Por Narda Liotine
Un universo autosuficiente, vivo y acosado, ha sobrevivido durante siglos en los buques que surcan los mares, donde el derecho marítimo establece pactos de muerte y trabajo con la ley natural. Como las aguas que escapan ineluctablemente a la inmovilidad, esta relación sólo conoce el trabajo y la acción.
Introducido por los versos de Job sobre el monstruo ancestral del que toma su título en una cuestionable fuente gótica que vuelve en los créditos finales, el documental Leviathan realizado por el cineasta y etnógrafo británico Lucien Castaing-Taylor y la documentalista y antropóloga francesa Véréna Paravel es un reportaje vívido y envolvente sobre la pesca de arrastre en alta mar en la costa de Nueva Inglaterra. La evocación inicial parece apta para recoger los hilos del mito que desde el texto del Antiguo Testamento pasa por Melville en la ficción moderna y toca a Hobbes en el pensamiento político occidental, tomando prestado del primero el tema de la actividad humana desafiada por el peligro marino y convirtiéndose casi en una alegoría del segundo.
Leviatán se abre bruscamente, cuando las cosas están hechas, sobre las poleas y las redes arrancadas, vaciadas y arrojadas de nuevo al mar a través de la filmación agitada y sucia de una cámara que pasa de mano en mano, de pescador en pescador en una múltiple subjetividad alterada por la ansiedad del trabajo humano, por el esfuerzo de la acción filmando a menudo objetos cuyos límites y rasgos no se comprenden, oscurecidos por la noche y húmedos por la salinidad y el agua. De nuevo, de las cámaras montadas por decenas en el mástil, en los costados del barco, en la bodega, derivan las perspectivas de visión que contribuyen a recomponer la realidad no mediada, no aclarada, de la pesca mercante, pero flagrante en sus manifestaciones hipnotizadas porque captadas a través de la crueldad de lo flagrante. Leviathan es una experiencia visual total, inquietante hasta el punto de que en el montaje las perspectivas desplazadas del vuelo de las gaviotas, filmadas primero a babor y luego a estribor, resultan alienantes y perturbadoras, acentuadas por el chapoteo del fondo.
Con Leviathan nos encontramos ante una obra casi enteramente etnográfica. Limpia y esencial, salvo las escasas concesiones a la compasión y a la impresionabilidad propias del documental propiamente dicho, la película roza la perfección. En su discreción casi científica, recuerda los trabajos etnográficos de Vittorio de Seta, sus Pescherecci, Lu tempu di li Pesci Spata y Contadini del Mare, el mismo sonido en directo que lo domina todo y asedia al espectador, la justa distancia con el objeto, el trabajo, la labor devuelta aparentemente intacta.
Dirección: Véréna Paravel, Lucien Castaing-Taylor
Producción: Véréna Paravel, Lucien Castaing-Taylor
Fotografía: Véréna Paravel, Lucien Castaing-Taylor
Montaje: Véréna Paravel, Lucien Castaing-Taylor
87 minutos