Por Mónica Delgado
Con La Ciénaga, Lucrecia Martel debutó en el largometraje, y lo hizo a través de un film con una clara y racional estructura que busca reflejar los signos de decadencia de una clase social, con personajes que pasan el verano en una estancia en una zona rural del norte argentino. Más allá de plantear el film como reflejo de un determinado momento social en Argentina, pos crisis económica, lo que me interesa es detectar algunos motivos en torno a la idea de familia que La Ciénaga sugiere. La familia nuclear que Martel propone es ante todo una arcadia femenina quebrada, que se resiste a su gueto y que aún tiene la necesidad de articular sus deseos hacia determinados personajes masculinos que resultan “inconclusos”. Es decir, hombres que cumplen a medias su papel en el marco de una cotidianidad familiar. Un esposo casi ausente, cuestionado por pintarse el cabello para ocultar las canas y la vejez, y que apenas interacciona con sus hijas; un hermano visitante que tiene una pareja mayor que parece ser un alter ego o némesis de su madre -quien yace en una cama debido a un accidente casero- y un pueblerino que solo tiene el rol de embarazar a la empleada de la casa.
En este video propongo una analogía esencial para comprender la conformación emocional familiar, en torno a un hijo que entra y luego sale del cobijo materno, pero no planteado como un problema “edípico” sino sobre un tipo de dependencia que busca siempre una réplica para sobrevivir. Sin embargo, pese a los signos de soledad y decadencia, el entorno de la madre es irrepetible.
La Ciénaga: una familia demasiado próxima from Monica Delgado on Vimeo.