OLHAR DE CINEMA 2017: A QUIET DREAM DE LU ZHANG

OLHAR DE CINEMA 2017: A QUIET DREAM DE LU ZHANG

Por Mónica Delgado

En Brasil, ya comenzó la 6° edición de Olhar de Cinema, Festival Internacional de Cine de Curitiba, un espacio que sigue manteniendo su apuesta por el cine independiente más creativo, y por recuperar obras diversas buscando a aportar a nuevas discusiones y diálogos sobre la naturaleza misma del cine. Y precisamente esta edición, que contiene varios estrenos brasileños y latinoamericanos, proyecta una nutrida muestra sobre F.W. Murnau, con diez films restaurados, piezas remasterizadas de Edward Yang, Jean Renoir, o Josef von Sternberg, lo que de por sí afirma la línea editorial del festival que entabla correspondencias entre pasado y presente como acto permanente de identificación.

En estas sesiones iniciales del festival, dividido en las muestras de cortos y largos de la competencia oficial, Novos Olhares y Outros Olhares, se pudo ver como proyección especial el film surcoreano A Quiet Dream, película número trece del coreano de ascendencia china Lu Zhang.

Podría verse A Quiet Dream como un film de slackers en Seúl, que pasan el tiempo deambulando por un suburbio de la ciudad, conversando, burlándose de sí mismos, rememorando el pasado y acompañando a una amiga de aspiraciones literarias a sobrellevar la vida. Y a partir de gags, bromas ilusas, o juegos de palabras es que Lu Zhang va soltando los componentes de una comedia singular, en la medida que construye una fábula con diversas capas en torno a la relación de Corea del Sur y su hermano del norte. Un fantasma presente y que Zhang aborda con ingenio y sutileza.

Zhang, a través de un blanco y negro cuidado, en gran formato, establece un mundo más que de relaciones entre hombres y mujeres, de seres que podrían resultar extraños, de carácter anodino haciéndole frente a la vida “normal”: un excombatiente, un epiléptico, un bipolar, que desde sus diferencias físicas o emocionales van componiendo una exploración libre sobre la interacción social, tras un trauma más grande. Y este fantasma que mencioné al inicio, está reflejado de alguna manera en el vínculo que cada personaje ha tenido con la historia con el país vecino, y que en el final Zhang dilucida de modo real, como un balde de agua fría. ¿Cuál fue el sueño?, ¿qué tipo de ensoñación hemos visto?, son algunas preguntas que Zhang permite tras dejar en claro que su comedia no solo fue un intento por retratar a un grupo de ociosos en una Seúl mortecina, sino de indagar un pasado demasiado latente.

Otro punto a favor de Zhang es haber reunido a tres cineastas en los papeles del grupo de slackers: Park Jung-bum, Yang Ik-june y Yoon Jong-bin, quienes desarrollan roles similares a los que concibieron para su actores en sus propios films. Lo que ofrece una metatextualidad local, pero que en suma, para espectadores no tan familiarizados desde la amplitud y variedad del cine surcoreano, podría ser un toque anecdótico pero no significativo, ya que el mismo diseño de los personajes rompe la idea típica de gang, y provoca más bien lecturas diversas sobre la configuración de la amistad y el amor.

A Quiet Dream es una comedia muy política a su manera (las bromas a Kim Jong-un y compañía son recurrentes), que plasma desde una mirada urbana la añoranza y la resignación ante un conflicto que pasa constantemente facturas.

Sección Exhibiciones Especiales
Director: Zhang Lu
Guión: Zhang Lu
Música: Baek Hyeon-jin
Fotografía: Jo Young-jik (B&W)
Reparto: Han Ye-Ri, Yang Ik-June, Yoon Jong-Bin, Park Jung-Bum, Lee Joo-Young
Productora: Lu Films
Corea del Sur, 2016