Por Valentina Giraldo Sanchez
Un volcán es una fisura de la corteza terrestre sobre la cual se acumula un cono de materia fundida y sólida que es lanzada a través de la chimenea desde el interior de la Tierra. En la cima de este cono hay una formación cóncava llamada cráter.
Registrar paisajes del fuego es caminar montaña arriba, mancharse la cara de cenizas y llenarse los zapatos de lodo.
Este camino de registrar las pirogeografias, de tratar de juntar con las manos las formas ígneas de un cine que fabrica presente (a la vez que es pasado o futuro, o las tres, o poco importa), ha devenido en la forma puntiaguda de un volcán. En su punta: una boca roja que grita llamas.
Hay volcanes distribuidos por toda la cordillera de los Andes.
La biogeografía de un chichón de la tierra, una hinchazón que desborda la historia: lava en forma de películas realizadas entre los 15 y los 25 años. El archivo en Super 8 y en 16mm de Sergio Levin de la muestra en el Festival de Mar del Plata fue, para mí y este camino fragmentado, la erupción de una ternura que se remueve y que recuerda esa magia que nace pequeñita en el corazón del cine. Son películas hechas por un adolescente, en la herida lumínica que son la edad y el amor y la muerte.
Una raíz, eso interno de la tierra desde donde el fuego nace: La palabra “conmover” es un verbo sinónimo de palabras como “alterar” o “inquietar” y proviene del latín commovere que significa “poner en movimiento”. Conmoverse es algo así como agitar el sentimiento o poner en movimiento radical a la ternura. Se compone del prefijo cum que en ocasiones puede indicar “juntos” (como en la palabra “comadre”) y del verbo movere que indica mover. La raíz de esta palabra puede interpretarse como el movimiento colectivo del enternecimiento. La raíz de conmoverse, quizá, también puede obedecer al sentimiento común de verse afectado por el otro. La raíz de una palabra puede ser el punto de quiebre de una imagen: un conjunto de fotos de infancia mientras suenan canciones de Led Zepellin, Dracula, los amantes y objetos del fin del mundo. Esta muestra inicia de afuera hacia adentro, anudando los afectos insulares de diferentes obras de Sergio Levin, son varias, pero viéndolas pensaba que todas son a la vez una, y que todas orbitan alrededor de la perturbación de una ternura compartida.
A este fuego lo componen: Socorro, Mi querida Buenos Aires, Desde el comienzo, Escalera al cielo, El jardín de los presentes y Cigota.
Me gusta pensar en un cine adolescente como un paisaje del fuego porque siento que sentirse fuera de lugar es el borde que a una la empuja a hacer esto tan raro de querer pensar las películas. Pienso en lo que hasta el momento ha sido la pirogeografía y pienso en todo lo que produce mapear el fuego de las vidas urgentes. Me quedo de seguido dormida en los cines pero hace mucho no me ponía a llorar viendo una película. Una hipótesis de los sistemas tierra del cine: subiendo una montaña para mapear este incendio, todo de repente se llenó de humo y los ojos me empezaron a lagrimear.
Un recuerdo, anécdota visual de mover el cuerpo camino al volcán: Hay algo raro en este recorrido, volteo a mirar y a cada lado todas las cajas de máquinas dicen: “producto hecho en Tierra del Fuego”.
Un pensamiento: Yo acá viendo películas, hablando de incendios y rodeada de máquinas que vienen de una tierra del fuego, que se quema, que se incendia, que nos arde. Tanto fuego quemando a la vida y a los ecosistemas y de repente las películas de Levin parecieran simplemente iluminar al sendero. Llego a una cima caminando, llego al borde de una boca de fuego, y la ternura removida solo me deja poniéndome a llorar. Una mira a las películas pero las películas también le devuelven esa mirada a una. Los rostros y los ojos de repente pueden ser los de mis amigas o los míos.
Una errancia en el diario del fuego: Hay imágenes recurrentes en estos cortometrajes de Sergio Levin, siento (de verdad) que me miraron de frente.
- El ojo de pez: Llegar a la casa después de una fiesta, fumar y perderse en la ciudad, llorar en un bosque. Ver la vida a través de un ojo de pez, como los personajes de Levin.
- La mancha de un cuerpo frágil: Son películas filmadas en los setentas, en la proyección, marcas de luz y de tiempo que nos recuerdan que el fílmico es un material vivo y blando y frágil. Como la memoria. Como las plantas.
- El sueño: Dos imágenes que tejen un puente. Caras de niñxs mientras suena Stairway to Heaven de Led Zeppelin. Caras de amigxs durmiendo después de una fiesta mientras suena Moonchild de King Crimson.
“No existe una escuela que enseñe a vivir”, canta Charly García. A las películas de Levin las vi sentada abajo y a la izquierda. Las vi pensando en que llevaba tanto tiempo sintiéndome perdida. Las vi perdida, abajo y a la izquierda, y me sentí acompañada.
Y que con esto, algo tendrá que ver que lleve todo el día dormida, muy cansada, y que no haya visto nada y que me emocione pensar en ver Depredador a la media noche con mis amigxs, y que seguramente me quedaré dormida.
Ver gente dormir mientras suena moonchild
Cine frágil por el celuloide, conmoverse
Volver siempre al amor, caras de niñxs y amigxs dormidxs
Zoom y miradas agitadas de lxs niñxs, El jardín de los presentes, los libros de la buena memoria, borracho entre arboles, llorar
Las obras que componen esta muestra quizá no sean tanto un homenaje. Probablemente estemos asistiendo más bien a una provocación, a un conjuro, a una dedicatoria y a una destinación. Al fin y al cabo, la magia sucede de manera implícita, casi imperceptible en los velos de la imagen cinematográfica. Los diálogos que nacen de esta unión pueden ser infinitos y, probablemente, necesiten ser vistos con el ombligo o con las manos. Palpados como un cordón que alimenta intuiciones ocultas, un cordón que fija lo espectral de la memoria en la conmoción compartida de un cine que habita todas las edades (Violeta lo dice mejor, una puede siempre volver a los 17 después de haber vivido un siglo).
Cerrando torpemente esta pirogeografía, este fuego, siento un alivio (no me quemé del todo): Es posible un cine que vuelve siempre a nacer. Los ojos de este cine ígneo se desplazan a la pugna compartida que muchas cantamos y conjugamos en la primera persona del plural: en estos tiempos oscuros nuestra venganza será la ternura de la imagen, un cine adolescente, la banda sonora del amor y ese constante estar aprendiendo a vivir, a tientas.
Super 8/16mm presenta: Sergio Levin
Socorro / Help de Sergio Levin – Argentina – 1969 – 4’
Mi querida Buenos Aires / My Dearest Buenos Aires de Sergio Levin – Argentina – 1974 – 4’
Desde el comienzo / From the Beginning de Sergio Levin – Argentina – 1975 – 25’
Escalera al cielo / Stairway to Heaven de Sergio Levin – Argentina – 1975 – 9’
Cigota / Zygote de Sergio Levin – Argentina – 1975 – 22’
El jardín de los presentes / The Garden of the Ones Who Are Present de Sergio Levin – Argentina – 1977 – 5’