Por Mónica Delgado
En estos días, desde Lima, se viene desarrollado la 4º edición del Festival Internacional de Apropiación Audiovisual (MUTA), que como cada año reúne diversas expresiones del experimental de reapropiación y de archivo. Pese al contexto adverso que vivimos por esta crisis sanitaria, los directores y programadores del festival apostaron por la continuidad, y por seguir con este emprendimiento local aún sin recursos públicos y con apoyo de sus propios integrantes o algunas entidades de cooperación internacional, lo cual ya es meritorio.
Como film de inauguración, eligieron el reciente trabajo del cineasta canadiense Mike Hoolboom, que estuvo también este año en el festival de Rotterdam, y que, podría decirse, muestra de diversas maneras una sensibilidad de nuestro tiempo en torno a las mujeres y sus modos de lucha. A través de Judy versus Capitalism, Hoolboom realiza el retrato de un tipo de feminismo, concentrado en algunos preceptos de la segunda ola, y donde quizás eso de “capitalismo” queda a la adivinación. Es decir, si bien el film es un retrato emocional e impresionista de la activista de izquierda y escritora canadiense Judy Rebick, vocera indispensable para el sostén del movimiento sobre los derechos reproductivos en ese país durante las décadas de los ochenta y noventa, esta relación del activismo inherente a una izquierda de ascendencia marxista o troskista contra el sistema neoliberal apenas se menciona o muestra. A menos, que para el cineasta, la palabra “capitalismo” sea en general, o a grosso modo, lo que asumimos como lucha interseccional contra el patriarcado, y aquí mostrada como representación idílica de una lucha que todo feminismo asume contra un sistema opresor, patriarcal y neoliberal. Claro, a excepción del feminismo liberal.
En Judy versus Capitalism, Hoolboom plantea desde el collage y el footage en Súper 8, diversas claves de una premisa fundamental para el feminismo radical de la segunda ola, “Lo personal es político”, introducido a fines de los sesenta, también por la estadounidense Carol Hanisch en su famoso libro. Hoolboom desarrolla a partir de insertos de todo tipo, este magma íntimo y emocional del interior de la misma Judy Rebick, marcado por el ritmo de su voz en off, que va desgranando, sobre todo, recuerdos de militancias y tragedias del mundo familiar. Esta inserción de lo privado es indispensable en este flujo introspectivo de imágenes que propone Hoolboom, porque van mostrando, más aún hacia el final, el calibre del impacto de un sistema ominoso de estructuras profundas en contra de las mujeres, niños y niñas, en el seno de sus propios hogares.
En la segunda parte, de las seis que conforman este retrato, Hoolboom explora también un punto capital, sobre “el cuerpo es político”, a partir de las impresiones de Rebick sobre su propio sobrepeso, en el modo de lidiar contra una exigencia social en su adolescencia y juventud, y que funciona como modo de control de lo “femenino”. Resulta de interés que se ponga “en agenda” este tópico, que entendemos que se ha incluido más porque confronta prejuicios, aunque desde los feminismos el cuerpo como espacio de disputa su ubica mejor en torno a los derechos reproductivos o como territorio de lucha contra la violencia, sin embargo, aflora en el documental una intención sobre lo estético, no desde una defensa de la libertad de verse y mirarse sino de cómo las mujeres, incluso las activistas, pueden ceder ante ese sistema de belleza y salud.
Y hacia el final del largometraje, el cineasta “revela” el asunto de las personalidades múltiples de Rebick, que de alguna manera justificaría la puesta en escena de yuxtaposiciones, de impresiones, de montaje onírico, que dan cuenta de estos diferentes puntos de vista desde la misma retratada. También Hoolboom apela a mezclar tiempos, personajes de diversa índole, paseos y acciones cotidianas, que van dando materialidad a este sentir que funciona como motor del universo de Rebick.
Aquí en esta parte, casi al final, de las personalidades múltiples, aflora, quizás sin querer, una tensión o contradicción, como si estos seres que emergen del inconsciente de Rebick, hombres como “Simon”, producto del trauma y del abuso sexual infantil, dan cuenta de estos valores patriarcarles tan profundos, inscrustrados en nuestras mentes y cuerpos, como si lo que sintió y pensó esta activista, no pudiera salir del todo de este paradigma patriarcal dominante. Definitivamente, el modo en que Hoolboom introduce este punto, como punto de quiebre y como momento revelador, aparecen como lo más logrado de este film experimental.
Si bien el Judy versus Capitalism se sostiene en una idea más convencional del documental de retrato, sostenido en la voz en off, y en la división a modo de capítulos, y de modo casi lineal (dar cuenta de un proceso desde los inicios de la vida de activista de Rebick, por ejemplo), logra dar cuenta de este mundo interior, en constante movimiento, de idas y vueltas entre presente y pasado, entre lo íntimo y lo político, entre tensiones también de ese capitalismo que percibo fuera de campo, y como aporte imspirador a los movimientos de mujeres en la actualidad.
Película de inauguración
Dirección, fotografía, edición, sonido: Mike Hoolboom
Canadá, 2020, 63 minutos