Por Libertad Gills
Angela alias “Bóbita” (icónicamente protagonizada por Ilinca Manolache) es la nueva antiheroína que necesitábamos. “Munca, munca, munca” (“lavoro, lavoro, lavoro”), cuenta Angela para explicar la repetición y futilidad de su cotidianidad laboral. Filmada con la textura granular del 16mm por el fotógrafo Marius Panduru en blanco y negro, en su vestido de lentejuelas que produce movimientos de luz en el plano y reflejos en su rostro, Angela viaja de un lado a otro en su auto, en su trabajo de conductora/asistente de producción/ documentalista con fines poco éticos. En sus momentos de “descanso”, produce videos de TikTok con su personaje alter ego, un machista con filtro de hombre calvo con cejas gruesas, llamado Bóbita. Estos vídeos le ofrecen una suerte de fuga para desahogarse del estrés del trabajo (y, a nivel formal representan una ruptura con la película análoga con su formato digital), pero también le quitan cualquier posibilidad de un verdadero reposo a la protagonista. Angela no para de laburar.
Tal vez maneje un poco peligrosamente (hombres la putean en la calle y le gritan groserías), pero pareciera ser necesario manejar así en Bucarest para sobrevivir. Angela es una sobreviviente -de la ciudad, del machismo, del trabajo y del capitalismo-, una mujer que trabaja para pagar sus cuentas y que, al mismo tiempo, es muy consciente y crítica de lo que la rodea. Es una mujer que lee y que conoce la historia de su país. Habla sin pelos en la lengua y los llama basura a todos, aunque siga trabajando para ellos.
La trama de la película gira en torno a una relación (cinematográfica) entre la vida en la carretera de Angela y la vida de otra mujer llamada Angela, protagonista conductora de la Rumanía comunista del film Angela merge mai departe (Angela sigue adelante, Lucian Bratu, 1981). Las películas se entretejen en un contrapunto histórico y formal. Dos épocas distintas de Rumania, pero una misma situación: una mujer trabajadora, en búsqueda de un poquito de humanidad en una ciudad hostil. Las dos Angelas (Ilinca Manolache y Dorina Lazar) se juntan en una majestuosa -aunque angustiante- escena final, una suerte de remake de La Sortie de l’usine Lumière à Lyon (Louis Lumière, 1985), que en vez de 60 segundos, dura 30 minutos, con un twist estético referente al video musical de “Subterranean Homesick Blues” (1965) de Bob Dylan.
La búsqueda de la justicia en este contexto es inútil. Los empresarios ya ganaron y la única solución es encontrar un poquito de amor en la carretera; algo que en la película también está reducido a su forma menos idealizada, pero no por eso menos tierna. Don’t expect too much from the end of the world, además, es un título muy divertido para repetir en un contexto de festivales y del miedo masivo frente al cambio climático (viene de una cita del polaco Stanislaw Jerzy Lec, citado algunas veces en el film). No se preocupen liberales, ya estamos en el end of the world. Y no se parece en absolutamente nada a una película de Hollywood. Que se mueva a un lado la sedienta de venganza Uma Thurman de Kill Bill (2003); Angela alias Bóbita alias Ilinca Manolache ha llegado para tomar su lugar. Ya no se trata de la venganza a lo Tarantino, sino de encontrar dentro de la explotación una fuga de libertad, aunque sea con la ayuda de un filtro. En esta sociedad (que es la nuestra), lo más parecido a la venganza es escupir en la comida de los dueños del mundo y el quemeimportismo como mantra frente a un trabajo mal pagado.
Quizá el vicio del film sea su desmesura, lo que hace que la película se extienda más allá de los límites de su duración, particularmente en la última escena que dura 30 minutos y deja al espectador en la misma condición que los sujetos filmados: agotados, rendidos, víctimas de una excesividad que no considera la vida y la salud de los trabajadores. Al mismo tiempo, es la señal de un cineasta que está en un momento muy creativo de su filmografía. A pesar de que Jude hace por lo menos un film por año, es un cineasta que en cada película intenta comunicar lo máximo, no se guarda nada para la próxima película. Este film se desborda con su comentario político-histórico-social, no solo expresado por Angela/Bóbita sino también en la letra de las canciones que escucha en la radio y los carteles/textos dispersos en la calle en los que la cámara de Jude se detiene para seguir comunicándose (en una suerte de retrato de la ciudad). Cuando el film termina, el comentario continúa en los créditos (realizados a mano) a través de una serie de citas y referencias.
Tal vez así hay que vivir y hacer películas, como si cada día fuese el último y cada película la última. Por un lado, tal vez, se trate de un cineasta con muchísima libertad, o, tal vez, se trate de un cineasta que no sabe si podrá seguir haciendo películas. En todo caso, Jude tiene mucho para comunicar y, en el contexto festivalero donde todo es muy polite y políticamente correcto, la falta de autocensura es muy refrescante. Y algo que no he visto mencionado en otras reseñas es la breve apariencia que hace Jude como repartidor delivery, cuando Angela entra a un edificio donde tiene una reunión. Se trata de un film de auteur, en el sentido original de la palabra. Al mismo tiempo podemos entender la película como una colaboración entre Jude y Manolache, creadora del avatar de Bóbita desde antes de conocer a Jude. Para el director, el fenómeno audiovisual y cultural de TikTok (del cual Bóbita forma parte) es una suerte de “cine amateur” y su contenido es mucho más interesante, provocador y perverso que la mayoría del cine hecho hoy. El diálogo con el pasado (del país y del cine) es una de las características del cine de Jude. Sin embargo, es la introducción de este tipo de material “amateur” (TikTok, etc.) y la frescura de Manolache que le atribuyen a este film una mayor relevancia para el futuro del cine.
Concurso Internacional
Do Not Expect Too Much From the End of the World (Nu astepta prea mult de la sfarsitul lumii)
Director: Radu Jude
Guion: Radu Jude
Reparto: Ilinca Manolache, Ovidiu Pîrian, Nina Hoss, Dorina Lazar, László Miske, Katia Pascariu
Productores: Ada Solomon, Adrian Sitaru
Diseño de producción: Cristian Niculescu, Andreea Popa
Fotografía: Marius Panduru
Edición: Catalin Cristutiu
Diseño sonoro: Marius Leftarache
Rumania, Luxemburgo, Francia, Croacia, 2023, 163 min