HOJAS DE OTOÑO DE AKI KAURISMÄKI

HOJAS DE OTOÑO DE AKI KAURISMÄKI

Por Mónica Delgado

La Helsinki de los primeros films de Aki Kaurismäki sigue intacta en Hojas de Otoño (Fallen Leaves, Kuolleet lehdet, Finlandia, 2023). La ciudad parece ser la misma, con sus dinámicas usuales de máquinas y mano de obra proletaria- si es que aún cabe la palabra “proletario” a estas alturas del siglo-, con sus cafetines y bares de coloridos asientos y mesas, con sus fábricas y lockers de los trabajadores, con las trastiendas esenciales de negocios, con sus pequeñas salas de cine, con sus paraderos para buses muy puntuales, con sus supermercados de apariencia cálida o con sus calles otoñales casi desiertas. Como en algunos anteriores films del cineasta finlandés, hay intermitencias permanentes e inevitables en el tránsito de los personajes en esa ciudad: del trabajo al bar, de una jornada de trabajo fuerte al café, del día del trabajo al supermercado, como una extensión usual de las cotidianedidades laborales que absorven el modo en que se relacionan los personajes. Sin embargo, este mapa laboral y sentimental de la ciudad que construye Kaurismäki, que puede percibirse como atemporal, siempre tiene un ancla a un presente, ya sea alguna crisis económica, alguna tragedia, una masacre (como la de Tiananmén en La chica de la fábrica de fósforos (1990)), un desastre climático (como pasa con las noticias sobre Filipinas en Nubes pasajeras (1996)) o una guerra, como sucede con el conflicto entre Rusia y Ucrania que aparece citado en varios momentos en Hojas de Otoño.

Por otro lado, en estos films sobre las relaciones de la clase obrera, el trabajo suele moldear todas las sensibilidades, los sentimientos, las emociones, y claro, también el desempleo, otro tipo de intermitencia. Tener un trabajo y no tenerlo, como una oscilación angustiante. Por ello, Sombras en el paraíso (1986) y Hojas de otoño (2023) se entienden como films siameses, en la medida que ambos retratan el nacimiento de un romance, la crisis de un futuro amor y un tipo de resistencia a un sistema económico intacto a través de la posibilidad de la utopía. Ambos films muestran un sistema económico sin alteración a lo largo de los años, como otras obras del cineasta, con la reproducción de políticas de trabajos con sueldos bajos, sin protección de derechos, con despidos arbitrarios, desde una permanente precaridad laboral. Cae la URSS (que podía ser visto como el lugar de la utopía en el final de Sombras en el paraíso), pero no el férreo capitalismo.

Hojas de otoño es una variación de un mismo universo afectivo dentro de un imaginario de la clase obrera construido por el cineasta a lo largo de su filmografía. Es evidente que es un film que se inserta dentro una obra que tiene como protagonistas a personajes del proletariado, o perdedores, entre ellas Sombras en el paraíso, Ariel (1988) y La chica de la fábrica de fósforos. Esta vez Helsinki cobija la historia de una mujer que trabaja como cajera en un supermercado (como Ilona de Sombras en el paraíso), y que conoce a un parco hombre, desclasado como ella, en un bar karaoke (poco expresivo, atormentado, como los protagonistas de Ariel, El hombre sin pasado, Nubes pasajeras, entre otras). Ambos inician una amistad, aunque el problema con el alcohol del hombre los separa. Y hacia el final, un accidente, el contexto de un hospital y una perrita los une. Y como pasa en otros films de este cineasta, la aparición y crecimiento del amor se da a través de códigos austeros, dentro de un cariz cómico de tratamiento bressoniano, de planos que apelan al fuera de campo, planos detalle, de diálogos con un humor sutil y a veces absurdo, y, sobre todo, de la correspondencia cromática en vestuarios y espacios. Y como también pasa en otros films de Kaurismäki, en Hojas de otoño hay no solo una galería de trabajadores en sus diversos perfiles, sino también una serie de empleadores o dueños de negocios, cada uno más caricaturesco que otro, como el hombre que alquila laptops por diez euros la media hora, o el regente del bar detenido por tráfico de drogas. Y es desde estos acercamientos que asoma el romanticismo usual que aflora en el modo en que los personajes obtienen la posibilidad de un futuro mejor, aunque este sea pronosticado apenas de la intensidad de la luz de una vela, como ese final esperanzador que evoca a Tiempos Modernos (1936) de Charles Chaplin.

En Hojas de otoño, la relación de los dos personajes, de Ansa y Holappa, se va construyendo desde situaciones que el mismo cine de los últimos tiempos ha dejado de lado, donde vende más el cine de la crueldad (y quizás por ello lejos de cualquier Palma de Oro). El surgimiento del amor – como pasa también en otras obras maestras como Pickpocket de Bresson- entre los dos protagonistas se va dando desde la solidaridad, la compasión, la empatía, antes que desde otro tipo de atracciones, como pasa en la mayoría de films de Hollywood que se han moldeado desde la cosificación y la vacuidad. Si el sistema capitalista se mantiene intacto, lo único que se vuelve resistencia es el ideal del amor y la solidaridad, y que Kaurismäki plasma de manera maravillosa en esta obra maestra como una vía utópica. ¿Cómo es que en pleno siglo XXI nos conmueve un film de simples personajes solidarios? Porque el cine actual se ha vaciado de ello. Kaurismäki vuelve excepción lo que podría ser la regla.

Dirección y guion: Aki Kaurismäki
Fotografía: Timo Salminen
Edición: Samu Heikkilä
Sonido: Pietu Korhonen
Dirección de arte: Ville Grönroos
Producción: Sputnik Oy, Bufo
Intérpretes: Alma Pöysti, Jussi Vatanen
Finlandia, 2023, 83 min