Por Mónica Delgado
Cuarto largometraje de la cineasta argentina Inés Barrionuevo, Camila saldrá esta noche es un film que busca empatar con un tipo de pensamiento feminista juvenil actual, sobre todo desde las posturas más performativas, desde una predominancia del control del cuerpo, y menos desde el cuestionamiento -político-profundo a un orden social en sí. Es decir, es una película que se desarrolla desde la mirada de un personaje que luce como la oveja negra del mundo y que llega a un determinado grupo de mujeres jóvenes para transformarlas y agenciarlas. Y estos cambios se dan sobre todo en un campo de libertad sexual, donde la opresión se encarna en las reglas de un colegio católico de clase media en Buenos Aires.
Camila (Nina Dziembrowski) es una adolescente rebelde, por momentos hostil con su propio círculo familiar, que llega a la capital desde La Plata debido al internamiento de su abuela materna. La estancia de la abuela en el hospital hace posible que Camila se mude al departamento de la matriarca, junto a su madre y hermana menor, pero también que asista a un nuevo colegio, en un entorno muy distinto a la de la escuela que iba en la provincia. Si bien no se asume como feminista (porque eso se lo guarda para sus adentros como advierte al llegar a la nueva clase), la relación tensional con las mujeres de su familia (la figura de la abuela ausente y la madre controladora) difiere de la imagen que refleja en la escuela, donde es vista como un agente libre, fresco y a la vez conflictivo, entre muchachos y muchachas (de las cuales sobresale el papel que encarna Maite Valero). Poco a poco va encontrando a su grupo de amigos, entre mujeres y disidencias, y a través de los cuales se va tejiendo una hermandad, que incluye amoríos lésbicos y otros descubrimientos.
Inés Barrionuevo retorna al universo femenino (como en sus largos previos La Atlántida o Julia y el zorro), y lo hace aquí desde atmósferas cálidas que también recuperan el aliento actual desde lo pop, como el de la cultura en torno a la música trap o desde algunos momentos, como el baile de un vals en un restaurante peruano, que van ayudando a codificar una ciudad distinta, abierta y colorida, en oposición a los fueros de la escuela, que lucen monótonos, aburridos, y a través de planos muy cerrados donde el mundo de docentes y directores es apenas visible. En desde este entorno de jóvenes y mujeres que Barrionuevo va forjando el perfil de su protagonista, un personaje ambivalente, y por momentos inescrutable, en la medida en que es oscilante, como algo propio de una adolescencia febril e inestable.
Más allá de algunos climas logrados, en este largo hay elementos que lucen forzados precisamente cuando se trata de dotar de una posición feminista a la protagonista, más aún cuando vamos yendo hacia los minutos finales y quedan revelados con claridad los roles antagonistas y las posiciones en torno a la religión, los cuerpos, y la opresión en general. Las marchas por la ley a favor de la despenalización del aborto o algunas escenas en la escuela que van remitiendo a un tipo de control sobre los cuerpos de los estudiantes a partir de la fe van dejando aflorar el toque feminista, sin embargo son situaciones que lucen antojadizas y poco trabajadas, (de allí mi mención a lo performativo), algo impostadas como el rol que cumple un compañero acosador y agresor, situación que no queda del todo clara o demasiado apresurada.
Competencia latinoamericana
Dirección: Inés Barrionuevo
Guion: Andres Aloi, Inés Barrionuevo
Fotografía: Constanza Sandoval
Edición: Sebastian Schjaer
Sonido: Federico Esquerro
Reparto: Nina Dziembrowski, Maite Valero, Diego Sánchez, Adriana Ferrer, Guillermo Pfening
Argentina, 103 min, 2021