MEDIA CITY FILM FESTIVAL 2017: CAMILO RESTREPO, HELENA GIRÓN Y MANUEL DELGADO, ANA VAZ

MEDIA CITY FILM FESTIVAL 2017: CAMILO RESTREPO, HELENA GIRÓN Y MANUEL DELGADO, ANA VAZ

Cilaos – Camilo Restrepo

Por Aldo Padilla

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.” Así comienza la novela de Juan Rulfo que es una búsqueda de un ente fantasmal en un pueblo que pareciera ser la extraña representación del limbo. A su vez, nacen las preguntas sobre la tierra donde habitan los moribundos constantes y si es que acaso dicha tierra también es una moribunda. Después de todo la tierra es una especie de ser viviente, cuya sangre circula en forma de lava y que de vez en cuando necesita depurar heridas a través de volcanes. Es probable que la tierra tenga nuestro mismo ciclo de vida, con las mismas intensidades y pasiones, con la misma apatía y nostalgias, y que los personajes que habitan en libros, películas y en la vida real, sean en realidad el espejo de cómo pasa la tierra sus días, años y siglos.

Pedro Páramo es un espejo donde Cilaos se mira, un film que se inspira en un personaje que va en busca de su padre, La Bouche, personaje esquivo que pareciera ser una leyenda más que una persona tangible, de igual forma que el omnisciente Pedro Páramo. Ambos se manejan en códigos tales que solo pueden ser entendidos a partir de historias que se van distorsionando y magnificando, a la vez que se va transformando en melodías, que es la manera de representar ese imaginario que plantea Camilo Restrepo, donde el creole tiene una importancia capital ya que le da a las canciones un fuerza, aspereza y libido para entender que Cilaos es un lugar del cual no se puede escapar. “La bouche es el alcohol mismo”, dice uno de sus hijos, una frase que se repite con pequeñas variaciones, en lenguaje de tambores, en lenguaje de golpes sobre una mesa o mediante el sonido de una manguera que da vueltas en el aire y que va cortando su sonido. La bouche es una historia que se abre paso en medio de múltiples lenguajes.

Montañas ardientes que escupen fuego – Helena Girón y Manuel Delgado

Comala es un pueblo que se mueve entre la ficción y la realidad, ya que es posible encontrar sus coordenadas en cualquier mapa convencional, aunque Juan Rulfo haya creado un retrato indeleble en nuestras mentes de ese extraño espacio. La idea de un pueblo vivo (muerto) parte también de su cercanía con el volcán Colima, lo cual nos ayuda a conectar con las ideas de Montañas ardientes que escupen fuego la cual esboza una concepción de tierra como un ente de múltiples capas, donde los volcanes son licencias que se da la tierra para comunicarse con los mortales, una especie de portal ardiente que de vez en cuando recuerda que el tiempo también tiene un fin. Los 16 mm avejentados son parte del onirismo que buscan Helena Girón y Manuel Delgado. De esa forma es posible llegar a un nuevo nivel de duda, el limbo o la supuesta realidad como como un sueño, las estrías que deja la lava al ser vomitada por la tierra, ¿manifestaciones de vida o más bien estertores?

La brasileña Ha terra! es el final del camino, la tierra como observadora pasiva del rol que decide tomar cada persona, la presa o el animal, el animal que decide dejar de cazar, autos que se persiguen entre si y un hombre que en medio de la nada encuentra más nada y que para manifestarse decide recordar que aún hay un pedazo de tierra. La antropofagia donde la presa es la que sacia su apetito, la conexión entre hombre y naturaleza a partir de una inversión de roles, donde el foráneo capitalista arece tener derecho de aquello que apenas conoce. Ana Vaz se deleita persiguiendo al espectador, haciéndole dudar sobre que hace frente a esa pantalla.

El purgatorio de Rulfo une a tres obras de una forma extraña: el fantasma que busca, la tierra que se manifiesta y que observa. Cinco autores que van uniendo hilos invisibles a partir de una especie de meta geología. Todos los participantes de esta leyenda parecen no tener claro su rol. El suelo es lava. El suelo es la realidad