LOS DELINCUENTES DE RODRIGO MORENO

LOS DELINCUENTES DE RODRIGO MORENO

Por Laura Arias*

Robar un banco parece ser la premisa perfecta para una película de acción. Inmediatamente, se vienen a la cabeza imágenes de las grandes hazañas hollywoodenses. Escenas llenas de tecnología de punta, protagonizadas por los criminales más talentosos del mundo, con una amplia experiencia en robos y atracos. Aventuras cuyo plan se cocina por años, calculado minuciosamente hasta la perfección. De modo que, ningún detalle sea dejado al azar. Sin embargo, Los delincuentes de Rodrigo Moreno no puede ser más distinta. Tanto el robo como sus personajes están lejos de ser grandes criminales o mentes brillantes que pondrían en jaque al sistema financiero en Argentina. En su lugar, este es un robo que parece inverosímil, que solo puede cobrar vida en estos territorios tempestuosos de América Latina, donde la realidad alberga hasta las posibilidades más absurdas.

Morán es tesorero en un pequeño banco desde hace más de 20 años. Conoce a la perfección los turnos e itinerarios, las diligencias y constantes quejas de los clientes. Su vida transcurre entre el monótono quehacer de su trabajo y el tedio que provoca emprender la misma rutina aburrida todos los días, bajo una existencia cada vez más carente de sentido. Esta es sin duda la oportunidad que Morán esperaba para dar vuelta a su vida. Pero, a diferencia de los tradicionales ladrones hollywoodenses y sus excéntricos deseos, Morán no quiere volverse millonario ni pasar los días en alguna isla paradisiaca del Caribe. Su única motivación es dejar de trabajar.  Las cuentas del dinero son exactas. Ni un dólar más ni uno menos, apenas lo suficiente para llevar una vida modesta y sobrevivir. La decisión es sencilla: “25 años en el banco o tres y medio en la cárcel”.

“Adónde está la libertad
No dejo nunca de pensar
Quizás la tengan en algún lugar
Que tendremos que alcanzar”

La película está dividida en dos partes: la primera, siguiendo la tradición del género de atracos, cuenta con gran emoción e intriga el robo. Por un lado, nos muestra la huida y posterior entrega de Morán a la policía, así como su cotidianidad en la cárcel y todas las amenazas a las que allí se enfrenta. Mientras que, por el otro, da cuenta del drama que se vive al interior del banco, las investigaciones de la fiscalía y la pregunta que todos se hacen: ¿Dónde está el dinero?

Román, compañero de oficina y futuro cómplice, es quien se encarga de asumir la difícil tarea de hacerse cargo de los 650.000 dólares durante tres años y medio mientras Morán paga la condena. Con el uso de varios planos en un mismo encuadre y la pantalla dividida en dos, la película se encarga de mostrarnos en paralelo las situaciones a las que tanto Morán como Román se enfrentan en sus respectivos contextos. De nuevo, recreando una historia que parece inverosímil, ambos se enfrentan a todo tipo de dilemas que detonarán el curso del resto de la historia.

Esta primera parte está llena del característico humor argentino que, sin lugar a duda, la hacen una película divertida e ingeniosa. Junto con elementos como la música, los planos en paralelo o el ajetreo de una ciudad como Buenos Aires al que se someten los personajes, se acentúa todo el tiempo un carácter melodramático que mantienen al espectador inquieto, con la duda de qué irá a pasar después… Sin embargo, en la segunda parte, tras un breve interludio de tres segundos con la pantalla en negro, se despliega una película distinta. El tono de la narración se transforma, la velocidad se hace mucho más lenta, el paisaje cambia y aparecen en escena nuevos personajes. Román parece estar sumergido en un cuento de hadas. Todo a su alrededor se torna bucólico, tanto así que no sería extraño que el espectador se encuentre a sí mismo desorientado.

Siguiendo las indicaciones de Morán para esconder la plata, Román llega hasta Alpa Corral, un paraíso natural escondido en la provincia de Córdoba. Allí, en medio de las sierras del sur y un paisaje avasallante al que se le dedican varias secuencias en esta segunda parte, Morán entierra el dinero debajo de una gran piedra sobre la cima de la montaña. Pareciera que el dinero quedase enterrado allí para siempre, pues de ahí en adelante, lo que parece ser la motivación principal para cometer un atraco de tal calibre, se diluye en medio de los dramas y líos amorosos a los que quedan expuestos los personajes. En esta segunda parte, el director hackea el dispositivo que da origen a toda la trama de la historia: el robo. Al parecer, este nunca estuvo motivado por el dinero en sí mismo, ni la posibilidad de volverse rico. Más bien, lo que desencadena esta aventura es la búsqueda de libertad (que bien plasma Pappo’s Blues en la banda sonora de la película) y el deseo de escapar de la vida enajenada de la modernidad capitalista.

Durante el tiempo que Morán pasó en Alpa Corral, justo antes de entregarse a la policía, conoció a dos hermanas: Morna y Norma, de quien, tras un pequeño romance, terminó perdidamente enamorado. Tras varios días juntos, y en lo que parece ser una decisión frenética y apresurada, Morán le propone a Norma pasar juntos el resto de sus vidas. Su plan es dedicarse al campo y trabajar apenas lo justo para vivir rodeado de semejantes paisajes. Puede considerarse una visión muy romántica e idílica de la vida en el campo y las responsabilidades que acarrean. Sin embargo, la vida que tiene Norma junto a su hermana es el contrapunto perfecto para lanzar una crítica a su cotidianidad rutinaria en Buenos Aires.

Transformándose ahora en un drama amoroso, Los Delincuentes subvierte el canon del género de atracos, y se convierte en un manifiesto contra la vida moderna capitalista y la enajenación de la vida cotidiana. La aventura de Morán y Román resulta siendo un clamor producto del agotamiento existencial. La monotonía de alguien cuya cotidianidad únicamente gira en torno a trabajar, conlleva a esta búsqueda desesperada de una vida tranquila, libre de las pretensiones capitalistas, escondida en el paraíso natural de la sierra cordobesa.

En lo que sería una de las secuencias fundamentales del discurso de la película, Morán lanza un gran monólogo donde profesa su deseo de no trabajar más. Morán está cansado de la rutina de siempre: levantarse a la misma hora, tomar el mismo subte, lidiar con la misma gente, marcar tarjeta todos los días, repetir lo mismo que hizo el día anterior. “¿Y todo eso para qué?”, se pregunta, si nunca tiene tiempo para descansar, si solo puede irse de vacaciones 15 de 365 días al año.

Solo vivimos pa’trabajar” concluye con su particular acento salteño tras desahogarse del tedio que atraviesa su existencia en la capital porteña. Sin embargo, en sus palabras, a pesar del agotamiento, también se encuentra un halo de ilusión, apalancado por la enorme travesía del robo, que le devuelve la esperanza a su vida. Con extensos planos de Morán atravesando la sierra a caballo, la película intenta mostrar otras posibilidades fuera de la enajenación estructural a la que nos somete la vida capitalista. Aunque la vida en el campo como alternativa continúa siendo una visión muy romántica, se logra trasmitir un aire de libertad y optimismo que se acrecienta hasta el final de la cita.

La pregunta que hasta este momento persiste es si Morán y Román salieron ilesos, si el plan tuvo éxito y lograron disfrutar del dinero. Sin embargo, lo que sabemos al final es muy poco. Si bien Morán cumple la condena en la cárcel y Román renuncia a su trabajo, nunca se ve en pantalla si logran encontrarse de nuevo, o si, contrario a lo que se sugiere, la plata no se pudrió enterrada en la montaña. Este final aparentemente abierto alimenta la idea de que el motivo real del robo nunca fue hacerse ricos ni rodearse de lujos después de semejante hazaña como se esperaría en cualquier película de atracos. En su lugar, Los Delincuentes concluye con un majestuoso amanecer: vemos a Román a caballo perdiéndose en las casi infinitas montañas cordobesas con Pappo’s Blues de fondo. Cómo si toda la aventura y el drama de las últimas tres horas fuera poco, la canción aún se sigue preguntando ¿dónde está la libertad? Quizás la tengan en algún lugar y Morán esté en camino a alcanzarla.

Los delincuentes
Dirección: Rodrigo Moreno
Guion: Rodrigo Moreno
Edición: Manuel Ferrari, Nicolás Goldebart y Karen Akerman
Fotografía: Alejo Maglio e Inés Ducastella
Reparto: Esteban Bigliardi, Germán de Silva, Daniel Elías, Laura Paredes, Lalo Rotavería, Javier Zoro, Mariana Chaud, Margarita Molfino
Argentina, 2023, 180 minutos

*Crítica de cine colombiana. Politóloga. Ha trabajado en proyectos de investigación cinematográfica y gestión cultural. Se dedica a la promoción, difusión y crítica de cine colombiano a través de la plataforma Tercer Cine.