Por Mónica Delgado
¿En qué sentido dialogan dos films a simple vista muy opuestos? Dead Ears es un documental que va adentrándose en la relación de un padre anciano y un hijo sordomudo en una zona rural de Lituania, mientras que The Road Back es un film experimental impresionista que indaga en el recuerdo de un hijo mayor hacia su madre muerta. Este hilo del encuentro filial, del amor en un caso y la repelencia en el otro, permite establecer los vínculos que más que unir, distancia formal y argumentalmente a estos dos trabajos.
Presentado en un programa doble, dentro de la sección Diálogos del festival Lima Independiente, ambos films van estableciendo estos nexos desde la sensibilidad hacia el padre o la madre y la respuesta de los hijos. En la lituana Dead Ears es evidente la serie de acciones que permite comprobar la pésima interacción, no solo por la discapacidad que presenta el hijo y que se ve como causa de todo este maltrato familiar amparado en el aislamiento del lugar, sino por la convivencia forzada por años entre el padre y su primogénito. Linas Mikuta va mostrando dos capas, del hijo en su trabajo con el ganado (esquilando ovejas), y del padre presionando a que el hijo haga las cosas como él quiere en la granja.
Hay un lado de soledad claro, que Mikuta traslada a las atmósferas de los bosques y la neblina que todo lo absorbe, donde esta familia en crisis no tiene salida. Sin embargo, para poner un ejemplo de antítesis, el cineasta logra que su personaje del hijo asuma un rol paternal con los animales que cría en oposición a la actitud hosca y agresiva del padre, y que solo es posible desde el instinto de protección que todo ser humano posee y que el padre parece haber perdido. Hay un par de planos notables que dejan observar al hijo en estos rituales cotidianos de cuidado de los animales que se convierten en actos de amor supremos y que Mikuta sabe extraer con una asertividad y delicadeza inusitada. Un documental que pudo estar en las listas de lo mejor de 2016.
En cambio The Road Back es una búsqueda nostálgica de un lugar que ya no existe a partir de un concepto o metáfora muy utilizada en diversos trabajos cinematográficos: el devenir del tiempo en el cine desde la figura de los vagones, rieles y trenes. Vagones como fotogramas, frames en montaje que sugieren el ritmo de los rieles. Y es desde esta apuesta impresionista, visual y sonora, que el artista y cineasta belga Maurits Wouters va estableciendo una percepción del tiempo en relación a una madre ausente, que poco a poco se va materializando en la conformación de un nuevo espacio utópico, desde la memoria y algunos insertos footage para graficarlo.
El fantasma de la segunda guerra mundial, la recuperación del pasado, la construcción de una nueva memoria desde la fluidez e irremediabilidad del tiempo son motivos que Wouters usa para componer ese nuevo espacio que la madre ayuda a concebir, ya como deseo o como sentido homenaje. Toda la humanidad que se ve reñida con el actuar del padre en Dead Ears se ve aquí compensada por esta ensoñación que va sublimando sentimientos filiales y que se hace tangible en una escena final que ya muestra un nuevo entorno bucólico de tranquilidad (con un toque de humor incluso), donde la memoria pueda cobijarse y guardar sus mejores momentos.
Sección Diálogos
Dead Ears
Dirección y guion: Linas Mikuta
Fotografía: Kristina Sereikait?
Montaje: Linas Mikuta, Kristina Sereikait?
Música: Povilas Vaitkevi?ius, Benas Šarka
Edición de sonido: Saulius Urbanavi?ius
Productor: Jurga Gluskinien?
Lituania, 2016, 42 minutos
The Road Back
Director: Maurits Wouters
Guión: Maurits Wouters
Música: Jeroen Van de Sande, Ronald Brosens
Fotografía: Maurits Wouters (B&W)
Bélgica, 2016, 31 min.