IFFR 2020: LAGUNA NEGRA, DE FELIPE ESPARZA

IFFR 2020: LAGUNA NEGRA, DE FELIPE ESPARZA

Por Wilder Zumarán Sarmiento

Nuestra especie está y estuvo siempre engendrando e instituyendo mitos alrededor de su existencia cotidiana y metafísica. Si bien se suele pensar que estas narraciones son exclusivas del mundo rural, se trata de un elemento que es transversal: la familia, el dinero, el individuo, la vida eterna, la idea de progreso, por ejemplo, son mitos sobre los que están construidas muchas de nuestras sociedades. Así, los mitos y rituales explican y validan determinados fenómenos, cuya conjunción, a su vez, estructura una forma de comprensión del mundo, una cosmovisión. Es decir, son las herramientas que median la forma en que enfrentamos al mundo y tomamos consciencia de él, de nosotros. Por lo que conforman también nuestros prejuicios.

Cuando se trata de registrar y representar las festividades o rituales, el cine suele caer casi siempre en el exotismo y el paternalismo: en la excesiva solemnidad o en la parodia ignorante. Si tenemos en cuenta de que el cine está contado casi completamente por personas de una misma clase social, de una cultura parecida, ¿cómo filmar sin caer en eso?

Laguna Negra, película franco-peruana que se presentó en la sección Voices del Festival Internacional de Cine de Rotterdam, retoma varios de los intereses que ya se veían en los trabajos anteriores de Felipe Esparza: la fe, la religión, la muerte, cierta mitología. El filme comienza con la oración de un curandero que parece pedir por el alma de alguien, para luego dar paso a una serie de escenarios con los que interactúan los protagonistas: una niña y un hombre mayor de los que sabemos casi nada, pero que son nieta y abuelo. Esta nueva película de Esparza, siguiendo la línea de su anterior Outside the nut (2018), es el retrato de un estado de ánimo, una atmósfera de ausencia, de pérdida. Además de la interacción de esa emoción con la festividad, con el mito, como parte del proceso de superación, de búsqueda de sentido.

Algo interesante a tener en cuenta es que Felipe Esparza parece ser muy consciente del punto de vista que toma. Teniendo en cuenta que las festividades son el lado más extra-ordinario de una comunidad, puesto que se trata de momentos específicos en los que el accionar de las personas cambia, a favor de seguir ciertas pautas, asistir a ciertos lugares, comportarse de cierta manera, Esparza parece tomarlas como un punto de partida. Para él, las festividades, a pesar de todo lo poco representativo si comparamos con los episodios de la vida cotidiana, contienen algo que pauta parte de la identidad de quienes las practican.

Hacer referencia a esa idea puede hacer pensar que Laguna Negra es una película costumbrista o de exotismo (de esas que sobran, de las que tanto adolece el cine peruano), no obstante, la película posee una voluntad de transfiguración de dichos rituales, en búsqueda de una imagen, una emoción, una idea distinta de ese espacio. Y es así cómo Esparza toma como postura política cierta distancia y libertad para recrear situaciones, cuidándose de dar un relato cerrado, creando imágenes sugerentes, pero ante todo muy abiertas, presentándonos a sus personajes.

Adicionalmente, Esparza se sirve de las posibilidades que audiovisual le brinda, creando atmósferas de cierta desolación, en las que el paisaje visual y sonoro parece ser una prolongación de la interioridad de los personajes. Sobre el aspecto sonoro es interesante destacar cómo en muchos casos sirve como pauta del filme en cuanto al ritmo, la cadencia[1]. Sobre el aspecto visual, cabe destacar el virtuoso uso de los planos generales, en los que se puede confirmar el talento para la composición visual que se podía observar en sus trabajos anteriores. Sin embargo, con todo eso y con alguna simpática cita visual a Eielson, la película en determinados momentos parece no poder escapar de cierto pictoricismo.

No obstante, si los mitos estructuran nuestro sistema de pensamiento y creerlos unívocos alimenta los prejuicios, el espacio de libertad, de apertura, que nos propone Felipe Esparza es la búsqueda del mito detrás del rito. Y lo confirma como uno de los cineastas peruanos más interesantes de su generación.

[1] En otros casos, como en su película Espacio Sagrado, el sonido además de los usos mencionados antes funcionaba también como un “desnaturalizador” del registro de diferentes festividades, puesto que muchas veces un sonido extradiegético era usado como contrapunto a la imagen. Todo esto con el afán de trasfigurar la mirada exotista o turista.

Voices
Director: Felipe Esparza Pérez
Perú 34′