Por Mónica Delgado
Mis hermanos sueñan despiertos, segundo largometraje de la cineasta chilena Claudia Huaiquimilla, es una ficción inspirada en hechos reales sucedidos dentro de un centro de detención juvenil. Es la historia de dos hermanos adolescentes que viven allí junto a otros jóvenes a la espera de su libertad. En este sentido, es un film de aprendizaje, pero tal y como la directora lo plantea, más aún hacia el final, se trata también de una película de denuncia, que busca generar empatía con las víctimas de este tipo de políticas de reconversión y punitivistas.
La perspectiva de este largometraje se centra en el personaje de Ángel (Iván Cáceres), y es desde su mirada transparente y paternal con su hermano menor Franco, que nos adentramos en este centro juvenil, en sus dinámicas, particiones, jerarquías, opresiones, pero también desde la relación entre pares, donde al parecer, más allá de las diferencias, priman reglas básicas de convivencia. Por otro lado, esta mirada desde los adolescentes, y que Huaiquimilla transmite de modo jovial, cercano, cálido, se diferencia del ámbito institucional, que encarna una profesora (la reconocida actriz Paulina García), quien se vuelve puente con el mundo “adulto” y dentro de la ley; quien además se muestra comprensiva y trata de aligerar algunas presiones propias de una prisión.
En el universo de ficción de Huaiquimilla, esta cárcel luce apartada de la sociedad, una isla ubicada en un entorno de campo y verdor, espacio que se vuelve a la vez motivo onírico -y que se inserta en varios momentos del film- donde adquiere la dimensión física de la libertad. Este afuera también se encarna con los seres que se evocan y que estan ausentes: madres, padres, hermanos, que parecen seguir con sus vidas al margen de los pesares de estos jóvenes internos. Es el caso de Franco, quien luce vulnerable, ante el alejamiento de su madre y todo lo que ello significa. Y es allí que va aflorando este rol catalizador de Ángel, de mediador, cómplice, aliado y amigo ante diversas situaciones, no solo con su hermano sino con todo el grupo: llegada de nuevos internos, algunos gestos de hostilidad ante los posibles “malos” del lugar, la visita de los abuelos, o la ausencia de la madre. Y desde este plano íntimo, desde sueños y deseos por un futuro mejor, incluso el inicio del film revela estas ambiciones de salir de la cárcel, trabajar, estudiar y tener hijos. Posibilidades humanas y sencillas que por el mismo hecho de la prisión, puedes verse frustradas.
En Mis hermanos sueñan despiertos, los mejores momentos llegan cuando aparecen los montajes paralelos a ritmo de cumbia o hip hop, cuando se ponen en marcha estos encuentros de confraternidad, o cuando Ángel genera algunas reflexiones en el grupo. Hay una secuencia donde la cámara ausculta a los personajes echados en el patio mientras se toman un descanso y escuchan (mientras nosotros vemos) la historia de un adolescente que fue linchado tras una acusación falsa. Es un momento primordial en el film, porque no se trata solo de describir al protagonista y su entorno, sino de identificar algunos elementos de desazón en torno a la figura del adolescente incomprendido, como un clásico outsider de la sociedad. Y con ello, el film no solo adquiere la dimensión de una crítica al sistema carcelario, sino a toda la sociedad.
Si bien el subgénero de cárceles, muy amado por la exploitation y demás cine efectista, se presta para exagerar o usar morbo en las escenas, aquí la cineasta Claudia Huaiquimilla huye de estas convenciones y opta por construir retratos humanos, inmersos en un sistema social que si bien no luce del todo hostil (no existe un énfasis en las bestialidades o abusos policiales o demás políticas carcelarias) es responsable del devenir o suerte de estos personajes. Sin embargo, luego de la exposición cuidada del tramado de amistades y lealtades, aparece la denuncia en trazo grueso, enfatizada por los textos al final del film que explican la ficción y su nexo con la realidad. No solo generan la alerta sobre una situación hostil y una política carcelaria criminal, sino que podría contradecir esta evasión del aspecto aleccionador que mencioné y que sí tienen la mayoría de films de serie B carcelarios por ejemplo. Por un lado, el subgénero de cárceles, más allá del espectáculo, surge con un afán evasivo pero de carácter moralista, que busca crear conciencia sobre lo que pasa si terminas en un lugar de ese tipo, donde te violan, masacran y enajenan, y por otro, el uso de estos textos al final del film podría enfatizar una suma a una estadística. De todas formas, Mis hermanos sueñan despiertos, es un film que crece de la mano de sus actores, y de algunas situaciones que hablan de un país, como otros países latinoamericanos, donde la opresión es selectiva.
Cineasti del presente: Mis hermanos sueñan despiertos
Directora: Claudia Huaiquimilla
Guion: Claudia Huaiquimilla, Pablo Greene
Fotografía:Mauro Veloso
Edición: Andrea Chignoli, María José Salazar
Sonido: Carlo Sánchez, Miguel Hormazábal
Directora de arte: Karla Molina
Reparto: Iván Cáceres, César Herrera, Paulina García, Andrew Bargsted, Julia Lübbert, Sebastián Ayala, René Miranda, Luz Jiménez, Ariel Mateluna, Claudio Arredondo, Belén Herrera
Productores: Pablo Greene Flaten, Mariana Tejos Martignoni
Chile, 2021, 85 min.