MÁRGENES 2017: LA TIERRA AÚN SE MUEVE DE PABLO CHAVARRÍA GUTIÉRREZ

MÁRGENES 2017: LA TIERRA AÚN SE MUEVE DE PABLO CHAVARRÍA GUTIÉRREZ

Por Alonso Castro Gutierrez

Pablo Chavarría Gutiérrez es un director mexicano muy particular. Se formó como biólogo, lo cual no es un dato tan solo referencial, sino constituyente de su cine. Pone atención a lo minúsculo, lo ínfimo, tanto dentro del mundo social como del mundo de lo “salvaje”, entendiéndose aquel como lo “natural”.

La representación de la realidad que propone Chavarría se caracteriza por detenerse en lo minúsculo y mostrarlo como esa otra dimensión desconocida y oscura de la vida, o para ser más preciso de lo vivo. Sin embargo, al mismo tiempo, el tratamiento de esa dimensión -aparentemente imperceptible- se hace desde lo más cotidiano. Así pues, puede decirse que en la propuesta de Chavarría Gutiérrez hay una dualidad al momento de aproximarse y dar cuenta de lo minúsculo oscilando entre lo cotidiano (incluso, lo mundano) y lo esotérico (matizando lo imperceptible y lo oculto).

En La Tierra aún se mueve (2016) se encuentra lo descrito anteriormente: foco en lo minúsculo a partir del retrato de espacios, seres animados y objetos que evocan a los mundos de lo visible y lo oculto dentro de lo cotidiano. Sin embargo, esta película excede el detalle de lo ínfimo para dar cuenta del movimiento.

Con ello, se instaura un sentido de totalidad de lo real en la medida que dicotomías como oculto-visible, movimiento-estabilidad o vida-muerte se difuminan no para restarles significancia en el estado de cosas existentes, sino para hacer posible la representación de lo existente, perceptible e imperceptible. De esa manera, La Tierra aún se mueve se arma y experimenta a retazos sin importar ser errática y confusa tanto en imágenes como en sonidos.

La apuesta de Chavarría Gutiérrez es alta. Por momentos pareciera que pierde el control de lo que se muestra entre encuadre y encuadre. A pesar de su complejidad, la película pierde vitalidad por el final como si, en última instancia, pesaran más las escenas como parte fragmentada antes que en su conjunto como un todo.

Sin embargo, con todo, es una película con un potencial desmesurado para generar conmoción a partir de los estímulos visuales, pero principalmente sonoros. Los latidos, la respiración agitada de una mujer, los gritos, el movimiento de las texturas o el agua cayendo son algunos de los recursos sonoros usados para representar esos momentos, aparentemente, ocultos o detalles minúsculos. A través de lo sonoro se complementa lo representado visualmente de esos momentos visibles de la vida cotidiana que caracterizarían a lo que podría denominarse como sociedad mexicana.

De ese modo, entre cada pasaje representado de lo visible, lo obvio, también se percibe lo oculto e imperceptible. Así la vitalidad de lo existente (siendo obvio o no para la vista humana) queda registrada a través del movimiento y sonido. Pablo Chavarría Gutiérrez se posiciona como un director que se reafirma con una propuesta estética que intenta representar, aunque suene pomposo y pretencioso, lo vivo en todas sus dimensiones.

Dirección y edición: Pablo Chavarría Gutiérrez
Fotografía: José Luis Arriaga
Sonido: Gerardo Villareal
Música: Julio Torres
Reparto: Eli Zavala, Susana Herrera, Alejandro Alva
México, 2017