Por Mónica Delgado
Beyond the hills comienza con un reencuentro y con la necesidad de una confirmación. En la estación de trenes, una mujer llora mientras otra la consuela en abrazos: «Detente, nos están mirando», dice Voichita, de espaldas, vestida con ropas negras y largas, casi de luto ante el rostro lloroso de Alina, que aún sigue aferrada a ella, frenando así su alegría. Es así, desde el inicio que Cristian Mungiu traza la línea entre la contención y la libertad, en este tipo de detalles, para contar la historia de amor frustrado entre estas dos mujeres huérfanas y ahora ya adultas, y dentro del contexto de un monasterio de religiosas ortodoxas en plena Rumania del siglo XXI.
Voichita (Cosmina Stratan) vive en esta nueva familia de monjas liderada por un sacerdote, y donde recibe la visita de Alina (Cristina Flutur), quien está de paso y que vive en Alemania. Alina piensa recobrar el amor adolescente de Voichita, sin embargo, dentro de este claustro de amor a Dios, ya no hay posibilidad. Y en esta nueva revelación es que Mungiu va a construir el escenario para la desesperación, la represión y la semántica religiosa para describir exorcismos, gracias y resurrecciones, con un ojo fijo en reacciones y cuerpos, que son delimitados en recursos de espacios cerrados y luz o su ausencia.
Como aquellos personajes del cine que recuerdo por su histeria, Alina toma el ejercicio de lo pasional como un acto de euforia e histeria. Sentir el rechazo de Voichita la vuelve un ser salvaje, que solo puede controlar la sedación. Y así Alina recobra el espíritu terco de una Adele H, o de otras antiheroínas encarnadas por Isabelle Adjani, en su locura y fijación. El cuerpo de Alina se quiebra, grita lo que no puede decir, y es así que es este juego de símbolos religiosos que Mungiu la pone a prueba, incluso siendo atada a una cruz de madera para evitar el deterioro.
Como en el cine de Bresson, Mungiu coloca a un personaje para ser la prueba hacia el estado de gracia, como Mouchette o el burro de Al azar Baltazar, donde una serie de sucesos van a ir acorralando, minimizando, hasta llevarlo hasta los territorios de la muerte. La gracia no está cerca de Voichita, no hay acto que ella pueda cambiar con rezos o deseos de milagro. El espíritu iracundo de Alina está a la espera de la revelación del amor, y es así que Mungiu nos hace imaginar una resurrección en medio de la oscuridad, para luego confrontarlo hacia aquello que escapa a lo divino: la realidad.
Beyond the hills (Rumania, 2012) confirma la destreza de Mungiu para la construcción de personajes femeninos desde los extremos, como en 4 meses, 3 semanas y 2 días, donde dos mujeres pasaban a ser protagonistas en un sistema del aborto clandestino en un entorno totalitario, y que aquí, en este reciente filme, dos mujeres también son confrontadas en lo sentimental, bajo el yugo del pecado y del miedo a la soledad. Como dice Voichita, «el amor de Dios permanecerá, es lo único que existe». Mungiu hace de esa amor lo más volatil, y donde lo humano se vuelve eterno.
Dirección: Cristian Mungiu
Producción: Cristian Mungiu, Pascal Caucheteux, Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Vincent Maraval, Bobby P?unescu, Grégoire Sorlat, Tudor Reu
Guión: Cristian Mungiu, Tatiana Niculescu Bran
Cinematografía: Oleg Mutu
Cast: Cosmina Stratan, Cristina Flutur, Valeriu Andriuta, Dana Tapalaga, Catalina Harabagiu, Gina Tandura, Vica Agache, Nora Covali, Dionisie Vitcu, Ionut Ghinea, Liliana Mocanu, Doru Ana
Rumania
2012