Por Pablo Gamba
Luz viaje oscuro es una gran película que ha tenido un recorrido discreto hasta el momento, lo que no solo hay que atribuir a la pandemia del COVID sino a características del realizador, que ha creado piezas para una exhibición única, como Vertical Sound (2021), presentada en L’Alternativa, en Barcelona, España. En ese festival, Luz viaje oscuro compartió el premio de largometraje internacional con la muy galardonada Esquirlas, de Natalia Garayalde, lo que da una idea de su nivel.
Tin Dirdamal, que se presenta como codirector con su hija de ocho años de edad, Eva Cadena, se hizo conocido por De nadie (2005), un documental sobre los migrantes centroamericanos que cruzan el país natal del cineasta, México, rumbo a los Estados Unidos. Algo de eso hay en Luz viaje oscuro, que relata un viaje en tren de 1700 kilómetros por un país extranjero y remoto: Vietnam. Pero, se trata de un ensayo intimista con ciertas características de lo que Luis Ospina llamaba cinéma mentiré.
Los textos del comienzo indican que es la segunda película de la tetralogía Luz y el comienzo del futuro, sobre la que no parece haber mucha información, salvo que la primera parte no ha sido terminada todavía. Agregan que la producción de Luz viaje oscuro se hizo siguiendo el “dogma de Hanoi”, según las cuales no podrá exhibirse una vez cumplidos dos años de su primera proyección pública, en marzo de 2021, y que el grupo que hace cine de esta manera y sus reglas se disolverán en un año.
Todo eso es llamativo. Pero, más relevante es el juego con el tópico del viaje místico. La búsqueda de una “luz interior” le da a esta película un aspecto new age, pero, irónicamente, se aclara que esta iluminación ciega a quien la encuentra. Esto lleva a la verdadera clave del pensamiento plasmado en esta obra y a su principio formal, que es la confrontación. Luz viaje oscuro no es un ensayo sobre verdades esenciales, como podría entenderse la “luz interior”, sino que las construye mediante relaciones.
La confrontación formal dominante es la que se da entre los dos codirectores y personajes principales. Dirdamal y su hija, que es la que narra, dialogan en la banda sonora, pero también lo hacen las miradas de uno y otro. La de ella se dirige al exterior, hacia el país lejano que el cineasta recorre para reencontrarse consigo mismo; la de él se enfoca en los pasajeros, partiendo de la idea de que la gente revela mejor su intimidad cuando está en tránsito, fuera de los lugares que cree propios.
Se juega con esta confrontación en la composición de los planos, en los que es reiterado el motivo de la puerta que se cierra, bloqueando desde el interior la mirada hacia afuera, o el reencuadre obvio de las ventanas por las que se mira el paisaje, pero tiene otras expresiones visuales más ingeniosas que se logran con el pretexto de los recorridos de la niña por el tren. Ambas miradas confluyen, además, en encuadres en los que el reflejo permite ver simultáneamente el interior y el lugar por el que pasa el tren. Asimismo, se confrontan en la película el relato audiovisual del viaje con fragmentos de un video casero que ambos personajes comentan como si no estuvieran en movimiento, en un viaje en el otro extremo del mundo, sino en el lugar donde viven, que por la manera de hablar de la niña se infiere que es los Estados Unidos.
Otro dispositivo clave para la confrontación es el personaje ausente: un amigo de infancia que se construye como alter ego del cineasta, lo que resulta perturbador porque se trata del asesino de una mujer mayor que cumple condena en una cárcel psiquiátrica. Podría verse en esto una apropiación del clásico Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski, pero Dirdamal se ufana en su biografía de no ser lector de libros.
Los lugares que el cineasta y su hija recorren en las paradas del tren también se prestan para confrontar el pasado y el presente mediante las huellas del tiempo ido en el espacio, o su ausencia. La que fue la frontera entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur –el lugar del mundo más bombardeado en la historia–, por ejemplo, es un paisaje presuntamente alterado por las explosiones, aunque sin término de comparación visible. Algo parecido ocurre con los lugares de una ciudad en los que murieron personas en accidentes de tránsito, y que transeúntes anónimos señalan con el dedo, o con un pueblo indígena sobreviviente de la prehistoria, también invisible.
El personaje del padre se va perfilando, así, con referencia al asesino, cada cosa cercana con relación a lo lejano, el pasado por su huella en el presente o por haber desaparecido sin rastro alguno, el adentro en su contrapunto con el afuera, y viceversa. Lo más significativo es cómo lo que parece ficción va abriendo de este modo un camino hacia lo que podría ser cierto, aunque no se pueda verificar. En varios momentos, sin embargo, la posible confirmación se da de forma inquietante, cuando lo dicho parece tener un correlato visual en el plano, aunque en una situación totalmente diferente. Luz viaje oscuro resulta, así, tan extraña como toda persona a medida que se la conoce más, como toda película que nace de la conciencia de que la claridad se ha vuelto sospechosa y aspirar a la verdad puede exigir métodos insólitos.
Hora bien, cabe preguntarse si acaso no hay criminales que son esencialmente eso, fuera de toda duda. La historia es pródiga en ejemplos. También si el rechazo a la claridad podría ser consecuencia del temor impuesto a otras verdades, como las que hay en la relación de Vietnam y México con los Estados Unidos, aunque en la película se afirme que la gente del país asiático se siente en la actualidad cercana a sus enemigos del pasado por el hecho de compartir la experiencia de la guerra.
Competencia Estados Alterados
Dirección e interpretación: Tin Dirdamal, Eva Cadena
Guion, fotografía y montaje: Tin Dirdamal
Producción: Elena Fortes, Tin Dirdamal
Sonido: Can Aydemir, Tin Dirdamal
Música: Can Aydemir
México-Vietnam, 2021, 66 min.