Por Mónica Delgado
En algunas escenas de Las razones del lobo se produce una sensación de incomodidad ante los sujetos que se observan. Por un lado, la cámara parece estar camuflada, al evitar ser identificada en sus intenciones, y como cual guardián en el centeno, permanece oculta, capturando momentos en un club de élites, desde la oportunidad de la distancia y la invisibilidad. Por otro lado, esta distancia transmite la necesidad de marcar una separación con los privilegiados, de que la cámara está allí como un invitado furtivo, de remarcar que no pertenece a ese mundo, y es desde esta posición ética, que la observación adquiere un viso examinador, como si esas personas observadas estuvieran a punto de revelarnos sus debilidades. En este sentido, este largo documental de Marta Hincapié tiene las formas de la denuncia, o de un método para hablar de una clase social y sus rutinas enajenantes en un país en estado convulso.
Las razones del lobo tiene un tono autobiográfico, ya que la voz en off de la cineasta gobierna el sentido de todo lo que vemos. Si tomamos en cuenta este plano sonoro, que materializa un permanente fuera de campo, se trata de una búsqueda entre diversos sucesos familiares, de infancia y juventud de la directora, en relación, sobre todo, a su madre, una intelectual de izquierdas que estuvo siempre en riesgo en años de violencia política en Colombia, desde la década de los ochenta. Hay un repaso emocional y toque confesional en las revelaciones y recuerdos, que pasa por secuestros y éxodos de familia, por toma de rehenes, actos de sicariatos, reyertas de narcos, asesinato de líderes políticos y un clima de horror permanente, percibidos desde la posición de una clase media y alta privilegiada. Esta narración, que va graficando diversos hechos violentos de la historia de Colombia, en tiempos de las FARC o el M-19, se va montando encima de imágenes que transcurren, sobre todo, en un club en Medellín (una suerte de Club Regatas si tratamos de hacer una comparación con el Perú).
Estas imágenes van describiendo acciones de recreación diversa dentro de una élite dentro de su arcadia, ajena a los sucesos del país, impersonal quizás, activa con sus juegos o rutinas de golf, aeróbicos, hípica o de aeromodelismo. Y esta evidencia va mostrando jerarquías y un orden que se sostiene a través del tiempo: clases de empleados, caddies, entrenadores, cocineros, meseros, al servicio 24 horas del día para gratificar a los miembros del club. Mientras Hincapié con su narración saca del solipsismo a estos vaivenes deportivos, las imágenes van confirmando aquello que perdura, y que permanece indiferente ante cualquier atisbo de cambio. Bodas, fiestas, circos, bautizos que se siguieron celebrando pese a todo.
Las razones del lobo podría formar un díptico con la también reciente Labour/Leisure (2019) de Jessica Johnson y Ryan Ermacora, donde desde un interés más antropólogico se explora una fábrica desde dentro, pero cuya peculiaridad reside en que se ubica muy cerca a un campo de recreación de lujo en el valle de Okanagan, en Canadá. Las tomas iniciales ofrecen un panorama de este derecho al esparcimiento que tienen algunos pocos, y se contrasta con todo aquello que viene luego en el film: el registro de la mecánica de una fábrica que empaqueta frutas para la exportación y que recluta a obreros latinos migrantes.
También Las razones del lobo pone en marcha un dispositivo de lo íntimo en relación a un devenir histórico particular, como pasa en sus minutos finales, con el registro frontal de la madre, la socióloga María Teresa Uribe (tópico que aparece en trabajos previos de la cineasta), quien luce atenta, y luego decepcionada, ante los resultados del plebiscito por la paz, donde ganó el rechazó al acuerdo entre el gobierno y la guerrilla. De esta manera, se plantea la confirmación de lo inmutable: quedamos una vez más sometidos ante una clase social dirigente que por años solo resguarda su propia idea de paraíso y bienestar.
Sección Visiones del conflicto
Dirección y guion: Marta Hincapié Uribe
Fotografía: Santiago Herrera Gómez
Edición: Marta Hincapié Uribe, Juan Soto
Productora: Sandelion Productions
Colombia, 2019, 70 min