego despedirse dándole las gracias a Santa Teresa de Ávila y a su misticismo antes de cruzar un concurrida calle newyorkina. No se trata aquí de las elecciones, como dijo Mekas, sino de captar lo que el azar ofrece, el azar que posibilita el cine.
José Luis Guerín filma en Guest el reverso de ciudades a las que ha visitado (Venecia, Macao, Filipinas, Bogotá, Jerusalén, Sao Paulo, Nueva York, Lima, Cali, Santiago, La Habana y de nuevo Venecia), invitado por festivales de cine. Y precisamente esa espalda del cine, de lo que usualmente no vemos filmado/proyectado en estos festivales, es lo que el cineasta se esmera en atrapar. Charlatanes en plazas, evangélicos en cánticos, orates de diversas estirpes, mujeres que no pueden salir de la pobreza extrema, niños que muestran su contexto sin necesidad del idioma, y un cineasta que se mimetiza con su cámara y traduce sus impresiones con ojo que ausculta y se solidariza.
Guest, como en el cine de lo real, presenta a un cineasta cumpliendo otro tipo de rol fundamental (ya como personaje o catalizador del entorno que quiere hacer suyo con autorreferencialidad), se concentra en una serie de encuentros con personajes anodinos, ídolos o referentes (como Mekas o Akerman), lugares ajenos a los festivales de cine (sobre todo plazas y lugares periféricos, urbano marginales), para extraer ritmos de vida diferentes e inmersos en un imaginario popular que al cineasta le fascina y atrae.
El cineasta-camarógrafo arma su collage, o diario fílmico, no solo con impresiones de su aburrimiento en cuartos de hoteles, expresado en zappings o ventanas con vistas al afuera (inevitable la cita a los film diaries de George Kuchar, por ejemplo), sino entablando una fisonomía de lo geopolítico, donde un pastor evangélico de Brasil puede temer lo mismo que uno en Filipinas o en Santiago, por ejemplo. El registro es mostrado de modo casi lineal, sino fuera porque en algún momento de este diario que comienza en setiembre de 2008 y termina en setiembre de 2009, el cineasta en su edición pasa de agosto a julio como si hubiera recordado algo importante que debía contar.
Guest comienza en Venecia, en el festival famoso de cine, y termina en ella, lo que cierra el círculo de este viaje personal, con el cuasi epílogo de Chantal Akerman, quien señala que las fronteras entre documental y ficción no existen. En las más de dos horas que dura este documental, Guerín traza un viaje de búsqueda, con una producción mínima (solo él y su cámara), y que en cuya edición rescata los momentos más nutridos de ese periplo al interior de las ciudades de los festivales, en el margen, desde la palabra o sin ella, desde la afirmación de este renovado “filmer”.