Por José Tsang[1]
“Deseos convertidos en imágenes, deseos contradictorios que la cámara persigue (…); como si en verdad se tratara de una sola imagen, de una sola frase repetida por toda una eternidad, que habrá que perseguir también eternamente, aun a sabiendas de que jamás se logrará darle alcance”.
Blanca Varela, quien usaba el seudónimo Cosme en su columna de cine publicada en la revista Oiga.
Desaparecidos el celuloide y el soporte fotoquímico, la clásica pregunta “¿qué es el cine?” persigue otros sentidos y transita por nuevos caminos. Ahora que el celular es un órgano humano más y múltiples pantallas cohabitan entre nosotros, ¿cuál sería la interrogante adecuada? Habría que preguntarse, ¿qué es el lenguaje audiovisual? En este entorno fragmentado —a pesar de las brechas sociales y de género que todavía subsisten—, las herramientas actuales han ampliado la cancha y visibilizado sensibilidades. Se da forma a imágenes que antes, por más que se las persiguiera, a veces no se podían concretar, aunque hoy el cumplimento de este objetivo tampoco está totalmente garantizado. En un mundo donde las tecnologías se siguen transformando e inciden en la manera de hacer las cosas, se replantean las certezas y las conjeturas.
Algunas intuiciones subjetivas: en los últimos años, buena parte de lo más interesante del cine o de la realización audiovisual en el Perú ha sido hecho por mujeres. Son trabajos concebidos lejos de una plataforma masiva, sin aspiraciones de ser éxitos de taquilla o de romper récords de reproducciones. Son miradas desarrolladas no desde el centro, sino desde la periferia o a través de una ruta alternativa. En este texto, esas intuiciones se enlazan con tres realizadoras: Ximena Medina Vásquez (Lima), una de las creadoras del mediometraje Las_chicas.mp4 (2021); Geraldine Zuasnabar (Huancayo), fundadora del colectivo Chola Contravisual; y Sofía Velázquez Núñez (Callao y Lima), directora de De todas las cosas que se han de saber. Ellas se desenvuelven, sobre todo, en la no-ficción, que no reproduce precisamente lo real, sino que propone miradas y narrativas desde lo real. Bajo esta premisa, se difuminan los límites entre el documental, la ficción y la representación; se abren territorios y se exploran imágenes que otros no han intentado cazar.
En el anhelo de darles alcance a esos planos y visiones, ¿se recurre al cine o al lenguaje audiovisual? ¿Cómo impactan los estereotipos y prejuicios sobre las mujeres? Este texto va en busca de reflexiones sobre este y otros asuntos.
Las_chicas.mp4
Cuatro compañeras de curso conversan por Zoom y Google Meet. La pandemia ha naturalizado sus usos. Son días raros e inciertos. Aún no se inyectan las vacunas contra la Covid-19 a nivel masivo. En el cielo opaco de Lima irrumpen rayos y truenos. Ellas son Ximena Medina Vásquez, Romina Bran, Valeria Marín y Francesca Bobbio, las responsables de Las_chicas.mp4, tanto delante como detrás de la cámara. Sus charlas son genuinas y espontáneas, con un tono que empatiza, engancha y desarma. Como ha anotado Ximena en Instagram, es una “perspectiva más fresca, libre o conchuda con la que yo me podría apoderar de mi historia”. Las cuatro conversan como se habla en la vida real, lo que incluye jergas, risas y miradas preocupadas, y esquivan esa falsedad recurrente del cine y la televisión. Las videollamadas y las charlas por WhatsApp son confesionarios y refugios. Así se cuidan entre ellas. Es la sororidad a distancia.
También hay representaciones e intervenciones digitales. En un momento, la pantalla de una computadora copa el encuadre y se mueve el cursor del mouse, que abre carpetas y activa archivos de foto y video, como si se adentrara en el interior de una persona. En otra escena, se escribe y se dibuja con herramientas virtuales sobre la foto del cuerpo desnudo de una mujer, y se ironiza sobre los dogmas del catolicismo. Con estos recursos, las palabras y la voz en off, se exponen recuerdos íntimos y traumáticos, como los daños ocasionados por un abuso sexual. A su vez, se cuestionan las representaciones dominantes y estereotipadas de la mujer y su sexualidad. Se arremete contra la imposición de un ideal del cuerpo femenino que, de no ser alcanzado, atentará contra la autoestima y producirá violencia, y se reclama que las representaciones de la homosexualidad en numerosas ficciones tomen en cuenta únicamente a los hombres y omitan a las lesbianas. Es un logro que las observaciones de Las_chicas.mp4 no caigan en el panfleto. La originalidad, la autenticidad y el tino de sus recursos expresivos lo eluden, potencian los apuntes sagaces y cobijan un proceso catártico.
Creación y vida se funden en Las_chicas.mp4. Sin embargo, irrumpe la muerte. Durante el desarrollo de esta obra, la mamá de Ximena fallece. El mediometraje está dedicado a ella. ¿Cuál es el sentido del arte en este contexto? ¿El cine puede trascender a la muerte?
No hay en el cine peruano otro trabajo parecido a Las_chicas.mp4, elaborado por cuatro estudiantes talentosas del último ciclo de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quienes se reunían virtualmente para planificar su proyecto final de carrera, el cual terminó siendo esta obra.
En el párrafo anterior se mencionó “cine”, aunque es posible referirse a una narración transmedia. Si bien el relato de Las_chicas.mp4 es deudor del lenguaje cinematográfico, también es cierto que incorpora imágenes registradas en formatos variados, como el encuadre vertical captado por un celular que muestra los rayos sobre el cielo gris de Lima, o la escena donde se usa Photoshop para recortar una foto de Ximena y centrarse en sus ojos, como si se auscultara su identidad. Tal vez ella se pregunte: “¿quién soy?”, o quizás afirme: “mírame, soy yo.”
Con el fin de desarrollar este texto, corroborar informaciones e intercambiar opiniones, se contactó a Ximena. Ella aceptó conversar y advirtió que estaba yendo de un país a otro por su trabajo como fotógrafa en un barco de crucero. A semejanza de Las_chicas.mp4, se acordó que las charlas serían por videollamadas, que nunca serán óptimas o tendrán que interrumpirse debido a las restricciones de conexión.
En noviembre de 2022, cuando Ximena llevaba un mes en el barco de crucero, ella contó en Instagram que se sentía triste y enojada, que el barco era un espacio violento para las mujeres, que por esos días era la ceremonia de graduación de la universidad, en la que no iba a participar, y que le apenaba no haber recibido una respuesta de su Facultad, especialmente si se consideraba que completó el pregrado en el momento más difícil de su vida, en el que murió su mamá por la Covid-19. A esto le siguió, semanas después, el fallecimiento de su abuela por cáncer; y, posteriormente, luego de unos meses, su abuelo murió de causas naturales.
En las comunicaciones intermitentes con Ximena, ella comentó que no se estaba escapando con el trabajo en el barco de crucero. La realizadora creía que era una manera de reconocerse permanentemente, a raíz de sus adaptaciones a los cambios constantes. Al confrontar su presente con sus versiones anteriores, ahondaba en el conocimiento de sí misma.
Ximena añadió que se estaba adaptando mejor a las rutinas en el barco y que ha aprendido a lidiar con distintas situaciones, lo que la ha hecho más fuerte y resiliente, a la vez que procuraba disfrutar la travesía, con frecuencia rodeada de agua e inmensidades. Antes de cortar la videollamada, ella alcanzó a decir que, si Las_chicas.mp4 funciona, ello se debe a la autenticidad y la naturalidad de sus cuatro realizadoras y protagonistas. Esa frescura desvanece la frontera entre la vida y la creación.
¿Cuál es el sentido del arte? ¿De qué forma la muerte influye en la realización? No se llegó a formular ambas preguntas a Ximena en medio de las comunicaciones entrecortadas. Quizás sea mejor así. Las_chicas.mp4 continuará resonando en quien la vea y generará nuevas connotaciones, mientras Ximena sigue con su viaje y futuras imágenes aguardan por ella.
Chola Contravisual
Si bien hay más realizadoras que antaño, la dirección audiovisual o de cine suele ser ejercida mayoritariamente por hombres. Un vistazo general sugiere que, fuera de Lima, la brecha es igual o más amplia, como es habitual en el Perú en casi todos los campos. Muy pocas mujeres y personas trans o no binarias asumen la dirección en el norte, sur, centro u oriente del país. En este entorno disparejo, reconforta la presencia del colectivo Chola Contravisual, de Huancayo. Su declaración de principios es rotunda. Sus integrantes son feministas quechuas que buscan alcanzar existencias dignas, libres y felices para las mujeres y los disidentes de las normas sexuales y de género, por medio de la creación audiovisual, la gestión cultural y la articulación de redes en el Perú y Latinoamérica. Es una resistencia y revuelta contrahegemónica, que apunta a desmantelar los discursos racistas, clasistas, centralistas, patriarcales y coloniales, a instaurar procesos de sanación y restauración, a visibilizar lo que no tiene presencia en las imágenes y los sonidos, y a darle lugar a las tradiciones y a la memoria ancestral. Grabo y reproduzco, luego existo.
La disidencia también se rebela a un lenguaje que —como lo reconoció el escritor Arturo Pérez- Reverte— se basa en normas y pautas machistas, y que fue acordado por una Real Academia Española igualmente machista, porque la sociedad de ese entonces lo era, aunque él está en contra de cambiar las reglas de inmediato, ya que la evolución del lenguaje debe ir a la par de los consensos y los avances de las dinámicas históricas y sociales. En cambio, Chola Contravisual va a otro ritmo. El uso del lenguaje inclusivo por parte del colectivo responde a esa urgencia. Se excluye la entraña machista: todes, compañeres, no binaries o lxs disidentes.
Entre sus producciones figura Mejor chola que mal acompañada, que, según sus propias gestoras, es una ‘chiquiserie’ web que aborda los sentires de la mujer andina, serrana, feminista y diversa durante la pandemia. En sus capítulos destaca el registro de la cotidianeidad, del entorno y de la intimidad, y una voz en off confesional y resiliente, que alienta a superar obstáculos.
Otra propuesta es Voces hechiceras, que difunde los trabajos de “lxs artistas mujeres, trans y no binaries del sector musical”. Sus episodios apelan a un estilo que mezcla el documental, el reportaje, la escenificación sonora y el video musical. La primera temporada contó con la participación de Horregias, combativo grupo chileno que se autodefine como una banda mega-lesbiana de punk y rock; Mare Advertencia Lirika, afilada rapera mexicana de origen zapoteca; y Farrah, rapera limeña plausiblemente frontal y contestataria. En una cuenta de sus redes sociales, sobresale esta frase de Farrah: “Con el corazón roto, pero sin joder a nadie”.
La segunda temporada de Voces hechiceras se grabó en Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Junín y Puno, las tierras de las abuelas y los abuelos de las integrantes de Chola Contravisual, donde varias propuestas musicales hacen perdurar las identidades sonoras, las actualizan o las profundizan. El aura de las montañas y los campos arropa varios planos.
¿Chola Contravisual adopta los principios del llamado “cine de guerrilla”, en los que la autogestión, la libertad, la independencia, el apremio por expresarse y la colaboración son fundamentales? Se le envió la pregunta a Geraldine Zuasnabar, una de las fundadoras del colectivo, quien respondió con mensajes de audio. Ella prefirió decir que hacen “audiovisual de guerrilla” y que las producciones de Chola Contravisual están más cerca del video de creación que del cine. Añadió que sus procedimientos cuestionan la perfección y la aspiración de ganar premios en los festivales; y que, en lugar de esas pretensiones, han optado por aprender haciendo y valorar la evolución de los procesos.
Geraldine también remarcó la relevancia de la gestión de actividades culturales que involucran a las comunidades. Es un compromiso con la cooperación y la retribución que se reforzó en ella luego de haber vivido seis años en la capital, donde concluyó sus estudios en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. Después, Geraldine retornó a Huancayo dispuesta a devolver a su ciudad y otras regiones lo que había aprendido. Mientras muchos piensan que un regreso de este tipo es un retroceso, ella está feliz con su decisión.
La integrante de Chola Contravisual pertenece a la primera generación de su familia que accede a estudios universitarios, por lo que ella valora aún más el cumplimiento de un deseo que es compartido por muchas personas de las regiones. De otro lado, la realizadora constató la desigualdad feroz de la capital: vio una Lima hegemónica y otra de todas las sangres, lo que profundizó su visión de las contradicciones del país.
En otro momento, Geraldine incidió nuevamente en ese trayecto circular que la trajo de vuelta a Huancayo y la acercó a las comunidades, y en el modo de actuar de Chola Contravisual que promueve transformaciones. Al respecto, agregó que se le da la contra a un sistema en el que todo va muy rápido; y que, por ello, es saludable cerrar los ojos, sentir lo que se está viviendo, generar procesos fuera de lo racional y lógico, y abordar dinámicas más sensoriales.
Es un accionar dialéctico: disentir, luego dirigir; o deconstruir, para después crear. Desde esa ruta de la disidencia y la realización, Geraldine recomendó el trabajo de directores trans como Arturo Dávila, de Trujillo, y de Bruno Montenegro, de Arequipa, ambos dispuestos a registrar vidas no binarias en sus relatos audiovisuales. En la misma línea, Geraldine dirigió Tunanteras (2019), corto documental sobre un grupo de mujeres trans que se expresan con la tunantada, la danza tradicional del Valle del Mantaro. Ella acotó que aún hay que trabajar mucho para que más personas sean parte de un tejido que las cobije, acompañe y apoye.
Impulsada por este propósito, Chola Contravisual prosigue con la resistencia, la búsqueda de imágenes y el fomento de los lazos comunitarios.
De todas las cosas que se han de saber
Una película de no-ficción sobre el influjo del poeta César Vallejo en la cotidianidad y el modo de ser de distintas personas, y que también es mucho más que eso. La responsable de este logro es Sofía Velázquez Núñez, la directora de De todas las cosas que se han de saber. Se trata de una obra con una riqueza de lenguaje muy poco habitual en el cine peruano. Su puesta en escena muestra un equilibrio particular. Su mirada es lúdica, antisolemne, aparentemente sencilla y, a la vez, compleja. En ella cohabitan el documental, la realidad, la ficción, la fantasía, el humor y la poesía. Las posibilidades del cine así lo permiten.
En la película, Sofía y su equipo de rodaje llegan a Santiago de Chuco, la ciudad de nacimiento de Vallejo, el hacedor de versos que abren rutas inéditas. Los realizadores ocupan el teatro principal y organizan audiciones. Los habitantes participan en esas dinámicas, declaman, recitan, sonríen, actúan y representan. La palabra gravita y convive en armonía con las imágenes y los sonidos, gracias a las estrategias cinematográficas escogidas por Sofía. En varias escenas se aprecia a los miembros del equipo de rodaje en pleno trabajo, planificación, conversación o interacción. A diferencia de los filmes que fuerzan la incorporación del metalenguaje, en De todas las cosas que se han de saber la presencia de los realizadores tiene pleno sentido. Ver “cómo se hace cine” se justifica en una búsqueda del lenguaje que también es contada en la película. Esta exploración se traduce en una sensación de libertad audiovisual y narrativa.
No fue fácil plasmar el lenguaje del filme. Así lo contó Sofía cuando se le preguntó por ese proceso. Ella terminó el rodaje muy contenta, confiada en que tenía todos los materiales que necesitaba. Sin embargo, cuando llegó la etapa del montaje, algo pasó y se perdió. La construcción de la película no cuajaba. La directora se asustó. Pero las crisis pasan. Luego de muchas reflexiones y conversaciones, Sofía retomó el rumbo y se reconectó con la idea del juego y la libertad. Además, se percató de que su voz en off era la aliada que le faltaba. Finalmente, ella decantó una apertura que es una analogía de ciertas estructuras de la poesía, y que viabiliza idas y vueltas de situaciones y voces sugerentes.
Consultada por los hallazgos de esa búsqueda estética, donde la sencillez envuelve polifonías y capas de sentido, Sofía respondió: “Me deja tranquila que la película sea vista por gente que le encuentra complejidad y la valora, y que también sea vista por gente que no le encuentra ninguna complejidad, pero que se conecta con cosas simples. Eso me parece maravilloso”. Es clave esa cualidad de estar al alcance de cualquier persona. Sofía señaló que la poesía de Vallejo sale y vuelve a ese espacio cotidiano, que puede ser la cocina, una calle, una conversación o una cena. Por ello, ella reivindicó esa sensación en la película. La directora anotó que este rasgo se vincula con una idea comunista de Vallejo, según la cual la belleza debe ser posible de acceder para todos. La belleza es un derecho.
También se propuso a la realizadora que reflexione sobre la dirección de cine a cargo de las mujeres. A través de mensajes de audio, Sofía tomó la palabra e hizo sentir su voz, a semejanza de los habitantes de Santiago de Chuco que recitan en las audiciones de la película. Este es un resumen de sus meditaciones:
-Hay muestras de cine con temas importantes relacionados a las mujeres, al género o a la reivindicación de derechos que nos están negando. Eso me parece fundamental. Pero, ¿y qué pasa con el lenguaje y las exploraciones formales? ¿No sería un espacio interesante para poner una voz y una huella, y no solo en los temas? ¿Dónde está el riesgo? El patriarcado es tan bestia, tan sin límites, que hasta eso les niegan a las mujeres creadoras. Nos colocan en un lugar donde tenemos que defender lo que no tenemos con uñas y dientes, y nos quitan la posibilidad de embarcarnos en exploraciones que no tengan que ver con esa defensa. Eso me parece duro y macabro. Y me parece importante resistirse a ello, y decirlo.
-Sé que estoy en un lugar de privilegio desde el cual, como directora, puedo tomar decisiones sobre cómo quiero hacer mi trabajo, con quiénes quiero trabajar o qué estereotipos y malas costumbres deben ser alejadas. Pero también hay que reconocer que trabajamos en precariedad en el Perú, lo que le toca más duro a la mujer, desde un sistema de rodaje en el que, por ejemplo, la menstruación es algo de lo que no se habla. Cuando tengo mi período menstrual, de los tres días en promedio, por lo menos un día y medio estoy anulada, con cansancio y dolores, y no solo yo, es algo que le pasa a mucha gente. En un rodaje, eso no se toma en cuenta.
-Para las mujeres es muy difícil contrarrestar los estereotipos. Desde lo personal, el reto fue quitarme el estereotipo internalizado en mi cabeza, ya que intenté construir un rodaje mixto o híbrido, donde había cosas súper marcadas y otras no tanto, por lo que tenía miedo de parecer poco profesional o seria ante el equipo (…) También me sentía corta de ejercer el poder desde la dirección, lo que a un hombre no le hubiera pasado. Me cuestiono mucho esta idea de la dirección como un espacio de poder.
Felizmente, con la colaboración y el apoyo de su equipo, Sofía gestionó retos y obstáculos, y propició que De todas las cosas que se han de saber arribe a buen puerto. El resultado es una película singular y rica en descubrimientos, que deja lecciones y pautas de las que puede echar mano en sus próximas exploraciones.
Apuntes finales
¿Cine o realización audiovisual? Lo que importa es el lenguaje.
En las imágenes en movimiento, la referencia primaria es el lenguaje cinematográfico.
En el análisis de un video en TikTok o de una hipotética película peruana sobre la influencia inquietante del ChatGPT, hay alusiones al lenguaje del cine, así sea un guiño para nada evidente. Incluso si no se lo menciona o alguien afirma que no tiene ningún sentido hablar de cine, su lenguaje ronda en los alrededores. Puede estar cerca o lejísimos, pero por ahí anda. Su ausencia es presencia. De otro lado, no es posible probar las intuiciones descritas en la introducción de este ensayo: lo mejor del cine peruano de los últimos años ha sido desarrollado por mujeres. Sin embargo, el texto intenta contradecir esa aburrida verificación objetiva. No está mal tomar partido. Es bueno entusiasmarse por expresiones elaboradas con tesón y talento. En cambio, con seguridad hay consenso sobre la urgencia de combatir la persistencia nociva de brechas y estereotipos de género. Es prioritario esfumarlos, en el oficio del cine y en la vida. Es necesario evolucionar y seguir preguntándose hacia dónde debe enrumbarse el lenguaje cinematográfico, o hacia dónde se dirige la persecución de los futuros planos y encuadres.
Las imágenes que vendrán dependen de todos y todas.