OBERHAUSEN FILM FESTIVAL 2020: FOCO HENRI PLAAT

OBERHAUSEN FILM FESTIVAL 2020: FOCO HENRI PLAAT

Por Mónica Delgado

En tiempos de corrección política, la obra de Henri Plaat luce perturbadora. Más allá de la búsqueda del plano y encuadres perfectos, fruto de la ascendencia pictórica del cineasta, se percibe una intención transgresora sugerente, que, a la vez, busca confrontar sentidos comunes sobre lo bello, lo grotesco, con críticas a la hipocresía social. Con el paso del tiempo sus miradas lucen atrevidas, incómodas, retadoras, en la medida que hay libertad plena en su modo de concebir la imagen y su mundo, pero también porque asoman arquetipos, paradigmas y figuras sobre la modernidad ya superados. Lo polémico surge, también, al identificar el tipo de mirada que prima en estos trabajos, que muestra fascinación al registro de niños o púberes, y una mirada de superioridad ante la diversidad cultural.

La mayoría de sus films, realizados entre los años 60 y 70, transitan entre la bitácora de viajes por territorios exotizados, a través de extrañas postales que simulan la estética de publicidad turística, y desde la dramatización de pasajes camp o queer, donde triunfa el fetichismo y toques surrealistas. Travestis que soportan fideos y cáscaras de naranja sobre sus cabezas a modo de revancha cruel, o niñas disfrazadas de adultas erotizadas que juegan con la mirada de aquel que las filma.

El artista visual holandés Henri Plaat (1936) fue un viajero contumaz, y el registro de lugares y sus gentes es una motivación central en sus trabajos, pero lo hace siempre siendo un extranjero, observando y poniendo en duda la naturaleza de los objetos y seres que capta. No se sabe a ciencia cierta si lo que ve le causa admiración o repelancia, y esta línea delgada es precisamente, en su ambivalencia, un elemento atrayente. También, en algunos cortometrajes muestra una devoción casi fanática al imaginario hollywoodense de las estrellas y glamour de los años treinta y cuarenta. Se percibe una nostalgia cuasi infantil por modas y estilos del pasado, evidente no solo en la banda sonora o en los decorados o locaciones, sino en replicar ese sentido de ingenuidad que podríamos tener al re mirar producciones de antaño.

En años años cincuenta, Henri Plaat estudió en la Academia Rietveld, para luego trabajar como diseñador topográfico. Años más tarde, estudió pintura y acuarela. Y es a partir de 1966, que comenzó a hacer cortos de ficción y diarios de viaje, con una cámara casera de 16 mm. Realizó casi cuarenta films, muy parejos e identificable.

En esta edición reciente del Festival Internacional de Cortometrajes de Oberhausen, en Alemania, se pudo ver un foco de su obra, gracias al Eye Filmmuseum de Amsterdam, institución que trabajó en la restauración de las piezas.

El programa incluyó el film The Strange but Unknown Star (1969), en el cual Plaat recrea una atmósfera glamorosa, de plumas, tules y perlas, desde la presencia de una niña disfrazada de diva del Hollywood de los años treinta. La pequeña usa una máscara,  mientras se acomoda en un sofá, actitud que brinda el toque grotesco a sus movimientos ante la cámara. Plaat agrega a estas escenas, tomas de portadas de revistas, de platos o demás memorabilia de los rostros de actrices como Marlene Dietrich o Greta Garbo, como para prodigar una pieza faltante a aquello que la niña remite con su máscara exhuberante, aguada y tosca.

La puesta en escena de Plaat remite efectivamente a esos años de afectación de las famosas, en imágenes mediadas por los medios, la prensa y el cine, y de cómo esas impresiones fabricadas para el espectador llegan, simuladas, propiciando una lectura diferente de la actriz en sus personajes, en su artificialidad. También, hay en este cortometraje un toque kitsch, pero que no es gratuito, porque si bien hay fascinación por construir un ideal de belleza desde lo grotesco o raro, entre lo bello, cómico y trágico, lo que el cineasta busca es ironizar sobre esta percepción y simulación de las estrellas del cine que producen las grandes industrias, en su deseo de relegar la realidad a este simulacro de lujo y moda.

Elementos similares aparecen en Laughter in the Rosary! (1973), donde dos niñas se disfrazan de damas de la alta sociedad, pero para caricaturizarlas desde su inocencia. Conversan sobre una cama, y posan ante el lente que las captan fingiendo ser adultas. Como contrapartida, un travesti se pasea por una habitación (en la foto que abre este artículo), para luego sentarse a leer un fragmento mientras se le lanza restos de comida. Estas dos escenas, que aparecen para completar una noción sobre el papel del espectador, que asiste en la primera parte a fortalecer mistificación voyerista, y en la segunda a destruirla, en una mofa de ribetes absurdos.

En Absürd, (1973), música de Beethoven acompaña unas lecturas en alemán, mientras atmósferas de decadencia (o lo que el cineasta considera es decadente), son mostradas de manera indistinta, donde nuevamente vemos a una niña disfrazada mirando directamente a la cámara y siendo oposición a las imágenes de pleno glamour.

En la misma vía, Fashion from New York (1980) muestra escenas de esta ciudad, mezcladas con pasajes donde personajes de travestis y drags miran a la cámara, buscando esa atracción propia de voyeur y de goce fetichista para provocar, sobre todo pensadas para un espectador masculino. Estas escenas de travestismo (que aparecen también en los cortos previos), se suman a escenas de púberes desnudos para enfatizar el foco sobre los cuerpos, tanto en esta dimensión naturalista y grotesca a la vez, como del artificio de las modas y las mímicas.

Con Spurs of Tango (1980), Plaat marca otra vía en el estilo de sus obras. Aquí, dentro de lo observacional en espacios que exotiza, lejos de su idea de modernidad y progreso. Es decir, si bien este corto busca indagar en algunos elementos de la cultura del tango arrabalera y sobre la inspiración que logra Carlos Gardel, más bien lo que plantea en este cortometraje es un diario de viaje y de impresiones tras pasar por Bogotá, Medellí, Quito, Lima, el Titikaka, Buenos Aires o Salta. El registro de estos lugares capturan realidades que asoman extrañas para el cineasta, como si buscara aquello que no encuentra en los espacios que considera modernos o desarrollados. En un trabajo anterior, Postcards (1973), Plaat reune diversas tomas de lugares de Europa del Este, Asia o África, de su gente y espacios tradicionales, para que dialoguen con planos de una mujer que mira postales y gestualiza de acuerdo a lo que ella percibe en ellos, en afirmacione o negativas de corte satírico. Y en ambos films, aparece esta intención de mostrar el color local, pero asociarlo a un estado de pobreza, abandono o para que despierte una cuota paternalista.

En Fragments of Decay (1983), el título anuncia ya una posición. Los fragmentos de esta decadencia muestran pasajes de los viajes de Plaat, desde una técnica de improvisación, acumulativa y libre, para reunir impresiones, planos fijos perfectos de lugares, que a lavez insinúan deterioro o pérdida. Con la música de fondo de Robb Van Sintemaartensdijk, estas imágenes revelan, como en Postcards o Spurs of Tango, la relación de las personas con su entorno, en una dinamismo estable, armónico, pero donde el título en sí logra que estas miradas sobre estos espacios estén tamizadas por la idea de que si esto es o no una muestra de decadencia.

El título nos podría proponer una división fuera de campo, de aquellas altas culturas que sí demostrarían progreso y modernidad, frente a estas otras “periféricas” que se muestran en estado natural,  en su diversidad y particularidades.  Es cierto que estamos ante una mirada de hace casi cuarenta años, sin embargo, esta ideología que superpone culturas sobre otras, sigue absolutamente vigente y decorada con planos hermosos y de fotografía impecable.

Luego de las bitácoras, con Second War Hats (1986), Plaat retorna al footage, al humor camp, para hacer una teatralización, a través de cabezas que lucen diversos sombreros en un contexto bélico. Y como en los anteriores cortos, Plaat propone una poética a partir de atmósferas y travestismo, desde la construcción de mundos de apariencia technicolor, de atavismos, máscaras o disfraces.

Plaat propone imágenes únicas y refinadas, desde una extraordinaria composición, donde se detecta su necesidad de experimentación con el Kodachrome, desde la intensidad de las luces y yendo al rescato de imaginarías que considera olvidadas o a punto de desaparecer, evitando la posibilidad de la adaptación, la mutación o el nacimiento de nuevas formas de vida dentro de lo que denomina como “decadente”. Una filmografía fascinante y provocadora.