Por José Sarmiento Hinojosa
El reino natural como metáfora, o la presencia de la narración verbal como una suerte de proposición de primeros principios, es algo siempre presente en el trabajo de la argentina/británica Jessica Sarah Rinland, y Black Pond (2018) expande estas nociones manifestando su presencia en un tierra común en el sur de Inglaterra, acompañándose de nuevo de expertos –como lo haría con biólogos marinos en el pasado -, en este caso, miembros de la Sociedad de Historia Natural, quienes ocupan la tierra y estudian la fauna y flora local. El lenguaje como narración ficción, antropología; esta construcción que encompasa el poder de la palabra escrita y hablada y el poder de las imágenes, diálogos brillantes e infinitos que dan luz a un voz única en el cine experimental, una luz análoga a los primeros momentos de Black Pond, el descubrimiento en la oscuridad, de un batracio que habita aguas turbias. La visibilidad, significante y significado, una comunión con la tierra y su reino natural, y una conexión con la humanidad es todo parte de este gran lienzo en el que Rinland imprime sus ideas. Es entomología, zoología, dendrología, botánica, antropología, lingüística, y más aún, es todo esto y nada de esto.
La paciente actividad de medición, recolección, análisis, el cohabitar con el mundo natural de este grupo de gente parecer ser un impulso vital impulsado por la necesidad de documentación, de grabar este momento particular en la existencia del planeta, en notas cuidadosamente escritas, libros de flores, mapas, cintas de medición y tubos de ensayo. Es un trabajo comunal de tratar de obtener una instantánea de una era en particular, en una tierra en particular donde la naturaleza es libre de morar por su propia voluntad. La humanidad está en simbiosis con su entorno, y las alas abiertas de una polilla descansan en la mano abierta del investigador, como si su cuerpo fuera una extensión del paisaje, otro árbol cortado, u otra roca, quizá. Este esfuerzo común es un testimonio, pero combinado con la narración oral del filme, se convierte en una estrategia doble que Rinland había perseguido ya en distintos cortos como Y Berá: Aguas de Luz (2016), donde el lenguaje es también el protagonista del film en sí mismo, representando su condición de documental en 16mm hacia una pieza distinta de imagen en movimiento similar a una metáfora en pulsión, una manifestación del soporte matérico del celuloide, un llamado a las armas en alguna forma, la necesidad de oir con nuestros propios ojos para alcanzar un entendimiento más profundo.
Notable en sus 42 minutos de duración, Black Pond cimienta la posición de Rinland como una narradora visual de esta magnífica odisea que es el mundo natural, y la intervención del hombre en sus tradiciones orales y presencia física para formar una nueva y única criatura.
Directora: Jessica Sarah Rinland
16mm transfer digital a film, fotogramas de 35mm, Archivo
Reino Unido
42 minutos