Por Mónica Delgado
Hema Hema: Sing Me a Song While I Wait de Khyentse Norbu Rimpoche es una experiencia visual que sorprende, en su eclecticismo, evocación del neón como preámbulo de un entorno de color extraido tal cual de las tradiciones ancestrales de Bután, en su apuesta por desarrollar desde el carnaval un espacio liminal donde todo puede pasar.
Toda la película gira en torno a una utopía, desde la incursión en una aldea ubicada en las alturas de la jungla de Bután, donde todos los habitantes viven en un proceso de aprendizaje espiritual con la única condición de usar máscaras para evitar la revelación de la identidad: “ser desconocido es poder”. Y bajo esta analogía permanente, del verse expuesto y el verse oculto, de la mímesis típica de los tiempos de libre albedrío de relatos fundacionales, de la libertad cobijada en la desaparición de la identidad es que Hema, Hema cobra una dimensión de lo mítico y legendario.
El film arranca con una inevitable evocación a Millenium Mambo de Hou Hsiao-Hsien, en el uso del neón, la música electrónica y en el seguimiento a un personaje feminino desde un travelling lateral. Luego sabremos que se establece un relato dentro de un relato, y es así el cineasta detiene el presente y nos traslada a este universo fantástico, de ritos y canciones, de la mano de un personaje masculino, que en algún momento será un puente con el presente, con lo que se va cerrando el círculo con la secuencia inicial.
Las máscaras usuales de las tradiciones butanesas son usadas aquí como elecciones de los habitantes, para mostrar una característica de su identidad. El protagonista, identificado como el “sin expresión”, debido a que su máscara no tiene los estilos animales o fantásticos de los demás compañeros en esta aldea liderada por un maestro, quien va ordenando la filosofía de vida, donde hay espacio para liberar la sexualidad e instintos básicos. Por ello el film sufrió la censura en su país debido a que transgredía los imaginarios sagrados a los cuales remiten las máscaras usadas en rituales religiosos que perduran hasta la actualidad.
Como en diversas mitologías, las máscaras remiten a dioses, y a la recreación de épicas y epopeyas con ellas (por allí sobresale un lado Akira Kurosawa). Por ello, Hema Hema está plagada de canciones, de oraciones y cánticos transcendentales, que hablan del tránsito de la vida a la muerte. Todo tiene una atmósfera de ceremonia y de rito: la llegada de “Sin expresión” al lugar, las obras teatrales de la tarde, los funerales o uniones de fraternidad. Y a es través de la iconografía del rito que el cineasta butanés aprovecha la luminosidad del color, la bestialidad de los rostros enmascarados y los cuerpos en permanente coreografia. Todo bien hasta allí. Sin embargo, el film decae notablemente por un uso de la representación de lo femenino lleno de prejuicios y que a todas luces la puesta en escena y la ideología total del film avalan, lo que empobrece lo ganado en las dos horas de metraje. Toda la visualidad ganada se pierde por la apuesta de sentidos comunes donde la mujer se trivializa y se vuelve puro objeto que mueve la trama, sin capacidad de agencia.
Sección Outros Olhares
Director: Khyentse Norbu Rimpoche
Guión: Khyentse Norbu Rimpoche
Cinematografía: Jigme Tenzing
Reparto: Tshering Dorji, Tony Leung, Zhou Xun
Productores: Pawo Choyning Dorji, Sarah Chen
Bután, 2016