Por Mónica Delgado
Hace algunos días culminó la edición 67° del International Short Film Festival Oberhausen, que se realizó en una edición dual, cuya programación cubrió diversos cortometrajes recientes, algunos de ellos experimentales. Entre ellos, destaco el reciente trabajo Son Chant (2020) de la cineasta y curadora estadounidense Vivian Ostrovsky, quien nació en Nueva York, creció en Rio de Janeiro y que reside actualmente en París.
La obra de Ostrovsky ha estado marcada desde su posición y visión de cineasta en entornos masculinos, pero también desde su activismo para aportar a mejorar las condiciones de las mujeres en el cine y audiovisual, como la fundación a mediados de los años setenta del Ciné-Femmes International, entidad dedicada a la promoción, distribución y exhibición de películas hechas por mujeres. También en 1975, impulsó la creación del festival Femmes/Films, que incluyó un simposio internacional, gracias al apoyo de la Unesco, y que contó con la presencia de Susan Sontag, Agnès Varda, Valie Export, Chantal Akerman, Márta Mészáros o María Luisa Bemberg, entre otras. Luego de esta labor de promoción del cine de mujeres, es que Ostrovsky se lanzó a la creación de films experimentales, sobre todo en Super-8, como Top Ten Designers in Paris (1980), Copacabana Beach (1983), Eat (1988), Public Domain (1996), Telepattes (2007), But elsewhere is always better (2016) o Unsound (2019). Ya suma hasta la actualidad más de 30 cortometrajes e instalaciones. Son Chant es su más reciente trabajo.
En sus doce minutos, Ostrovsky realiza en Son Chant un homenaje a la relación cinematográfica entre la cineasta belga Chantal Akerman y la compositora y la violonchelista franco-estadounidense Sonia Wieder-Atherton. Ambas trabajaron juntas en más de veinte films, instalaciones y video performances, y este corto reaviva de alguna manera el impulso vital que aflora entre el limbo que emerge entre imágenes y sonidos. Ostrovsky ha indicado en la sinopsis del corto que “Revisando mis mini DV grabados durante la última década, redescubrí una secuencia nocturna olvidada de Chantal Akerman y Sonia Wieder-Atherton saliendo de una brasserie donde habíamos cenado juntas en Montparnasse. El extracto se quedó conmigo por un tiempo (…) Y, dado que Nueva York, París y Moscú eran lugares que las tres teníamos en común, entrelacé algunas de mis imágenes con las de sus películas”. Desde lo íntimo y amical, Ostrovsky agrega otro componente a esta relación, su mirada desde el recuerdo y ausencia de Chantal, y sobre este aspecto sonoro poco valorado.
Recuerdo que en marzo del año pasado, antes de la pandemia, en la clausura del Ficunam, en Ciudad de México, asistí a Chantal?, obra a modo de performance donde Wieder-Atherton tocaba el violonchelo, mientras el cortometraje Saute ma ville (1968) de Akerman se sobreimprimía en el escenario y un texto extraído de Une Famille à Bruxelles (1998), también obra de Akerman, era leído por un actor. De esta forma, Wieder-Atherton plasmaba a partir de tres actos y de repeticiones, que requerían un oyente y espectador paciente y atento, un tipo de invocación, a modo de mantra, desde un único corto que aparecía en loop, creando una atmósfera de insistencia y posibilidad de reencuentro. La pregunta del título de la performance, asomaba trémula, mientras las imágenes confirmaban algo que el tiempo no puede borrar.
En el corto de Ostrovsky algunos momentos de presentaciones similares de Chantal? son recuperados, para ser incluidos en este montaje que va tejiendo escenas de films tanto de Vivian como de Chantal, bajo el influjo de los arreglos de Wieder-Atherton sobre una obra de Rachmaninov. Escenas de Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles12?, Les Rendez-vous d’Anna, Toute une nuit, D’Est o Là-bas, entre otras películas, aparecen bajo el influjo del anacronismo, en una renovación del tiempo, para traer de vuelta lazos creativos, así como correspondencias, a partir de la figura creativa de la cineasta belga.
A modo de film ensayo, Ostrovsky elabora su montaje a partir de motivos, como escenas donde priman personajes en pasadizos, a través de pasos marcados y secos, escenas de bailes bajo ritmos de moda, o donde Chantal evoca las sensaciones que le despertaba las interpretaciones de Sonia, y, a partir de ello, la posición de la música en sus obras: “En un film de la palabras, el violonchelo deviene en otra voz”, se oye decir a Chantal. Y es así, que Ostrovsky va agregando otros motivos: pantallas bi o tripartitas para poner en diálogo o consonancia algunas escenas con su reflejo o mímesis musical, de analogías o metáforas provocadas por estos montajes de imágenes y sonidos (usualmente de efectos foley, lo que crea otra sensación de realidad). Y también desde su recuerdo, desde su voz en off, que va dejando impresiones puntuales sobre algunos encuentros con ambas mujeres (o sobre la noticia trágica de la muerte de Chantal).
El corto Son Chant -o Son(ia) Chant(al), como aparece en el título inicial– también incluye escenas de From the East in Music, otro proyecto de Wieder-Atherton a partir del film de Chantal, ya como ejemplo de la relación creativa simbiótica, y de la extensión de una obra a otros medios. En algún momento de este sentido corto, Sonia indica que ambas obras, la de ella y Chantal, la musical y la fílmica, se fusionaron, de que sus universos estaban entrelazados. Y es esta relación que Ostrovsky explora, con cercanía, familiaridad, de la mano de los dos personajes explorados, en estos gestos o huellas que dejan visibles en sus obras, y que sobreviven al tiempo.
Competencia internacional
Dirección: Vivian Ostrovsky
Edición: Ruti Gadish
Diseño y mezcla de sonido: Sharon Shama
Asistente de postproducción: Severine Moreau
EE.UU., 2020, 12 min