Por Mónica Delgado
El estilo de filmar de Eduardo Quispe sigue intacto en 6, su más reciente largometraje: cortes abruptos en la edición, como si se tratara de romper con esa premisa del tiempo-río, a partir de hachazos que van frustrando la duración de las escenas, la participación cómplice de sus amigos/personajes, momentos carentes de diálogos confrontados por otros de verborrea que parece inútil, y sobre todo por la presencia de una ciudad vertical, de edificios, cerros y escaleras. Sin embargo, pese a la permanencia de estos motivos de estilo dentro de lo narrativo, que la hermanan con sus otros trabajos, en 6 Quispe aplica otro tipo de ruptura diferente a las que suele usar en sus trabajos (que es también otro gesto reconocible en su modo de filmar), y que es expresada a partir de su aparición como cineasta para mostrar su punto de vista sobre la creación cinematográfica, que se vuelve al fin de cuentas en el desvelamiento del artilugio o de su ficcionalización. Lo que es y parece ser. Esta necesidad de contar historias se frustra por la incursión del mismo cineasta, quién irá contando sus filias y fobias en torno al modo de producción del cine.
La película comienza con el seguimiento a una joven docente de primaria que parece vivir un calvario silencioso, ya que enseña en una escuela en los confines de la ciudad, y que vive con una artista plástica en una suerte de “loft” o taller en pleno centro de Lima. Ambas tienen el sueño de hacer una película pero el cineasta no da más pistas sobre este deseo. Luego de esta inmersión narrativa, el mismo Quispe aparece de pronto para contar por qué no pudo culminar la película, sobre la imposibilidad de hacer cine en el Perú, la poca fortuna para conseguir recursos, o incluso sobre la entrada y salida de sus actrices/amigas en el proyecto, debido a que ya no tienen tiempo o condiciones para seguir participando. Y luego de esta revelación, Quispe va insertando escenas de rodajes fallidos, de conversaciones con críticos de cine, o su voz en off contando sobre reuniones poco exitosas con productoras, por ejemplo. Pero también agrega una secuencia en el contexto de la marcha del 5 de abril de este año, o un monólogo donde va expresando sus puntos de vista sobre un deber ser del cine.
Estructurada como puesta en escena en abismo, y que Quispe va hilvanando desde el barroquismo del espacio del taller de arte, 6 va a ir encerrando físicamente/interiormente al cineasta personaje en su propia convicción, hasta dejarlo solitario ante la cámara con el transcurrir del metraje, hasta verlo defender su apuesta por lograr y mantener un cine distinto como si se tratara de un acto heroico que nadie va a recompensar. El estado del cine peruano, la crisis de la crítica, la pobreza estética, el auge de lo televisivo, el caótico modo de producción aplastado por la omnipresencia hollywoodense y sus mecanismos ideológicos son explicados de manera reiterativa – o quizás innecesaria- y quizás esta apuesta por el testimonio, y que roza con las motivaciones del documental de parte por ejemplo, haga perder el sentido mismo del cine que se quiere replicar (al que podríamos llamar un cine de guerrilla) y del cual se termina alejando. Con su testimonio ante la cámara, como si se tratara de un mockumentary también, Quispe dispara contra el cine de Hollywood, contra el cine publicitario, contra El Nacimiento de una Nación, mientras Travis Bickle se deja contemplar en un afiche de la ganadora del Oscar que pocos no admiran. Así, 6 logra convertirse por momentos en el registro de esta paradoja discursiva.
Teniendo como padres ideológicos a Jean-Luc Godard y Pedro Costa, Quispe inserta el dispositivo documental para “politizar” su film. A diferencia de 4 o 5, sus anteriores largos, que se detienen en fijaciones de índole amorosa, en 6 la motivación es sobre la naturaleza de la creación y de la frustración de su impulso. Sin embargo, los cien minutos de 6 van revelando que a pesar de las difíciles condiciones para hacer este tipo de cine en el país, asoma otro tipo de paradoja: el cine o la película al final de cuentas existe. Lo que parece un film fantasma termina asumiendo su materialidad: un cine solitario, fragmentado, solipsista, que no teme ser “sordo”, para mencionar la metáfora que usa Joanna Lombardi en Solos para hablar de ese desfase entre el cine independiente y el gusto mainstream de los espectadores. Quispe logra realizar su film, y con él afirmar que a pesar de las trabas la intención de hacer cine en el Perú no desfallece. Así Quispe cierra un periodo de su cine, y lo hace desde el pesimismo confeso, la marca de 6.
Dirección: Eduardo Quispe Alarcón
Dirección de Fotografía: Jim Marcelo Santiago, Eduardo Quispe Alarcón.
Producción: Eduardo Quispe Alarcón, Jim Marcelo Santiago, Grecia Aguinaga Zanabria, Ana Balcázar Bartra.
Guión: Eduardo Quispe Alarcón
Camarógrafos: Jim Marcelo Santiago, Eduardo Quispe Alarcón, Grecia Aguinaga Zanabria, Jech.
Intérpretes: Ana Balcázar Bartra, Melina Paredes Cunya, Grecia Aguinaga Zanabria, Eduardo Quispe Alarcón, Jim Marcelo Santiago.
Música: Percy Aleksander (en vivo).
Con el apoyo de: TV Cultura, Luis Ramos, Colectivo “Los Salvajes”, Elisa Quispe, Fernando Duran Cabello, Gabriela Prado, Mario Castro, Farid Rodriguez, Saida Legua Sánchez.
País: Perú
Año: 2016 Duración: 98 minutos