Por Nicolás Carrasco
“Soy de los que creen que [la identidad] no existe y que más bien se nos impone una tipificación contrabandeada que enjaula en una palabra a poblaciones/naciones completas, y en donde el ser humano “esencial” se evapora. Situación que acaba por oscurecer la verdadera naturaleza de todos, sin excepción. A partir de eso, las ambiciones, las razones de supervivencia, la visión del mundo, la de uno mismo y las angustias existenciales, etc., absurdamente pasan a un segundo plano o desaparecen por completo.” 1.
Me dicen Yovo (1995) del peruano Juan Alejandro Ramírez plantea la estructura de un diario. El director registra su estadía en Cotonou, capital de Benin, en el África Occidental, comisionado a tomar fotos. El film empieza contando, mediante la voz en off del realizador, el regreso de esclavos descendientes de africanos a estas tierras desde América, y el desarraigo que sintieron al regresar a este país, el cual ya no sentían como suyo. A lo largo de la película, Ramírez se identifica con estos sentimientos de nostalgia y con la desubicación de quien se siente forastero en todas partes.
La voz en off nos confiesa luego su soledad al no poder comunicarse con los locales ni sentirse parte de los extranjeros europeos. Esta extrañeza racial y cultural, el no ser ni blanco ni negro, ni europeo ni africano, el ser un Yovo, le genera al director constantes reflexiones y comparaciones entre su pasado limeño y lo que está viviendo en Cotonou, principalmente en lo relacionado a las diferencias raciales y de clase (que en ambas ciudades son prácticamente equivalentes).
Luego, el conocer a Rafael y a Serge, sus guías en Benin, le ayuda a sobrellevar la estadía. Aquí aparecen los dos álter egos del film: el realizador establece paralelos entre Rafael y su padre, y entre Serge consigo mismo. Por un lado, Ramírez ve en el cuarentón Rafael a un hombre que continuamente es juzgado y discriminado, y que se ve obligado a trabajar jornadas largas para mantener a sus familias.
En Serge, por otra parte, Ramírez encuentra un amigo y un cómplice con el cual se identifica y se compara. El beninés le recuerda a sí mismo en la época que quería dejar el Perú. Encuentra en él los mismos sentimientos que siente en ese momento: desarraigo, pesimismo, y el no sentirse parte de ningún lugar. Pero siente en Serge una identificación más fuerte con su propio país. “Serge es más beninés que yo peruano”, nos dice. Es a través de esta identificación con Serge, de verse reflejado en su amigo, que el realizador se cuestiona su propia identidad y su lugar de pertenencia.
El director no ofrece respuestas a sus preguntas, porque sabe que no las hay. Hacia el final del film, su voz en off concluye que “el subdesarrollo y la miseria tienen algo de hermoso y de horrible. Que hacen que las odie y las extrañe. Que me recuerdan lo que hay de humano en mí y, al mismo tiempo, esa parte que no lo es”. Ramírez sabe que siempre nos sentiremos incompletos, no importa donde estemos. Pero que esta angustia existencial es parte esencial de lo que nos hace humanos.
Notas:
1. GODOY, Mauricio 180 gira mi cámara. Lo autobiográfico en el documental peruano. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2013. Pág. 238.