LOCARNO 2023: EL AUGE DEL HUMANO 3 DE EDUARDO WILLIAMS

LOCARNO 2023: EL AUGE DEL HUMANO 3 DE EDUARDO WILLIAMS

Por Mónica Delgado

En este nuevo largometraje hay confianza en las palabras. Construyen mundo, comunidad, hermandad; esparcen sensaciones, recuerdos, memorias y sentidos. Las palabras producen una nueva cartografía emocional, donde no son necesarias las nacionalidades ni los gobiernos. Desde las palabras, el cineasta argentino Eduardo Williams logra que los jóvenes personajes de El auge del humano 3 difuminen fronteras territoriales y se presenten como parte de un gran mundo de tránsitos, de plenos movimientos, de duermevelas y revelaciones. Sin embargo, no es una obra de “diálogos” o basada en algún guion literario, sino una donde las conversaciones o reflexiones en inglés, español, chino y cingalés cobran sentido en una misma y única vía de encuentro cotidiano, sin necesidad de intérpretes ni explicaciones, en medio de procesos íntimos y particulares de los personajes, un poco a la deriva, sin empleo conocido, como los ‘slackers’ de los anteriores films de Williams (Pude ver un puma (2011), Que je tombe tout le temps? (2013), Parsi (2018), entre otros).

En El auge del humano (2016), el cineasta y artista muestra tres ámbitos marcados entre Argentina, Mozambique y Filipinas, a partir de un grupo de jóvenes que median sus relaciones sociales a punta de tecnología. A partir de un registro entre 16mm y digital, que no teme al acabado low fi, el cineasta establece algunos tejidos de sentido desde la limitada sociabilidad de sus personajes cuasi solitarios, que trabajan de manera precaria o tercerizada. Así, el título del film pudo percibirse como  una pequeña ironía, en torno a ese “auge” que se sostiene en la desconexión con el entorno y la naturaleza en sí. Y en esta nueva película, que lleva un título que sugiere una continuación, nos encontramos con una postura diferente, no necesariamente optimista frente al imaginario del anterior film, aunque sí esperanzadora o utópica.

A diferencia de El auge del humano de 2016, en esta tercera parte (la segunda no existe, lo que impide ver al nuevo largometraje como díptico o trilogía) apenas asoman teléfonos celulares o computadoras que medien la relación de los personajes. Tampoco se trata de un reverso donde la tecnología no importa, ya que más bien la cámara panorámica 360° (con ocho objetivos) que usa el cineasta en El auge del humano 3 para componer la textura de este mundo es el gran ente que permite el surgimiento de una gran comunidad, conformada por seis u ocho personajes, que van transitando por diversos territorios tropicales, entre lluvia, olas de calor y conversaciones de resonancias poéticas. Tampoco hay protagonistas marcados, sino más bien la idea del fresco, del viaje colectivo, donde los personajes transgreden cualquier norma espacial, y viajan de una ciudad a otra, de Taiwán a las playas de Sri Lanka o a algún distrito fluvial de Perú, sin que esta diferencia entre espacios (que como espectadores inevitablemente reconocemos) sea determinante. De esta manera, Williams contruye desde la sutileza de una cámara viva, tangible, asible, un único terreno imaginado, donde una charla puede desarrollarse en diversos idiomas, a modo de táctica para diseñar un nuevo mundo.

El grupo de personajes, jóvenes hombres y mujeres, no tiene trabajo conocido, aunque los vemos en algunos casos manejando motos, cocinando en restaurantes de mercados o alistándose para algún trabajo nocturno en algún bar. Por otro lado, no estamos ante un film social sobre desempleados o jóvenes sin futuro. Más bien es una obra sobre caminantes, sobre los nuevos flâneur de lo que antes se llamaban “periferias”, de barrios marginales o empobrecidos, que oscilan, buscan, sin saber a dónde ir (es más, sin ponerlo en cuestión). Más bien, la urgencia de lo nómade como gratificación o consuelo en un mundo de individualismos y alineación. Y también, lo que importa es cómo se van conjugando trayectos por las calles estrechas, paseos en medios de la jungla amazónica, o descansos mientras se bañan en medio de una laguna al atardecer. Y, sobre todo, a través de diversos planos secuencias (algunos muy poéticos y sugerentes) logrados con una cámara inmersiva, que por momentos deforma, pixelea.

El extraordinario trabajo de cámara (o de la fotografía 360° y en 2D) es un punto aparte. Y lo menciono así, como un subtema, ya que es un personaje sumamente relevante, en la medida que el cineasta la dota de un alto grado de presencia o de performatividad. Por momentos, los personajes son conscientes de este seguimiento, de estas deformaciones que logra el glitch o el pixel, como aquel momento en una caminata por una montaña, donde una de las actrices (la peruana Livia Silvano) percibe que su rostro está siendo alterado por “unos cuadrados”. Y también el rol del sonido es fundamental, no solo para construir esta idea de una nueva Babel, sino para jugar con las distancias, donde las voces surgen desde ubicaciones alejadas y parecen también romper de otra manera con esta idea de espacialidad que separa o dispersa.

Presentada en la competencia internacional de la edición 76° del Festival de Locarno, El auge del humano 3 (2023), también logra un retrato muy sensible sobre las conexiones humanas. Y sobresale el tratamiento atento a las situaciones espontáneas de las ciudades en movimiento, con sus personajes anónimos, con sus detalles sorpresivos frutos del azar o de la paciencia (como la presencia de un mono en la selva, en medio de un tiempo aparentemente muerto). Por otro lado, Williams logra un registro visual único de los jóvenes de la amazonía peruana, usualmente exotizados u objetivados en el cine peruano de ficción: la cámara los sigue, los admira, los abraza en sus cortejos, dudas y búsquedas. El plano del clímax de una fiesta nocturna cerca del río en Iquitos, y la de la conversación amorosa entre dos mujeres que se bañan en una laguna, son antológicas.

En algún momento, una de las jóvenes pregunta a otra: ¿Qué haces cuando estas sola? -Preparo mis memorias, responde. Y en otro pasaje, un joven dice, mientras se baña en la laguna, que “quién iba a pensar que estaríamos vivos para imaginar cómo seremos de viejos”, o algo así. Si bien asistimos a encuentros apacibles y cálidos entre jóvenes sin futuro, todo lo que ordena su visión del mundo es aquello que atraviesa ese presente, en un allá nada lejano, que solo es imaginado desde la reflexión que producen los caminos y los viajes.

Concorso internazionale
Director: Eduardo Williams
Guion: Eduardo Williams
Reparto: Meera Nadarasa, Sharika Navamani, Livia Silvano, Abel Navarro, Ri Ri Yang, Bo-Kai Hsu
Productores: Jerónimo Quevedo, María Victoria Marotta, Eduardo Williams, Nahuel Pérez Biscayart, Ico Costa, Meng Xie, Chu-ti Chang, Aline Mazzarella, Matheus Peçanha
Productores ejecutivos: Naomi Pacifique, Albert Kuhn, Germen Boelens, Raymond van der Kaaij, Gerard Herman, Felipe Fernandes, Stefano Centini, Julia Alves
Fotografía: Victoria Pereda
Edición: Eduardo Williams
Sonido: Paulo Lima, Yu-Hsien Wu, Chris Shiao, Ísis Araújo
Música: Alada
Argentina, Portugal, Holanda, Taiwan, Brasil, Hong Kong, Sri Lanka, Perú, 2023, 121 minutos