Por Mónica Delgado
La premisa de la peruana Algo se debe romper es sencilla. Una broma que termina desbordándose en redes sociales. La cultura de los memes y los gifs adquiere otra dimensión estética y de lo íntimo bajo el ojo del joven cineasta Enrique Méndez.
Antes de entrar a describir cómo se ubica Algo se debe romper (2015) en el contexto del reciente cine peruano, habría que mencionar trabajos donde las redes sociales modulan la puesta en escena, subvierten la mirada misma de la cámara canónica de planos/ contra planos, movimientos de cámaras diversos, para ir poco a poco asimilando nuevos modismos de lo lúdico o modos de verse visto y aceptado entre los adolescentes y jóvenes. Por ejemplo, en el film de terror Unfriended (2014), Levan Gabriadze asume el punto de vista del usuario de Skype para lograr el efecto de simultaneidad y para entrar de lleno en una historia de fantasmas. Una película sostenida casi totalmente mediante los recursos del Youtube, videos en streaming, los chats, los emoticones, dentro de lo que se viene llamando como “desktop film”. Algo de eso hay en Open Windows de Nacho Vigalondo, por ejemplo. La cámara es transformada en este montaje hacia los adentros, que descomponen en fragmentos esa totalidad de la pantalla, pero desde la mirada del usuario.
En esta misma vía se ubica Noah (2013) de Walter Woodman and Patrick Cederberg, cuyos 17 minutos están concentrados en la pantalla y movimientos dentro de ella gracias al curso del mouse, afirmándose este montaje “desde dentro” (como los que usan los que generan tutoriales, donde la flecha del mouse va deambulando y guiando aquello que debemos ver).
Enrique Méndez aprovecha este tipo de puesta en escena desde el montaje o descomposición de las imágenes desde dentro de la pantalla, para indagar en las relaciones de un grupo de jóvenes tras la subida de una foto de un joven en embriaguez, que se va volviendo ciberbullying inocuo pero que va adquiriendo incluso una dimensión simbólica.
Dentro del contexto peruano, Algo se debe romper persigue algunas motivaciones de Videofilia y otros síndromes virales de Juan Daniel Molero, en esa permeabilidad de lo metatextual y apropiación de los memes y gifs en la vida de los cibernautas. Ya que ante todo se trata de cibernautas y ya no de “personas”, de consumidores natos de las redes sociales que solo permiten una lectura de lo social y lo amical desde esta perspectiva que todo lo resignifica. Pero la comparación se termina allí, porque Algo se debe romperapuesta más bien por insuflar una crítica a ese tipo de relecturas de lo social en el estallido final, que prodiga a la historia de un deseo del “deber ser” de las redes sociales: la de construir una identidad que eleve y afirme una nueva autoestima.
Algo se debe romper arranca con un plano fijo largo, a modo de opening, en el que se busca captar detalles y diálogos desde la observación. Luego esta limitación del movimiento, de la seguidilla de planos fijos, de ver al protagonista salir, entrar, permanecer en su habitación, cede al influjo de la pantalla de computadora (aquí ya suelto en movimiento total dentro de este montaje desde dentro), donde veremos carpetas de memes, fragmentos de algunos pornos, likes, juegos tipo “Matemos a las Kardashian”, followers, y chats o post en Facebook sazonados con humor de color local, y harto guiño a la sensibilidad “meme”.
Sin embargo, pareciera que este ciberbullying nos revelara a un personaje oscuro, que le gusta los animes, que escucha punk y que tras el asombro cede el paso a la depresión que le ayuda a estallar y replantear “ese algo que se debe romper”. Este tránsito del letargo de lo cotidiano tras la resaca frente al ritmo del mouse en la computadora refleja esta psique en oscilación, y quizás es lo que mejor registra Méndez, pero que por momentos dilata y abruma.
Con una producción de muy bajo presupuesto, rodada en digital, con amigos y en locaciones familiares y vecinas, Enrique Méndez logra en sus 63 minutos -que bien pudieron ser mucho menos, como para un cortometraje- una obra con muy pocos elementos que ayudan a crear un retrato único de una generación a partir de este protagonista que estalla, en medio de memes y de gifs de pura referencia pop. De todas formas, resulta una propuesta diferente dentro del panorama joven y local de cine, en esa necesidad por abordar las nuevas subjetividades surgidas desde el poder de las redes sociales y las alienaciones de su influjo total, bajo un espíritu under y marginal.
Director: Enrique Méndez
Guión: Enrique Méndez
Música: Los Bacantes, El Terrible y los Mongoloides
Fotografía: Hamer Valladares
Reparto: Will Junco, César Pingo Muñoz, Miguel Mora, Leonidas Takahama
Productora: Irreverentes Films
País: Perú
Año: 2015
Fue presentado en Lima Independiente y Transcinema.