Por Mónica Delgado
El título de este programa de cortometrajes presentado en el Festival de Rotterdam alude a la textura óptica del fotograma, a la materia del celuloide que se vuelve una naturaleza más tangible. Estos representantes del “fine grain” dentro del programa de obras experimentales se convierten en ejemplos de esas morfologías, ya sea a través del registro simple de realidades, como intervenciones en la película, el uso de determinados ciclos de movimientos o desde el flicker o la yuxtaposición.
El programa combinado estuvo formado por Holographic Will de Mike Stoltz, Light, Noise, Smoke, and Light, Noise, Smoke de Nishikawa Tomonari, 1014 de Deborah S. Phillips, Man of Aral de Helena Gouveia Monteiro, y por último, I. / II. / III. de Alexandre Larose. Aunque luego del visionado durante el festival, el título aludiría solo a una característica de tipo “técnico”, puesto que se trata de obras con estéticas muy distintas entre sí. Por ello, las comentaremos sin respetar el orden en el cual fueron proyectadas.
Light, Noise, Smoke, and Light, Noise, Smoke (Japón, 2023) mantiene el espíritu de trabajos previos del cineasta japonés Tomonari Nishikawa. Aquí aparece la necesidad de experimentación pero no solo entre formatos, perforaciones o celuloide enterrado, sino desde la experimentación de fenómenos luminosos en la película con el fin de producir sonido. Lo interesante de esta decisión es que Nishikawa elige registrar con una cámara de formato Super 16 una serie de fuegos artificiales en un festival de verano. El hecho en sí no tiene nada de anodino, observar y filmar bombardas y estallidos podría percibirse como manido, sin embargo lo que le interesa al cineasta es captar imágenes desde la banda sonora óptica para producir precisamente nuevas explosiones sonoras. Así, la película se vuelve un fuego artificial distinto, y como dice el título, de humo, ruido y luz. Si ya asistir a una sala oscura a encontrarse con la naturaleza, donde uno ve un amanecer, la puesta del sol o un bosque resulta una experiencia extraña, como su buscáramos una alternativa a la realidad, Nishikawa nos propone una opción de rito de celebración, donde ver fuegos artificiales dentro de un auditorio se vuelve una materia para preservar, incluso desde su nueva materia sonora.
En Holographic Will (USA, 2023) del cineasta y docente Mike Stoltz, y que fue estrenada en el Media City Film Festival del año pasado, se registra desde rollos de 16mm los interiores de un espacio doméstico (o quizás también de trabajo), y que se va desestructurando desde un movimiento vertiginoso. El título alude a una figura legal sobre los testamentos para predios y antecede el marco sentimental que el film adquiere. En este trabajo de Stolz, como en el trabajo de Nishikawa que captura un hecho simple, asistimos a la preservación de un espacio antes de la pérdida. Si bien el trasfondo social sobre desalojos, precio de alquileres o gentrificación no está inserto en el desarrollo de la obra, sino más bien, como suele pasar, aparece mencionado en alguna sinopsis, la necesidad de tomar el espacio por asalto en forma caleidoscópica, desde planos fijos que adquieren movimiento a modo de animación, se vuelve un acto de resistencia, y que Stolz logra plasmar también desde la sonoridad de una caja de ritmos.
La artista alemana Deborah S. Phillips ha trabajado desde fines de los ochenta con el cine, y en la actualidad mantiene sus procesos creativos desde el uso del 16mm. Su obra también abarca la pintura, libros objeto, performances e instalaciones. Y entre sus trabajos recientes están los films Interlude (2023), Herta (2021), Zerrissen – Torn (2021) o Tornasolada Sororidad Dada (2019). Su cortometraje más reciente, 1014 (Alemania, 2024) es una obra con una estética y temática distinta, puesto que es un homenaje dedicado a su madre, Carol Frieda Herman, quien falleciera en 2022. Por ello, este film realizado en 16mm tiene un marca elegíaca, de despedida, pero donde precisamente el uso del flicker o de la aplicación de un intencionado deterioro en la misma película, van plasmando una salida al olvido y al inevitable paso del tiempo sobre estos restos de memoria. Así, fotografías de antaño nos van mostrando pasajes de la vida entre mujeres y entre climas cálidos que siguen vigorosos pese a la materia que se deteriora o se avinagra. De esta manera la película misma en su intervención, liada a estos pasajes fotográficos también producto de un hecho fotoquímico, van develando el pasado de la madre como un modo de resistir a las dinámicas del olvido. La madre de esta manera, desde su imagen preservada, se va fusionando con el alma del film, con sus imperfecciones y yuxtaposición, tomando así un nuevo cuerpo, de la mano también de una banda sonora elaborada por el artista y músico Wolfgang in der Wiesche.
El programa incluyó la serie I. / II. / III. (2023), del cineasta y artista canadiense Alexandre Larose, realizada a lo largo de tres etapas de laboratorios y revelados y que consta de tres episodios en torno a una misma figura. Se trata del registro en diversas situaciones domésticas del padre del cineasta Jacques Larose, y cuya fórmula ya es marca de este autor, y que se verifica en trabajos anteriores como Saint Bathans Repetitions (2018) o su famosa serie de los brouillard (2008-2015). El trabajo depurado del grano, a tal punto que logra una atmósfera expresionista producto de una suerte de puntillismo que abstrae la realidad para descomponerla y estudiarla, se basa en la recuperación de acciones simples que se ralentizan: tomar asiento en un sofá, subir o bajar las escaleras tomándose de las barandas. Estos juegos de lentas repeticiones, que van diseccionando las figuras desde la yuxtaposición, generan la apariencia del estudio del movimiento, y que también aluden a la dilatación del tiempo, logrando un efecto de duermevela. Desde el trabajo en s8mm y 16mm, en blanco y negro, y color en algunos casos reversible, Larose vuelve a sus motivos más dilectos, logrando una obra suprema, aunque no novedosa en torno a sus propias indagaciones en torno la naturaleza del movimiento y tiempo en la materia del film.
Y para cerrar este comentario al programa Fine Grain, está el cortometraje Man of Aral (Irlanda, 2024) de la artista portuguesa radicada en Dublín Helena Gouveia Monteiro. En siete minutos la artista nos traslada a un ejercicio de comparación. Como indica la sinopsis “La banda sonora está inspirada en la partitura original compuesta por John DH Greenwood para Man of Aran (Robert J. Flaherty, 1934)”, pero a diferencia de este clásico del documental, la analogía se relaciona solamente en este aspecto sonoro. Man of Aral funciona como una denuncia desde el registro de tomas satelitales digitales, que luego son captadas en película de 16mm, para luego ser intervenidas desde la emulsión. Este proceso describe también un proceso inevitable causado por los cambios y desastres climáticos y que afecta el Mar de Aral, ubicado en la actualidad entre Kazajistán y Uzbekistán, y que ha sufrido un triste proceso de desecación. Así, el hombre al que alude el título del film, fuera de campo, deviene en el culpable de la catástrofe, y cuya responsabilidad se atribuye a los funcionarios de la ex Unión Soviética que secaron el lago a cambio de una mayor producción algodonera. Por ello, de entre todos los cortometrajes incluidos en este programa, Man of Aral resulta una excepción, al tratarse de una obra política y que difiere del clima de los otros trabajos, más relacionados a exploraciones formales o de trasfondos más personales o íntimos.