Por Mónica Delgado
Hace unos días culminó la 68º edición del Festival de Cine de Oberhausen, que contó con alrededor de 600 cortometrajes y mediometrajes de más de 70 países, 44 de ellas con visionado en algunas secciones en línea. Tras el confinamiento pandémico, el festival se sigue manteniendo como espacio de encuentro de curadores, programadores, artistas, cineastas y público en general de diversas partes del mundo, y también como termómetro de las tendencias actuales en el formato.
La inauguración marcó, una vez más, el espíritu político del evento (más aún con el fantasma Ucrania-Rusia que modela la sensibilidad actual, al menos en Europa, sí), y los rezagos económicos de la pandemia). Lars Henrik Gass, el director del festival, sostuvo en su discurso inicial que ante el retorno a la normalidad de los festivales, el contexto actual marca una situación difícil para el cine: “Creemos que el futuro de los festivales está en las estructuras híbridas. Las ferias comerciales se están dando cuenta lentamente de que también podrían desarrollar ofertas digitales; Art Düsseldorf, por ejemplo, actualmente ofrece recorridos digitales para coleccionistas”. Sin embargo, también se hizo alusión a un tipo de mercado online cultural impredecible, no siempre exitoso o atractivo, y que allí estaba el reto. Y esta apuesta de Oberhausen aparece en un limbo, el de recuperar la necesidad de las salas en la presencialidad -con algunas proyecciones en fílmico tipo performances- y el de la opción online, aunque los parámetros de selección para ambas competencias sea distinto (diferenciadas por el clásico ‘world premiere’).
Por otro lado, Lars Henrik Gass también comentó sobre el ‘stress cultural’ que se vive en la actualidad por la falta de financiamientos o por algunas modalidades concursables que crean condiciones comerciales y de marketing para los postulantes. Hizo alusión que no solo se trata de vivir pensando en cómo conseguir mantener un financiamiento estable sino de entrar a un sistema de competencia por fondos como una nueva habilidad forzada que debían tener los festivales u otras entidades que promueven el cine.
La ceremonia de inauguración también estuvo marcada por una protesta de activistas ambientalistas, quienes reclamaban al alcalde de la ciudad por la construcción de una autopista que puso en peligro la conservación de una zona de bosques, y quienes subieron al escenario al inicio del evento. Y también por las menciones en la ceremonia a la situación del conflicto entre Ucrania y Rusia, marcando distancia con aquellos festivales o muestras que habían cancelado participación de cineastas rusos. La presencia de varios films y cineastas de este país en la selección dan prueba de la apertura del festival en consonancia con un espíritu de apertura vigente año a año.
Como parte de esta apuesta inaugural política, que incluyó protestas y mensajes en defensa del cine como derecho cultural a financiar, se seleccionó a la película alemana Gypsies in Duisburg, del documentalista Rainer Komers (nacido en 1944), a quien el festival rindió homenaje a través de un foco sobre su obra. Komers, quien vive entre Berlín y Mülheim an der Ruhr, ha realizado más de 30 documentales.
Profile
Director: Rainer Komers
Alemania, 1980, 16 mm, 37 min