
Por Malena Martínez Cabrera*
El film con el que conocí la obra de Jonas Mekas: Reminiscencias de un viaje a Lituania (1972), en el Filmmuseum de Viena, fue una experimentación sensorial del cine, más allá de la comunicación intelectual o estética. Nunca me había confrontado con imágenes de un recuerdo tan aproximadas a las de mi mente. Utilizando la técnica de filmar a un cuadro por minuto y de usar fotogramas sobre o subexpuestos, da paso a un destello de imágenes destinadas a devolverle el recuerdo de su país natal, la vida tradicional del campo, la madre del pañuelo en la cabeza, la naturaleza, los amigos. Estos trozos de diversa duración son acompañados de música o de sus comentarios poético- ensayísticos.
Contrariamente a lo que hubiera halagado a los decepcionados soviéticos – referirse al bien y progreso que brindaron a Lituania – filmó sólo aquello que había atesorado en su memoria en los 25 años de exilio que precedían a su corta visita. Para ese entonces el niño que había sido pastor hasta los nueve años y que había nivelado toda la primaria en sólo dos, ya se había convertido en una figura clave del cine de vanguardia de Nueva York.
Desde su llegada a esa metrópoli, Jonas Mekas había buscado en el lenguaje cinematográfico un medio de comunicación universal, para desilusionarse pronto frente al rechazo que encontraba hacia las expresiones fílmicas que consideraba más originales. La imitación del establecido Hollywood condenaba al olvido a los más espontáneos y personales estilos. En la vanguardia encontró obras donde «se vislumbraba al hombre» y donde la escenificación y dramaturgia no lo aplastaran todo. Descubrió que a pesar del efervescente movimiento faltaban canales que posibilitaran su crecimiento y decidió fundar poco a poco una revista de crítica, una sala de cine con programa propio, una distribuidora autogestionada por los artistas y un premio de reconocimiento y estímulo al cineasta independiente. Mekas se convirtio así en “el padrino” del cine underground, al que posteriormente denominarían Nuevo Cine Americano.
La segunda obra que conocí – en la Retrospectiva que le dedicó el festival DocLisboa en 2009 – fue una de sus primeras películas (en blanco y negro) filmada conjuntamente con su hermano Adolfas Mekas: The Brig (1964). Tras mi reconfortante recuerdo de un autor destilante de optimismo juvenil y amor a la vida, pensé sinceramente haberme confundido de sala: todo ocurre en una celda dormitorio donde diez soldados son entrenados sin pausa en el automatismo de despertarse, ponerse las botas, leer, quitarse las botas, acostarse, ponérselas de nuevo, correr, dormir, despertar . Las acciones degradantes se repiten sin fin y en desorden durante 66 minutos. Un excepcional trabajo de movimiento e intuición de la cámara en medio del exhaustivo trabajo actoral. Pero, ¿de qué locura y desesperación puede provenir el deseo de realizar tal película? Leyendo una entrevista realizada en 2000 entiendo la necesidad de aquella temprana obra:
“… como exiliado, como persona desplazada, siento que he perdido tanto, mi país, mi familia, e incluso mis diarios tempranos escritos durante diez años, que he desarrollado la necesidad de intentar retener todo lo que me sucedía, con ayuda de mi cámara Bolex. (Filmar) Se convirtió en obsesión, pasión, enfermedad. Así, ahora tengo esas imágenes a las que aferrarme. Es ridículo, creo yo. Porque todo lo que tengo (el material), después de todo, está desvaneciéndose. Todo es sólo como una sombra de la realidad real a la que sinceramente no entiendo. Cuando atraviesas todo lo que yo atravesé: las guerras, ocupaciones, genocidios, campos de trabajos forzado, campamento de personas desplazadas, tú yaciendo en un campo de papas floreciente – jamás olvidaré la blancura de esos capullos – mi cara contra la tierra, luego de saltar por la ventana mientras los soldados alemanes sostenían a mi padre contra la pared, arma en la nuca. Entonces ya no vuelves a entender al ser humano. Nunca los entendí desde aquella vez, y sólo filmo, grabo todo lo que veo, sin juicio. No exactamente “todo”, solo los breves momentos en que siento las ganas… » (Entrevista de Jerome Sans en el libro. “Just Like a Shadow: Jonas Mekas, 2000”).
The Brig, USA, 1964
Así es, Mekas ha filmado, filma y sigue filmando cada día de su vida. Una cámara lo acompaña siempre en su bolso. Su mira son los momentos esenciales de la vida, de su vida. Después de The Brig, ya no le interesaron más las escenificaciones de la misma. Su desafío mayor sería aprender a captar la inmediatez de la vida sin interferir en ella. Amigo de los juegos de palabras, dado que no dirige nada no se considera un “director” sino un mero “filmador”.
Fue con la misma obsesión que el tímido joven Jonas encontró su modo de participar en el mundo cultural neoyorquino de los años 50 y 60. Registró para siempre momentos cotidianos de sus amigos y de los que merodeaban por allí, incluso antes de ser famosos: Andy Warhol, Yoko Ono, John Lennon, los hijos de los Kennedy, Miles David, Henri Langlois, Salvador Dalí, George Maciunas, Gerard Malanga, Allen Ginsberg, etc. Mekas aclara que los filmaba porque formaban parte de una comunidad: “No sabíamos que lo que vivíamos iba a ser historia, eran sólo nuestras vidas” (www.peoplesarchive.com). Mientras que para un cineasta de la industria, el dilema ”o cine o vida” es ineludible, la existencia de Mekas parece haberlos sintetizado.
En Birth of a Nation (1997) retrata o presenta simples bocetos y destellos de 160 personajes del cine vanguardista entre 1955 y 1996: su familia, su país. Para Mekas, el cine independiente es una nación en sí misma: “Estamos rodeados de naciones de cine comercial, del mismo modo que los indígenas de los E.E.U.U. o de cualquier otro país lo están por las reglas del poder. Somos la nación invisible pero esencial del cine. Nosotros somos el cine”. (Web de Close Up)
Nuestro personaje siempre encontró métodos para reivindicar el cine no comercial. Se comportó como un ayudante de parto para los nacientes talentos y sus ignoradas obras: “Mi tarea fue la de una partera, que ayuda a las frágiles criaturas a sobrevivir sus primeros momentos en este mundo, que las protege de los ataques del establishment”. (Revolver. Revista de cine, N° 12, 2005).
En la revista Film Culture, fundada en 1954, se prestaría especial atención a los filmes concebidos en términos líricos o plásticos y no necesariamente a aquellos deudores de la narrativa (adoptada del teatro y la novela). En su columna en el semanario The Village Voice, abogaría por talentos y obras no comentadas en los medios comunes.
La Film Makers Cooperative, fundada en 1962 reúne la más extensa colección de películas independientes y de vanguardia en diversos formatos. En 1970 creció y pasó a ser el actual Anthology Film Archive, filmoteca dedicada al cine entendido exclusivamente como arte (no como historia, documento) para proyectarlo, estudiarlo y preservarlo como tal (no como medio de comunicación masiva ni industria).
El Independent Film Award reconoció durante sus diez ediciones a autores tan disímiles como Cassavetes, Robert Frank, Stan Brakhage; Ricky Leacock, Don Pennebaker, Robert Drew y Al Maysles; Jack Smith, Gregory Markopoulos, Harry Smith, Warhol, Michael Snow y Kenneth Anger.
Así es como el Grupo Nuevo Cine Americano se hizo institución, apostando por una nueva sensibilidad y declarando – en un manifiesto elaborado por Mekas en 1960 – su ética y estética como opuestas a la industria hollywoodense. Para Mekas, el resultado tras medio siglo es innegable. Antes había una cosa: el cine comercial y popular. Ya no se puede afirmar eso más. Se hace cine en cada pueblo de éste y de cualquier otro país. Lo hacen personas individuales sin soporte de grandes compañías. Hay películas y documentales muy personales, diarios filmados, pequeños poemas, de un minuto ó 10, de 6 horas o 7.

Las obras más reconocidas de Mekas en diversos ámbitos cinematográficos son sus diarios filmados. Walden (Diaries, Notes, and Sketches) (1969), Zefiro torna, (1992), As I was moving ahead, occasionally I saw brief glimpses of beauty (2000) están compuestos de momentos robados a su vida diaria, instantes que suelen ser subestimados en su cotidianeidad. Son, nuevamente, destellos de la memoria, con los que logra retrotraer al espectador a la felicidad primitiva de estar vivo en este mundo: gente sonriendo, el sol sobre los cuerpos, rostros tranquilos, sonrisas, flores, frutas, amistad, niñez, naturaleza, familia. Son “celebraciones visuales de los milagros cotidianos”. Según Mekas, a través de la visión se pueden experimentar “ideas del Paraíso”. Pero, tal como el pasado, éste sólo podría ser visto a través de fragmentos. Extractos de vida provenientes de diversas épocas vienen unidas siguiendo el hilo de su memoria en una edición muy atenta al movimiento, al ritmo, al color y a la estructura, buscando la poesía, que es “lo que importa” en el cine.
Sus imágenes adquieren valor más allá de la “imperfección” técnica con la que fueron captadas. Su fragilidad las inviste de mayor poder sugestivo. Sobre todo al pasar la prueba del tiempo, que hace más atractivas las representaciones de sujetos, objetos o momentos valiosos cuando éstos ya no existen. Para él, esas imperfecciones técnicas revelan aspectos de la realidad interior y exterior que no podrían ser captados con perfección técnica. (Web Archive Sense of cinema). Mekas aprendió no sólo a incorporar los errores de su cámara y a acoplarlos perfectamente a su deseo sino que en general transformó muy conscientemente un proceder diletantista en su estilo.
Otra de sus resistencias al cine grande es rechazar la escenificación que no sea la creada normalmente en la vida diaria. No busca clímax ni puntos de giro dramáticos. No misterios. Prefiere que todos sepan lo que va a ocurrir. “En mi cine se trata más de lo que está allí, presente. Probablemente sigo a los Lumiére. No a Hitchcock”. De esta manera logra establecer una conexión íntima y honesta con su espectador. As I was moving ahead…dura casi 5 horas, pero todos se quedan hipnotizados sin irse.
Jonas Mekas filma a diario sin concebir planes para sus archivos. Mayormente inicia un trabajo recopilador lustros o décadas después a partir de alguna motivación externa: antes de que el material termine de degradarse, ante una pregunta sobre su vida, o sobre algún personaje que él conoció (por ejemplo sobre Andy Warhol), o cuando al revisar su metraje descubre un hilo conductor. Es significativo también que edite cuando lo que filmó ya casi no existe. Mekas editaba imágenes que inspiraban a otros a casarse mientras él atravesaba su divorcio. Su criterio editor es que posea suficiente intensidad como para compartirlo, que pueda mostrárselo a sus amigos sin sentirse avergonzado y saber que a él mismo le gustará verlo más de tres veces.
Otro grupo de películas más melancólicas, provenientes de sus diarios filmados está conformado por Lost, Lost, Lost (1975), Williamsburg, Brooklyn (1950–2003); Letter from Greenpoint (2004), entre otros. En ellos retoma el tema del individuo desplazado a la búsqueda de nuevos lugares donde echar raíces. Una frase célebre de Mekas confiesa que no pertenece a ningún país excepto al país Cine. En Viena, parecía haberse conciliado un poco más con el universo: “Primero dije que la cultura es mi hogar, luego cambié: el cine es mi hogar. Ahora sé que el mundo es mi hogar”.

En 2007 se embarcó en 365 days project, para iPod, consistente en videos digitales de 3 minutos entregados uno por día (algunos clips se encuentran en línea). Dícese estar inspirado en el Cancionero de Petrarca. Si bien, especialmente en los primeros días, se nota la exigencia de la idea del haiku – sostener un espacio y sentimiento o atmósfera específicos-, además del cuidado al filmar y editar en cámara (como en la visita a una mujer por sus 95 años en que los diálogos tienen como imagen sus pies desnudos en la cama), no sucede lo mismo con varios otros que parecen marcados por la autoindulgencia. Pienso que es un trabajo desigual en un proyecto desafiante que le exigió mucho más trabajo del que se imaginaba. Si se entra a su obra por aquí se corre el riesgo de tropezar antes de entenderla. En principio la opción por la fuerte inestabilidad de la cámara correspondería a su memoria. Es un recurso aplicado ampliamente en sus filmes anteriores con sobresaliente resultado. Pero, su cámara de cine Bolex era más pesada, estable y agradecida que una pequeña cámara de video de hoy. Probablemente Mekas aclararía que no siendo su objetivo profesional ni comercial, no hay nada que objetarle a su material.
Las últimas obras en video del autor dan el retrato terriblemente honesto, profundamente melancólico de un hombre de avanzada edad, solo, que viaja homenajeado por el mundo, que ha vivido y vive muy activamente, que ha conocido y aún conoce a medio mundo, que es famoso pero que sabe que se va a ir sin haber vuelto a encontrar aquello que vivió a sus cinco años “cuando poseí mi mejor yo”, cuando en canciones le contaba a su padre lo que le había sucedido durante el día, aquel estado Zen que añora – no deja de expresarlo-, la capacidad del presente eterno, ese presente que el filmador, a como puede, con mano temblorosa, aún continúa persistiendo en arrancar de su volatilidad día a día.
Mekas en los últimos años presentó sus filmaciones en monitores paralelos a manera de instalaciones en renombradas galerías o museos. Y en 2009 completó su película: Lituania y el colapso de la URSS, que consta de horas de transmisiones televisivas en torno a la independencia de Lituania en 1991, partiendo de la caída del muro de Berlín a finales de 1989. La particularidad es que esa historia de debates y análisis mediático sobre la Historia fue filmada con el trasfondo de los ruidos de su vida familiar en Nueva York.
Para 2010 anunció su proyecto 1000 y una noches, que contiene 1001 contribuciones suyas y de diversos directores del mundo. A fines de la primera década de los 2000, Jonas Mekas continuó con su labor poética – en su país posee un alto reconocimiento por su escritura; fue vocalista en tres bandas de Nueva York, y trabajó sin pausa como artista, realizador y curador.
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*Este artículo fue publicado por primera vez por Malena Martínez Cabrera en una edición impresa de la Revista Godard! en 2010, tras asistir a dos eventos visitados por Jonas Mekas: un homenaje del Filmmuseum de Viena en mayo de 2008, y la retrospectiva de su obra completa en el Festival DocLisboa en octubre de 2009. Contiene algunas puntuales actualizaciones.
Las fotos corresponden a su visita en DocLisboa 2009.