Por Pablo Gamba
El segundo largometraje de Helena Wittmann, Human Flowers of Flesh, se estrenó en competencia por el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno y estuvo en Viennale, en Viena, antes de llegar a la competencia Estados Alterados del Festival de Mar del Plata. Es una película en la que la realizadora alemana radicaliza la disyunción entre relato e historia, señalada en una nota de Desistfilm como característica de Deriva (2018), para llevarla a lo que podría llamarse una deriva material, y que comprende una profundización en lo percibido y en la materia fílmica.
Como en Deriva, hay en Human Flowers of Flesh elementos que permiten construir no una sino dos líneas narrativas, pero son tan débiles que sería imposible hacer una sinopsis. Por una parte, está el personaje principal de Ida, que parece liderar un pequeño grupo de marineros que recorren el Mediterráneo en un velero, una aventura marina análoga a la de la película anterior. Otros indicios se refieren a la Legión Extranjera francesa. La posible historia, más tenue aún en este caso, podría ser la de una invasión. Sea como sea, es importante el tema del colonialismo que introduce.
Es significativa para definir la deriva material la manera como el grupo navega y recorre los lugares que visita. No hay una causalidad que permita entender la lógica de esto como narración clásica ni tampoco se construye una atmósfera psicológica que la explique del modo característico de la narración débil del cine de la modernidad, aunque el motivo de la melancolía ocupa un lugar relevante. Además, no hay propiamente diálogos, aunque unos personajes les dicen cosas a otros o les leen fragmentos de textos narrativos o de poemas. Lo que hay es un desarrollo formal que se genera con la tensión de opuestos entre la inmersión y el movimiento contrario.
Hay planos que ilustran lo de la inmersión con toda claridad. Uno de ellos es de un personaje al borde de una piscina, en el que la cámara hace un movimiento hacia el agua que permite ver la máquina que limpia el fondo, pero también como un reflejo o un sueño de algas en él. El más significativo y espectacular, sin embargo, es otro plano que muestra primero a Ida flotando, boca arriba, en el mar –motivo que se reitera a lo largo del relato–, pero luego comienzan a percibirse cambios en la superficie por el reflejo de la luz del sol y bajo ella, por el paso veloz de un cardumen. La cámara se sumerge después hasta el fondo del mar, donde hay un avión derribado y el travelling termina como plano cerrado de las algas que lo cubren.
Un juego al revés de la inmersión se da principalmente en el montaje y consiste en comenzar con el plano detalle, en el que la percepción domina a la representación, y pasar por corte al plano abierto, en el que el detalle cobra un sentido con relación a otros elementos de la puesta en escena. Ambas figuras –esta y la inmersión– ilustran la tensión de opuestos arriba mencionada, hacen patente el ir y venir de la experiencia del percibir al reconocimiento de lo percibido, y por ende, también, la transformación de lo que se experimenta por acercamiento o alejamiento. Esto incluye, asimismo, la percepción de detalles que permiten sentir y darse cuenta de que Human Flowers of Flesh se rodó en película de 16 mm, es decir, la materialidad del soporte fílmico.
El motivo de la Legión Extranjera está inscrito en este juego entre percepción y reconocimiento. En el contexto de esta película, por tanto, la dominante es la comparación implícita que puede hacerse del conocimiento que domina lo conocido con la relación de poder colonial. Pero el plano de militares lanzándose en paracaídas asocia la Legión Extranjera a la invasión, como también un ejercicio de tropas que avanzan por un bosque, y postales y monumentos que recuerdan el colonialismo.
No por esto, sin embargo, deja de reiterarse en el motivo militar el fluir de lo percibido a lo reconocido, y viceversa. Se juega, por ejemplo, con el montaje de los sonidos identificables de los legionarios y la visión de las sombras en una escena. En otra, hay una profundización que va del reconocimiento del militar al atractivo sexual de su cuerpo, apenas cubierto de la cintura para abajo por un short, pero también en dirección contraria, del atractivo de las piernas al fusil tatuado en una de ellas. Si en una parte estuviera la “flor humana de carne” del título, tendría que se allí. Hay otro exlegionario con el que se cruza Ida en Argelia –brevísimo papel de Denis Lavant– que encarna la transformación del militar en un personaje diferente al acercarse a él.
La profundización también lleva del reconocimiento a la sensación de melancolía que transmiten las canciones que cantan los militares. Pero esto no contradice lo escrito arriba por lo que respecta a que no hay en esta película una atmósfera psicológica. La melancolía es menos un sentimiento que algo físico, un aflojarse de los cuerpos en una languidez de soldados en tiempos de paz, que juegan a la guerra en ejercicios militares, pero ya no combaten para conservar las colonias. La actriz Angieliki Papoulia le da un aire vagamente melancólico al personaje de Ida, pero hay que relacionarlo con el reposo en la calma chicha de marineros. A lo que lleva en ambos casos la palabra es a reconocer como melancolía lo que se percibe en los cuerpos.
Esta melancolía, que aquí hace débiles a los soldados de la potencia colonialista, es discutible desde un punto de vista político, por decir lo menos, así como también la “condición posmoderna” en la que pareciera inscribirse. Pero lo que hace de Human Flowers of Flesh una pequeña gran película, aunque disuelva la cuestión geopolítica de esta manera problemática, es la recuperación del interés del cine experimental por la percepción en un largometraje que no es cine underground artesanal y que tampoco es cine clásico, pero se abre a la posibilidad de otras aventuras, del percibir y el conocer, que son mucho más interesantes. También se aventura a proseguir la búsqueda de nuevas formas de narrar mediante el juego formal, uno de los caminos de la llamada “segunda modernidad” del cine que se sigue recorriendo con vitalidad.
Competencia Estados Alterados
Human Flowers of Flesh
Dirección, guion, fotografía y montaje: Helena Wittmann
Producción: Frank Scheuffele, Karsten Krause, Julia Cöllen
Sonido: Nika Son
Interpretación: Angeliki Papoulia, Vladimir Vulevic, Denis Lavant, Ferhat
Mouhali, Mauro Soares
Alemania-Francia, 2022, 106 min.