ENTREVISTA: MIKEL ZATARAIN

ENTREVISTA: MIKEL ZATARAIN

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Bajo el influjo de Branka: los cortometrajes de Mikel Zatarain

Por Mónica Delgado

El cineasta donostiarra Mikel Zatarain (España, 1983) es el autor de un universo con un lenguaje cinematográfico maduro, pese a contar en su trayectoria con un grupo de cortometrajes. Más bien, sin la promesa del largometraje a cuestas, ha sabido prolongar con sus trabajos el uso del tiempo, el fuera de campo, el paisaje como totalidad difusa, el uso del sonido como otro curso de la narración disociado del acto inmediato de ver.

En Lanbroa (España, 2011) se muestra la asociación del paisaje rural con la ensoñación de la mirada nostálgica, ante la posibilidad de que ese panorama visible de lo rural y de sus habitantes agricultores se disipe para siempre. Por eso, en los trabajos de Zatarain, hay una necesidad por preservar la tradición, romperla y volverla a forjar, como una dialéctica de la permanencia y el olvido, que también se asoma en Aztarnak (España, 2012) y en Branka (España, 2013), su más reciente trabajo y que junto a Lanbroa se pudieron ver en Lima gracias a una muestra de cortos españoles curados por Fran Gayo para Transcinema, el festival de cine de no ficción peruano.

En Aztarnak, Mikel Zatarain propone una serie de fotografías, entre 1913 y 1969, que a través del fragmento, van a mostrar también, más allá de la recomposición de una vida familiar ya perdida, un discurso de lo ético y su problemática, ya que se trata de los retratos y episodios de padres e hijos de ascendencia nazi. Una voz en off no solo va describiendo el contexto en el cual fueron registradas estas fotos de la familia Trenks en Berlín, sino que va dialogando con la necesidad de filiación pese a la ideología. El narrador está a la caza de un pasado registrado que no tiene y Aztarnak es de alguna manera una suerte de arqueología de ese sentimiento sin materialidad.

Con Branka, Zatarain consigue su trabajo más logrado. Un poema de John Donne como prólogo o epígrafe cuyo verso- Nadie es una isla completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la Tierra[1]– pareciera configurar el plano físico de este poemafilm que el cineasta construye en menos media hora. Una isla que apenas podemos identificar por la niebla, el mar donde están casi imperceptibles las embarcaciones, voces de niños mientras juegan en alguna parte, el audio de noticieros con información nefasta. Pero Branka no es la descripción de una emoción, es más bien el concepto de esa isla que pretende ser la antípoda de la totalidad de la tierra y sus habitantes, para centrarse en el fragmento, huidizo, que converge y escapa, y que Zatarain asocia a un episodio histórico importante, la fundación de la revista Branka (o algún momento primigenio), publicada en los años 60 por exiliados vascos en Bélgica y que tiene continuidad hasta hoy.

Desistfilm: Branka, Aztarnak, Lanbroa, el título de tus cortometrajes, definitivamente me invitan a descubrir un universo sonoro. No le había tomado mucha atención al euskara, y sinceramente tiene una sonoridad muy especial y que tú aprovechas de diferente manera. En Aztarnak es más evidente, ya que es el lenguaje de la necesidad sentimental del narrador. ¿Cómo es que fuiste configurando este motivo en tus trabajos?

Mikel Zatarain: Lo del idioma no me parece algo relevante, lo importante y fundamental está en la mirada y la escritura cinematográfica. Uno como cineasta intenta hacer la mejor película que pueda, con los medios que tenga, ya que el primer compromiso ético es sobre la forma cinematográfica. Aunque, evidentemente, que se hagan películas en distintos idiomas es muy enriquecedor.

El universo sonoro del euskara forma parte de mi “yo”, por lo que se me hace muy difícil valorarlo. Hace relativamente poco me di cuenta que en los títulos hay mucha erre y mucha a. Será cosa del idioma.  De hecho, el euskara al ser mi idioma materno- aprendí a hablar castellano a los diez años- puede que utilizarlo sea una manera inconsciente de querer retornar a la inocencia perdida o qué sé yo. Cada proyecto pide su forma y también su idioma. Ahora estoy trabajando en una pieza donde el título y el contenido están en castellano. Por otro lado, que el público tenga que estar leyendo subtítulos no me gusta nada.

La banda terrorista ETA y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), creada por ellos mismos, se autodenominan como un movimiento de vanguardia, como lo que va por delante, por eso mismo utilizan la palabra proa para su primera revista, que en euskara es Branka. Término relacionado con el mar y los arrantzales (pescadores). De hecho, las comarcas de donde más terroristas se han integrado a la banda son Donostialdea (San Sebastián y alrededores) y la Gran Bilbao, que se encuentran en la costa. Por eso filmo el mar y muestro la emblemática postal de Donosti de una manera nunca antes vista, una manera de salirse del eterno mismo discurso bajo las mismas formas.

Por otro lado, dentro del MLNV estaría bien saber quién es realmente el que manda, quién va por delante, si ETA o la izquierda abertzale. La proa del título también hace referencia a esto.

Para terminar Branka también suena a bronca. Cosa que viene a pelo.

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Desistfilm: Volviendo al tema de la sonoridad, creo que el cine español actual independiente, de bajo presupuesto, de gente joven, sobre todo el gallego, el catalán, el de Asturias, hay esa necesidad de que los personajes hablen en sus idiomas de origen, lo que implica un tema de revaloración de lo local y también como una suerte de manifiesto político ante el cine español más convencional. ¿Tú como concibes esta apuesta de este tipo de sonoridad?

Mikel Zatarain: Yo hago el cine que hago porque es el cine que puedo hacer prácticamente solo, sin tener que mover un equipo de doce personas y todo lo que conlleva eso en dinero, gestión, tiempo, pedir muchos favores, etc… Y también porque es un reto cinematográfico sostener un plano durante quince minutos a través del sonido y que eso tenga contenido, ritmo, emoción, intensidad… Es un reto para mí y para el espectador. Es una propuesta más entre otras, que tal vez tenga más que ver con la poesía y cierta radicalidad formal. En ningún caso se trata de un manifiesto en contra de nada, por mi parte al menos. Se trata de hacer cine con lo que tienes, como decía Roosevelt “haz lo que puedas, con lo que tengas, estés donde estés”.

Entiendo que el cine es un arma muy potente para generar imaginario colectivo e identidad nacional, cosa que no me interesa. Hoy día hay un auge de hacer cine en euskara, donde la diégesis es construida en el idioma vernáculo. Aunque una fotografía más real sería utilizar el “euskañol”, una variante del spanglish, donde el euskara y el castellano se funden en la misma frase o conversación. Comienzas a hablar en euskara y acabas en castellano, o cierta palabra te viene a la cabeza en uno de los idiomas cuando estás construyendo la frase con el otro idioma. Hubo un intento de hacer esto con 80 egunean de Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, pero a la televisión autonómica no le gustaba la idea; o blanco o negro, no existe término medio para los nacionalistas. De hecho la película Tres días con la familia de Mar Coll refleja muy bien esa realidad lingüística de Cataluña.

Por otro lado, hay directores que filman en euskara sin saber el idioma, simplemente porque es más fácil acceder a las subvenciones. Y hay que decir que el 95% de ese cine vasco-parlante o euskaldun, detrás de las cámaras, tienen un equipo técnico que ha trabajado en castellano. Los idiomas son simplemente un medio para poder comunicarnos.

Respecto a lo del cine convencional supongo que te refieres a una ficción más clásica o mainstream. Ese tipo de cine no solo se hace en Madrid, también se hace en Cataluña, País Vasco, Andalucía, Galicia… Desde ciertos ámbitos se le mira por encima del hombro, con desprecio. Tiene todo el derecho del mundo a existir, como lo tienen otro tipo de narrativas excéntricas. Dentro del cine que llamas convencional hay películas muy buenas y películas muy malas. Pero lo mismo pasa en el cine independiente u otro tipo de narrativas.

Desde hace un tiempo hay cierta visibilidad en los media generalistas de ese otro tipo de cine, que en general está más relacionado con el documental en sentido amplio. Evidentemente no he visto todas las películas, pero a veces tengo la sensación de que hay cierto autobombo y autocomplaciencia, se intenta vender la idea de que por el hecho de que son independientes o por tener otro tipo de narrativas todas las películas son buenísimas, casi obras maestras, cuando no es así. Tal vez esté pasando lo que pasó con la música hardcore en los años noventa o dos mil en torno a bandas del sello Bcore. O el rollo del cine indie americano.

Algunas que he visto sí me parecen buenísimas como Cuchillo de Palo de Renate Costa u Oírse de David Arratibel, que a pesar de ser navarro filma con una elegancia y sutilidad envidiables. Sin olvidarme de la radical Invisible de Víctor Iriarte, donde la protagonista es Mursego, la musa del nuevo cine vasco.

Dentro de ese cine más clásico A puerta fría de Xavi Puebla me parece una película grandiosa, un “saber hacer” increíble. Luego también está un tal Enrique Urbizu… Lo de estos dos es puro cine. A ver quién es el valiente que se atreva a echarles un pulso.

Por otro lado, he vibrado como nunca viendo El hombre de acero y Star Trek, En la oscuridad. El mainstream, si está bien hecho, mola y mucho. Con su lectura de Oriente contra Occidente, nacionalismos exacerbados y relectura de Identidades Asesinas de Iman Maalouf, cierta sutura del trauma del 11-S y los atentados de Londre, con diferentes capas de significado. Los americanos saben hacerlo muy bien. Cuando en Europa se intenta hacer ese tipo de cine, nos quedamos en lo meramente superficial y no se llega tan hondo como ellos.

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Desistfilm: Hablemos de Lanbroa, y de cómo pensaste este homenaje a los baserritarras (primera vez que escucho esta palabra). ¿Cómo centraste esta mirada hacia lo rural y hacia estos personajes? Leí que mencionaste la influencia de Depardon.

Mikel Zatarain: El homenaje a los baserritarras surje de manera natural. Ya que toda mi infancia y adolescencia la pasé en el caserío de mis abuelos. Al tiempo me trasladé a Barcelona para estudiar y llevaba como unos diez años sin haber vuelto al caserío. Sentía una necesidad de filmar los paisajes de la infancia. Al volver las cosas habían cambiado. Nuevas autopistas y el tren de alta velocidad han ido expropiando las tierras a los baserritarras, a precios de hace veinte años, y al tener menos espacio algunos dejan de tener vacas y, por consecuencia, deben cambiar su modo de producción.

El caserío o baserri es uno de los mayores iconos y símbolos del nacionalismo vasco. Aunque a los políticos y periodistas solo les interesa la fachada, el envoltorio, el paisajismo costumbrista y no las personas que viven dentro.

Al principio tenía una vocación más antropológica o etnográfica, de filmar los trabajos del caserío y el modo de vida. Pero lo que intentaba crear no tenía ningún interés. No terminaba de encontrar ni la mirada ni el punto de vista hasta que radicalicé el dispositivo narrativo y ahí comenzó a surgir algo interesante.

No recordaba haber citado a Depardon. Supongo que lo hice por su serie de películas tituladas Profils Paysans; donde a lo largo de los años, va visitando una misma familia de un caserío en una región de Francia. La conexión es temática, la mirada no tiene nada que ver y la forma tampoco. Depardon se basa en entrevistas donde rompe la invisibilidad del enunciador y él mismo se hace presente, toda una cuestión política, de recalcar el punto de vista subjetivo, mientras que Lanbroa es pura contemplación y escucha, sugerente eso sí. Hacia el final hay un momento de silencio para evidenciar el montaje de sonido previo y también como idea de la nada o muerte.

De un tiempo a aquí vengo pensando en cómo inscribir en el relato, sobre todo si trabajamos con elementos de la realidad, que una película es una representación y no la realidad en bruto, como algo objetivo. Idea que los mass media intentan transmitir. Recuerdo haber visto una entrevista en la televisión a una chica de unos quince años que decía no ver la televisión por que le parecía basura, que solo veía los informativos, como si fuera lo único salvable. Cuando es justo lo contrario, la basura son los informativos. Todas las cadenas con las mismas imágenes, las mismas “noticias”, el mismo orden, mismo texto… La televisión y su “monoforma” que no piensa la forma.

En  referente a lo de evidenciar la representación me gusta mucho cómo lo hace Mercedes Álvarez en El cielo gira, que comienza y termina la película con unas pinturas de Pello Azketa. Por otro lado baserri significa caserío en euskara. La terminación -arra literalmente es “el que vive en…”, entonces baserritarra viene a ser “el que vive en el caserío” o casero.

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Desistfilm: Aztarnak está trabajada a partir de una serie de fotografías del siglo pasado de una familia alemana poco convencional, es decir, luce convencional, papá, mamá, hija e hijo, como saliendo de ese mundo perfecto del pasado, sin embargo aflora la historia con su pesadilla, la filiación al nazismo, la culpa, y sin embargo el narrador intenta así fijar una correspondencia sentimental con estos seres a quienes nunca conoció. ¿Cómo fue el proceso de entablar estos diálogos entre pasado, memoria, filiación, familia, política?

Mikel Zatarain: Todos esos temas están ya en el albúm familiar, en las fotografías. Es cuestión de mirar con detenimiento, hasta que llega el momento en el que comienzas a ver. Es un proceso bonito y laborioso a la vez.

Comencé poniendo un epígrama de lo que me sugería a cada foto. A la vez que iba montando estuve leyendo diversos libros en torno a la fotografía, historia, memoria después de Auschwitz, literatura… Después de un año salió lo que salió.

Una realizadora que vió la película en Alcances me dijo que lo que ella veía en Aztarnak era un intento de búsqueda de la ética a través de la imagen. Creo que es una muy buena síntesis de la película. Yo mismo no lo podría definir mejor.

Desistfilm: Ver Branka fue una sorpresa. El plano fijo y nebuloso del inicio, remitiendo precisamente al verso de John Donne, expresaba de manera fiel la inevitabilidad de lo insular, del fragmento, de la ruptura con el todo. Me pareció una excelente metáfora para el periodo político que describes de modo sincrético. ¿Cómo nace la idea de filmar este concepto en Branka?

Mikel Zatarain: Entiendo el cine como un espejo de la realidad, donde se pueden mostrar las brechas de la sociedad, las zonas oscuras y poner al espectador mirándose a sí mismo desde una perspectiva incómoda, desde un lugar que nunca se va a mirar, ponernos en duda y que las convicciones salten por los aires.

Lo que me interesaba hacer con Branka era focalizar en el terrorismo de ETA y su apoyo social y político por parte de la Izquierda Abertzale. Ya sabemos que ETA nació bajo la dictadura de Franco, que estaba practicando un genocidio socio-cultural, pero hay que decir que el 95% de sus víctimas se dio después de la muerte del dictador. Unas 43 personas fueron asesinadas hasta 1975. Desde entonces hasta 2011, cerca de 800 víctimas.

También que ha existido el GAL, que ha habido torturas y asesinatos por parte  del Estado español, pero eso no puede utilizarse como subterfugio para matar al Otro, ni al propio.

La configuración mental de las personas que son afínes al MLNV debe ser como este pensamiento de Pascal, en forma de diálogo:

– ¿Por qué me matas en provecho tuyo? Yo no dispongo de armas.

– ¿Acaso no moras tú al otro lado del agua? Amigo mío, si morases en este lado del agua yo sería un asesino y sería injusto darte una muerte así. Pero puesto que vienes del otro lado, yo soy un valiente y eso es lo justo.

Si no cómo se explica que parte de la  juventud vasca celebre todavía sus fiestas populares al grito de ¡ETA, Mátalos! ¡ETA pim, pam, pum! como si fuera algo gracioso y rebelde. No creo que en Alemania canten ¡Heil Hitler! entre risas y cervezas.

A veces pienso que la sociedad vasca, después de tantos años de violencia, terrorismo, asesinatos y miedo enraizado hasta la médula, es una sociedad pervertida y perturbada. Donde se pone el grito en el cielo porque el chupinazo de los San Fermínes comienza veinte minutos tarde, pero el intento de justificar el asesinato y su apoyo a lo largo de treinta años, desde las propias instituciones democráticas por parte de la Izquierda Abertzale nos da igual.

Estos demócratas que dicen rechazar todas las violencias, pero que a través de sus juegos de palabras, giros lingüísticos, formalismos, representaciones y puestas en escena intentan blanquear su pasado. Cuando lo que deberían hacer es asumir su responsabilidad y culpa, hacer memoria desde el mal para poder sacar una reflexión de la historia y que esto no se vuelva a repetir, pedir perdón a la sociedad vasca y exigir a ETA que se desarme y disuelva.

Ahora mismo se les está eximiendo de todo esto con la excusa de que ese discurso llegará a la Izquierda Abertzale en el futuro y del qué pensarán y cómo reaccionarán. ¿Pero por qué habría que exigírselo dentro de unos años si ahora se les exime? De hecho en Irlanda del Norte aún siguen esperando. El momento es ahora. Si no, lo que estamos haciendo es otra transición en silencio y un cierre en falso.

Durante largos años una gran mayoría de la sociedad vasca, no sé si por razones de identidades esencialistas o cada cual intentando salvar su pellejo, hemos estado mirando a otro lado cuando ETA asesinaba a un ciudadano. Hasta hace unos diez años las víctimas de ETA no se visibilizaron públicamente. Eran una especie de parias. El tema de la niebla en Branka es una metáfora de este no ver o no querer ver, que afortunadamente, poco a poco, con el tiempo han ido cayendo los velos y la niebla a su vez desapareciendo. La duración del plano también es importante, ya que han sido treinta años de sinrazón y era una situación exasperante que parecía que nunca iba a terminar.

De todos modos este tipo de películas son más bien sugerentes y cada espectador me devuelve significados en los que nunca había pensado. Sobre todo con el final de la película donde las lecturas son muy diversas e incluso contradictorias. Es necesario hacer películas de este tema y proyectarlas en la sociedad vasca, para que la gente hable de su experiencia, de cómo lo ha vivido, con qué situación personal, etc.

Después de las proyecciones de Branka me he enterado de que amigos han tenido familiares presos de ETA, otros que sus padres estaban amenazados de muerte y tenían que convivir con guardaespaldas, otros que practicaban el atraco a mano armada para financiar a la banda. Muchos salen convulsionados después de ver la película, creo que se debe a una lucha interior entre sentimiento de pertenencia, identidad y raciocinio. Ya ETA en su III Asamblea celebrada en Baiona en 1964 decía que la liberación nacional será una lucha de masas donde no habrá no-beligerantes sino únicamente patriotas o traidores. Esta idea de o patriota o traidor la llevamos arrastrando aún estos días.

Si no se habla, la herida no va cicatrizar bien. Y que desde las instituciones y festivales de cine se intente silenciar este tipo de propuestas, porque “ahora no es el momento” me parece una falta de visión brutal. ¿Cuándo vamos a hablar? ¿Dentro de treinta años? Lo que debemos hacer es escribir diversas memorias paralelas que discuten y se vigilen entre ellas y asegurar que no puede haber excluidos. El cine es un medio perfecto para esto. Por otro lado, debemos dejar a los historiadores que hagan su trabajo y que no sean ni los políticos ni las instituciones los que escriban la historia.

A pesar de haberse estrenado en el Festival Punto de Vista y haber pasado por la Muestra de Documentales Lupa Doc en Rentería, toda una prueba de fuego, noto cierta resistencia a que se quiera programar la película en esta sociedad que refleja y que no quiere verse a sí misma. Ya me advirtió Mercedes Álvarez, después de ver Branka, que una mirada limpia y libre siempre hace daño y que es normal que haya dificultades para exhibirlo en el País Vasco.

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Desistfilm: Al ver Branka, fue inevitable pensar en James Benning (Stemple Pass), por ejemplo, porque no solo es el plano fijo que insiste en la “fijación del espectador”, sino en el trabajo del sonido, un nuevo plano sonoro que nos remite a otro espacio, un jardín de juegos para niños, y lo que provoca nuevos significados. Vi en una entrevista que estuviste en un taller de sonidos con José Luis Guerín, ¿cómo así trabajaste este tema en Branka?

Mikel Zatarain: Conocí la obra de James Benning en la retrospectiva que hicieron en el Festival Punto de Vista de Pamplona. Solo ví una película y media. No recuerdo el título, lo que sigue en mi cabeza es un plano interminable dentro de un metro de Nueva York, si no me equivoco, y los juegos de luces y sombras. Más tarde ví Ruhr en Barcelona y al salir de la proyección una amiga comentaba: “Somos los últimos espectadores de cine y viene Benning y nos gasea”. En referencia al último plano de la película, que tiene una duración de una hora y es una chimenea de una fábrica que cada 5-10 minutos expulsa humo casi llenando todo el plano con él. También pude ver Nightfall en la Berlinale. Aquí ya directamente es un único plano de hora y media. Una puesta de sol en un bosque hasta que el plano acaba en negro. Toda una experiencia, impensable verlo en el ordenador de tu casa. Respecto al sonido en esta película Benning utiliza el sonido directo. Lo que le interesa es la luz. Así como en Ruhr, con la post-producción en digital, hace que veas un cambio de luz de dos horas en una hora. En cada película juega a cosas distintas. Hace poco ví una película suya y me gustó mucho el efecto que consigue con la duración del plano, el sonido y cierta intervención. Puro humor.

Lo que intento es hacer hablar a ese paisaje, que por sí mismo dice nada, poco, o algo hasta cierto punto. La narración y la mayor parte de la dramaturgia va a través del sonido. Mientras que en la imagen juego con una idea de esencialidad y síntesis con metáforas visuales que son creadas con su relación con la banda de sonido y donde los cortes, al ser pocos, son muy significantes.

Por ello, los que legitiman el asesinato con fines políticos no pueden compartir el mismo plano con el resto de la sociedad. El plano que les corresponde es más cerrado, obtuso y donde la niebla reaparece. Es una cuestión de ética.

El poema de John Donne con el que abro la película lo descubrí gracias a Joseba Sarrionaindia, antiguo etarra fugado y en paradero desconocido, considerado como uno de los mejores escritores en euskara y crítico con el uso de la violencia desde hace muchos años. Me gusta la idea de que esté escrito en castellano, pero yo lo leo en euskara. Como una reminiscencia del franquismo que convirtió el vasco en un idioma prohibido y perseguido, que solo podía utilizarse en familia e intimidad.

El sonido es el que crea ese off visual o fuera de campo. Los diálogos del parque infantil que comentas fueron todo un hallazgo casual. Salimos a pasear con los sobrinos de Xabi, el sonidista de la película, y aprovechamos para grabar el sonido de niños y niñas jugando en los columpios, toboganes, etc. A los días, al escuchar las tomas fue toda una revelación. Ya que una madre comienza diciendo ¡Cuidado! ¡No os hagáis daño! Al rato los niños tienen un pequeño conflicto entre ellos y se escucha la dialéctica entre unos y otros. Unas niñas que llaman pequeño a uno de los niños generan el conflicto creando dos bandos separados y el consecuente enfrentamiento. También hay una cuestión de identidad y diferencia al haber una niña china en uno de los bandos. Todo esto fruto del azar y lo aprovechamos porque nos venía de perlas para ir metiendo al espectador, poco a poco, en el tema.

Más adelante se escucha un Padre Nuestro en euskara, como una despedida a las víctimas de ETA, un pequeño homenaje, y también como símbolo de reconciliación de esta sociedad dividida. Sin olvidar que la parte nacionalista de la Iglesia Católica vasca tuvo mucho que ver en la creación de ETA y su apoyo. El catolicismo ha tenido tanto peso en la sociedad vasca que incluso había terroristas que antes de matar a su víctima o poner un coche bomba, se pasaban por la iglesia para rezar.

También utilizo el silencio para que el espectador se tome su tiempo, respire y por otro lado, viva en su propia carne ese cómplice silencio vasco.


[1] Donne, John. Meditaciones. Poema XVII.