Por José Sarmiento Hinojosa
Los comentarios bajo la mesa, intervenciones públicas de cineastas, críticos ortodoxos y otros personajes que anuncian la muerte o decadencia del cine desde hace décadas parecen ignorar monumentalmente la clara evidencia de que pasa por un momento de revitalización de la mano de una serie de cineastas jóvenes que vienen haciendo otro tipo de cine, llámese Nuevo Cine Rumano, Nuevo Cine Gallego, Ethnographic Sensory Lab, Nuevo Cine Argentino, etc., sin mencionar siquiera a autores de la vieja guardia como Bressane o Vecchiali (por mencionar solo a dos) que siguen reinventándose a estas alturas del siglo con obras destacables. Nunca la frase “no hay peor ciego que el que no quiere ver” fue mejor usada.
En todo este movimiento de nuevas cinematografías, llama la atención los esfuerzos de cineastas como Teddy Williams o Nele Wohlatz, que discurren por los cauces del un cine “global” donde la multiculturalidad es piedra angular de la búsqueda personal de una identidad. El lenguaje, en formas dialécticas y soportes digitales, permite el tránsito de estos seres como Xiaobin en El Futuro Perfecto y Exe, Archie y demás jóvenes en el último film de Williams, El Auge del Humano, personajes que son causa o consecuencia de esta brecha de comunicación que lucha por abrirse en una generación inmersa en lo virtual. Con este punto de partida, es también el lenguaje del cine el que muta, cambia, transita, busca nuevos rumbos para forjarse de la misma forma, una nueva identidad.
Hay una extraña transparencia en el film de Williams, con esta partida desprolija de cámara en mano en largos planos secuencia en un recorrido donde el dispositivo se evidencia así mismo bajo las miradas de extraños que observan a la cámara, mientras la misma discurre con cierta discreción detrás de sus personajes. A primera vista, los primeros personajes de Williams son jóvenes desfranquiciados, slackers, que buscan un curso (un camino, recorrido) para sus vidas, en trabajos fallidos y encuentros para vender sexo virtual en salas de chat. Mediante las pantallas, viajamos de Argentina a Mozambique, un puente digital tendido por el realizador argentino para evidenciar cierto espíritu compartido, cierto sentido de transición y de recorrido, bajo inquietudes similares (lo onírico, la búsqueda de conexión) y ramas de conexión difusas que se fortalecen y debilitan de acuerdo al camino que toma cada personaje.
Este sentido de “comunidad en tránsito”, que parte también desde su última realización I Forgot! (2014) se ve reforzada por un trabajo notable de cámara al transferir el universo humano (tendiendo un nuevo puente mediante la perturbación de lo orgánico -la orina) a la documentación entomológica, en uno de los mejores segmentos de la película de Williams. Estas circulaciones, que van de lo urbano a lo subterráneo, de lo subterráneo a la jungla, son un recorrido que finalmente empata con la realidad de lo virtual. Filmado en un azulesco frío, se mide el pulso de una fábrica de tablets o smartphones, del mismo dispositivo omnipresente en todos los universos, que parece dilatar o expandir el tiempo y ser el origen o punto de partida de todas las situaciones: En Filipinas, de noche, una joven busca un cibercafé en medio de un paisaje de jungla rural, en Argentina, otro se preocupa por la caída del Wifi, en Mozambique, muchachos se divierten frente a una webcam para ganar dinero.
Williams medita, incomoda, transita, reposa y por momentos es un observador brillante que a mano alzada, revitaliza el lenguaje del cine que otros declaran muerto (o demasiado aburrido).
COMPETENCIA INTERNACIONAL
Director: Eduardo Williams
Escrito por: Eduardo Williams
Cast: Sergio Morosini, Chai Fonacier, Domingos Marengula, Rixel Manimtim, Manuel Asucan, Irene Doliente Paña, Shine Marx
Argentina, 2016