LXI DE RODRIGO MORENO DEL VALLE

LXI DE RODRIGO MORENO DEL VALLE

Por Mónica Delgado

Desde hace algún tiempo el cine peruano independiente ha empezado a conjugar a través de sus temas un tipo de relación sutil entre una interioridad y sensibilidad emocional con hechos que marcaron dramáticamente al país como el conflicto armado interno. Algunas películas no necesitan especular o ficcionalizar sobre las consecuencias directas del terrorismo vivido en los años ochenta y noventa desde una perspectiva histórica, social o antropológica, sino más bien lo hacen desde el adentramiento de sus personajes a partir de relatos de lo cotidiano o lo familiar, desde lo privado, en las correspondencias con sucesos que alguna vez fueron traumáticos y producto del terror, la alienación, el clasismo propios de esos tiempos. Un ejemplo de ello es La bronca (2019) de Daniel Vega y Diego Vega, donde la relación entre padre e hijo se vuelve reflejo íntimo de sucesos convulsos de un país en crisis. O como sucede en Gen Hi8 (2017) de Miguel Miyahira, donde un grupo de adolescentes vivaces materializan la decadencia moral en un barrio de clase media, en una ciudad indiferente al horror del terrorismo en plenos años noventa. LXI (2021), segundo largometraje de Rodrigo Moreno del Valle, también se inserta en el grupo de films peruanos que aborda sobre la naturaleza o densidad de diversos núcleos familiares y amicales de clase media limeña en una etapa marcada por la violencia y la desconexión social.

LXI se inspira libremente, como ha indicado Moreno del Valle, en “15 años después”, obra de teatro del chileno Fernando Mena Rojas, que plantea el reencuentro de cuatro personajes tras el suicidio de Bernal, ex compañero de escuela, en un contexto pos dictadura de Pinochet. En el film, tres hombres y una mujer, todos pasados los treinta años y de Lima, se reunen tras un funeral, y rememoran sucesos del colegio secundario, pero también como oportunidad de medir el éxito o fracaso en sus correspondientes entornos profesionales. Todos se reúnen en el departamento de uno de ellos, y a punta de cervezas y piscos comienzan a develarse las verdades, marcadas todas ellas por el contexto social de corrupción y violencia que atravesó su adolescencia y juventud, además exaltadas por la ausencia de Bernal, quien con su muerte logra traer toda una cuestión existencial al grupo.

Desde el inicio de LXI, se asume el punto de vista de Humberto (encarnado por Javier Saavedra), un joven editor, que también realiza labores de delivery en bicicleta, y que se va dibujando como el idealista del grupo, sobre todo en relación a la posición de su antagonista, personificado por Rodrigo Palacios, un amago de yuppie que representa todo aquello que Humberto no refleja: poses altivas, gestos y pensamientos machistas, arribismo, patanería. Y en un punto intermedio aparecen otros dos personajes, el de Cynthia Moreno y Sebastián Rubio, que van somatizando las tensiones de las situaciones tras la revelación de las verdades, como en los films donde la “hora del lobo” permite la caída de las máscaras.

LXI se divide en cuatro partes, marcadas por la mirada de Humberto. El primer capítulo está orientado por el interés del protagonista en un video que Bernal le envío por correo antes de morir. Este video de Youtube, a modo de collage o montaje de material diverso, se convierte en el objeto que simboliza lo inasible y en la puerta para adentrarse en el meollo existencial que define el horizonte dramático del personaje de Humberto. Video que sintetiza la búsqueda de las razones del suicidio, pero también de los sentidos que produce el video (que solo Humberto ve y valora) en relación a una angustia mayor producto de un desencanto generacional (aunque esta presencia del objeto poco a poco se va difuminando hasta perder peso). La segunda parte se denomina Tuti Fruti, en honor a un juego escolar de papel y lápiz que sirve como dinámica para establecer una característica del grupo: si bien tienen más de treinta años, todos comparten un modo de comprender el mundo como si permanecieran en una eterna adolescencia, con todo lo que ello implica. La tercera parte titulada Noche de promo se vuelve el clímax del film, y la última, en la parte de reflexión y aprendizaje según la narrativa clásica.

LXI es un film donde los diálogos tienen un peso gravitante, debido a que sostienen el perfil y trayecto de cada personaje. Si bien Humberto es el protagonista de “pocas palabras” y cuyas escenas transmiten la materialidad del devenir desde las imágenes (en sus paseos en bicicleta, registrados en travellings de acompañamiento, para dar cuenta de un estado de introspección, que no tienen los otros personajes), las conversaciones son el termómetro emocional. Y esta sensibilidad verbal de los cuatro adultos está trazada por un tipo de resistencia a la madurez y por la levedad, como si la gran elipsis que imaginamos formada por los tiempos que rememoran y aquellos que vemos desde el presente no hubieran mellado la percepción de la realidad: como si los personajes se hubieran quedado atascados en sus relaciones y modos de resolver problemáticas con la mente y experiencia de más de una década atrás. Pero, la mirada de Moreno del Valle sobre estas características de sus personajes no es crítica sino más bien empática, como si hubiera la intención de hacer un retrato generacional sublimado desde este bloqueo de la adultez. La afirmación de los tiempos de la adolescencia extendida (en su melancolía dilatada como en sus imposturas rebeldes o antojadizas a ritmo de pitupunk) como síntoma de una sociedad individualista y egoísta. Incluso el gran secreto que marca la relación de los personajes y que culmina en una pelea, resulta anodino, de poca complejidad. Así, la película se plantea como una confirmación de una arcadia de la cual sus personajes no quieren salir (pero de la cual tampoco tienen conciencia).

Tanto WIK, su primer largo, como LXI muestran los intereses expresivos de Moreno del Valle, afianzados por el uso de una banda sonora que acompaña los dilemas de los personajes, por la relación desde los encuadres que entablan con los espacios de la ciudad o sus interiores, y por mostrar una identificación con los protagónicos masculinos, en entornos viciados donde solo les queda seguir inmersos.

Dirección: Rodrigo Moreno del Valle
Guion: Rodrigo Moreno del Valle y Illary Alencastre
Fotografía: Pablo Polanco
Sonido: Amador del Solar, Rosa María Oliart
Música: Nico Saba
Producción: Loshua Flores Guerra
Intérpretes: Javier Saavedra, Rodrigo Palacios, Cynthia Moreno, Sebastián Rubio
Perú, 2021, 73 min