Por Mónica Delgado
En esta autobiografía, los admiradores de la cineasta belga Chantal Akerman encontrarán muy pocas menciones o referencias a su cine, sobre el modo en que hacía sus películas o sobre sus inspiraciones. Es un libro, como en sus escritos anteriores, marcado por lo vivencial, por sus vínculos familiares y amorosos, y por la manera de verse y mostrarse a sí misma.
En esta obra, que ha sido publicada hace poco en México, y presentada en el marco de la décima edición del Festival Internacional de Cine UNAM (Ficunam), exploramos a Akerman desde un estado íntimo que la desnuda, la dibuja vulnerable, oscilante, marcada por relación con su madre, que funciona como espejo sobre temas que algunos podrían encajar dentro del paradigma de la intimidad femenina: disquisiciones sobre la maternidad, el matrimonio, la enfermedad y la vejez. Sin embargo, más allá de estos tópicos, lo que encontramos en Mi madre ríe es un relato breve, a modo de nouvelle, donde encontramos a esta mujer madura como personaje, que vive entre New York y Bruselas, que acaba de perder a una amante y que vive atormentada ante la posible pérdida de su madre, quien acaba de sufrir un infarto. Es desde este Yo, que asistimos a diversos sucesos que asoman a modo de monólogos, o de reflexiones sueltas, libres, donde por momentos se cede el paso narrativo a la voz de la madre misma, como si en ese momento en que Akerman se deja llevar por el flujo de sus expresiones, asomara de pronto esta madre que comenta algún detalle cotidiano, como parte esencial de su ser fusionado.
Mientras leía estos párrafos y momentos plenos de ansiedad y dolor, me decía, cuánto de esto hemos podido identificar en algunos de sus films, cuánto de esta mirada sensible sobre la vida había en sus ficciones previas, en sus documentales, o si se trata de un estadio de depresión posterior, marcado por la inminente pérdida (el libro fue publicado por primera vez en 2013). En qué momento esto se transformó en tomas de pasadizos solitarios, en aquellos encuadres que cobijan a los personajes en esos espacios familiares, en esa manera de explorar a las mujeres como sujetos en ficciones sobre el deseo, en todo sentido. O cómo Chantal Akerman transformó esas imágenes en aquello que ella devela a través de párrafos, de recuerdos, de divagaciones, incluso desde algunos prejuicios. Y también percibo la capacidad mimética y creativa de Akerman, de no desnudarse totalmente a través de sus films, de transformarse para diseñar mundos opuestos, de caminatas al aire libre y en plena noche. De todas formas, asoma esta capacidad fabulosa para convertir todo ello en imágenes, imaginando sus espacios, a la madre vestida para una fiesta, a la amante que la hostiga. ¿Qué díptico se forma con No home movie o con Maniac Shadows, la instalación multicanal donde aparecen fragmentos de esta confesión de más de cien páginas?
En un par de pasajes, Chantal Akerman define el corazón de su revelación: ” (…) alguien me dijo, cuando haces peli?culas te entregas por completo. No lo sabi?a porque no me conoci?a, y sin lugar a dudas no conoci?a mi totalidad. Y cuando una peli?cula estaba terminada, es como si no hubiera hecho nada ma?s que vaho. Necesitaba hacer vaho (…)”, o cuando menciona: “Me gustaba hacer películas pero cuando los demás hababan de mi nombre y mi apellido sabía que hablaban de alguien que para ellos había hecho algo más que vaho algo así como una obra. No quería contradecirlos. Por ningún motivo. No quería decirles que era vaho asi que no decía nada”. Quizás los únicos párrafos donde habla algo de sus films, pero dónde alude a una metáfora potente y extraña para definir el cine que realiza: el vaho, ese vapor que aflora de los cuerpos calientes, esa neblina o emanación que transforma los espacios o paisajes.
En una entrevista que diera la cineasta en el contexto de la inauguración de su instalación Maniac Shadows en España, Akerman dijo sobre su vínculo materno que “la aparición de mi madre es fundamental para mí, porque es mi progenitora, por supuesto. A la vez, espero que el espectador entienda que puede ser cualquier madre: con ella hay una visualización de la ruptura, porque es un viejo mundo que se adentra en este nuevo, una figura que se adentra en la actualidad, una época que no recuerda en casi nada a la que ella vivió. Una madre es algo inmune al paso del tiempo, es resistencia y roca, y a la vez, como ser humano, envejece”. Y es que en Mi madre ríe, encontramos elementos universales sobre la figura materna y sobre esos arquetipos férreos, y también sobre la resistencia y los modos físicos de preservación de la memoria, al ser su madre una sobreviviente de un campo de concentración. Pero por otro lado, esta autobiografía va mostrando un vínculo muy fuerte, que muchas veces parece negarse o que es sometido a las reglas y variables de la depresión o el deseo de desaparecer. Un testimonio intenso desde la mente y el corazón de una de las cineastas más importantes del cine contemporáneo.
Mi madre ríe
Ma mère rit
Autora: Chantal Akerman
Traducción: Tatiana Lipkes.
Diseño: Radjarani Torres.
Publicado por editorial Mangos de Hacha
Páginas: 167
Año: 2020
ISBN: 978-607-97155-8-8
País: México
Primera edición