MAR DEL PLATA 2022: TRENQUE LAUQUEN DE LAURA CITARELLA

MAR DEL PLATA 2022: TRENQUE LAUQUEN DE LAURA CITARELLA

Por Pablo Gamba

Trenque Lauquen, de Laura Citarella, se estrenó en el Festival de Venecia, en competencia por el León de Oro, y estuvo también en San Sebastián. Es una película de El Pampero Cine, por lo que sus cuatro horas y veinte minutos de duración hacen pensar inevitablemente en La flor (2018), de Mariano Llinás, otra producción del mismo colectivo que dura casi trece horas y media. También que ambas siguen la línea pródiga en fabulación y aventuras que Llinás abrió como respuesta a las historias mínimas del nuevo cine argentino en Historias extraordinarias (2008).

Pero, una referencia más precisa de Trenque Lauquen es Ostende (2011), una película de Citarella protagonizada también por Laura Paredes. Los personajes de ambas son personas comunes y corrientes que se entregan a la aventura de ser investigadores de las historias que su imaginación cinematográfica y literaria crea sobre otros personajes a partir de la información que van consiguiendo de ellos.

Esto es hacer cine sobre el cine, sobre cómo funciona la narración clásica en particular. Hay referencias evidentes en ambas películas a La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) y Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, cineasta emblemático de esta reflexividad. Se extienden del tema a dispositivos como los planos subjetivos de personajes que están en posición análoga a la de los espectadores por lo que respecta a su observación de los demás, tanto desde un punto de vista fijo como en autos en movimiento, alternados con la representación del personaje que observa. También comprende la dosificación de la información que la película va revelando.

En Trenque Lauquen esto atrapa desde el comienzo. Pone a los espectadores a hacer un trabajo análogo al de los personajes, que se presentan revelando fragmentos de un conocimiento esencial para entender lo que pasa y hay que ponerse a atar cabos a partir de eso. Por otra parte, se reivindica y continúa en esta película, cuyo título es el nombre de una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, el rechazo del nuevo cine argentino al costumbrismo, ese modo horrible de representar una realidad local.

Lo que no es clásico –aunque sí también parte de lo hitchcockiano– en Trenque Lauquen es cómo la película en su desarrollo se transforma, va mutando y pasando de un género cinematográfico a otro, apropiándose de sus lugares comunes por lo que respecta al estilo –incluso cambia de una relación de aspecto a otra al final–, y va citando otras diversas películas, además de las mencionadas. Pero no se trata de personajes comunes y corrientes a los que la investigación involucra en situaciones extraordinarias, como es lugar común en Hollywood, sino del tópico de la vida literaria, una experiencia transformadora del que se entrega con pasión a la ficción. Los libros son dispositivos con un papel destacado, lo que incluye el manoseo por los bibliotecarios y los lectores que los marcan y subrayan, y cartas escondidas en ellos.

La identificación de personajes con los nombres reales de los actores que los interpretan es un modo sutil, pero claro, de traer a colación el encuentro del arte con la vida. Las historias, sobre todo, brotan de la cotidianidad de un pueblo chico captada en detalles de un realismo cuasidocumental que incluye el registro de una manera de hablar y de moverse, una vivencia del tiempo y el espacio, y locaciones como la escuela, la biblioteca y la emisora de radio locales, además del lugar emblemático de una ciudad cuyo nombre indígena significa “laguna redonda”.

Aunque hay un personaje que da pie para identificar la forma como monstruosa, las ramificaciones de la fantasía tienen como correlato cierto orden geométrico. Esta es, quizás, la principal diferencia con el esquema dibujado, parecido a una flor, en el que se basan las historias de La flor. Lo creado de esa otra manera en Trenque Lauquen es, en primer lugar, duplicación. El misterio y la imaginación llevan a los personajes a vivir una aventura parecida la que investigan, y la película también está dividida en dos partes que cada una es como un reflejo especular, invertido, de la otra. Dos hombres investigan en la primera la desaparición de una mujer, personaje ausente que trae a colación L’Avventura (1960), de Michelangelo Antonioni; la segunda cuenta la historia de lo que le ocurrió a esa mujer desde su perspectiva y con su voz, lo que lleva a un relato sobre otro personaje ausente de un modo que tematiza su invención.

La confrontación de la primera parte y la segunda, protagonizada una por hombres y la otra por mujeres, podría dar la impresión de plantear una problemática acerca de otros géneros, ya no cinematográficos ni literarios, y enmarcar Trenque Lauquen en cuestiones de “actualidad”. También las referencias a Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada (1926), de Aleksandra Kolontái, militante en los primeros años de la Unión Soviética. Pero no se trata de una película feminista ni de una de tantas que se adhieren a una causa noble como purgando el pecado de ser ficción.

Hay una parte en la que un personaje le pregunta a otro qué hacer con la historia cuyo secreto cree que por fin se le ha revelado. Su interlocutora le dice que no se puede hacer nada, al menos no con una historia como esa. Una vez que se llega, o se cree haber llegado, a la aclaración del misterio, se acaba la aventura de la investigación. No hay intención de “crear conciencia” ni de llamar a la acción más allá de eso. También se llega al final del juego de contarla en el cine, lo que incluye el uso de la radio local para la creación de historias que cuentan voces, y que tratan de hechos extraordinarios de la historia universal, y de la vida de la localidad y de los propios personajes de la película también, lo que tendrá un reflejo invertido en una parte en la que ya no hay palabras. Se les suma en la banda sonora el juego con la repetición muchas veces de una canción –“Los caminos”, de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete– y los de la música de Gabriel Chwojnik con los tópicos de la ciencia ficción, todo en contrapunto sonoro con la extensión de lo cuasidocumental al registro de los sonidos característicos de los lugares reales en los que se desborda la imaginación.

Competencia Latinoamericana
Trenque Lauquen
Dirección: Laura Citarella
Guion: Laura Citarella, Laura Paredes
Producción: Ingrid Pokropek, Ezequiel Pierri
Dirección de arte: Laura Caliguri
Fotografía: Agustín Mendilaharzu, Inés Duacastella, Yarará Rodríguez
Montaje: Miguel de Zuviría, Alejo Moguillansky
Sonido: Marcos Canosa
Música: Gabriel Chwojnik
Interpretación: Laura Paredes, Ezequiel Pierri, Rafael Spregelburd, Cecilia
Rainero, Juliana Muras. Elisa Carricajo, Verónica Llinás
Argentina, 2022, 260 min.