PANORAMA: CORSARIO DE RAÚL PERRONE

PANORAMA: CORSARIO DE RAÚL PERRONE

Por José Sarmiento Hinojosa

Pasolini en Ituzaingó

Mis amantes no pertenecen a las clases ricas,
son obreros de barrio o peones de campo;
nada afectados, sus quince o sus veinte años
traslucen a menudo fuerza brutal y tosquedad.
Me gusta verlos en ropa de trabajo, delantal o camisa.
No huelen a rosas, pero florecen de salud pura y simple.
Torpes de movimientos, caminan sin embargo
de prisa, con juvenil y grave elasticidad. 
– Paul Verlaine

Así como en Ragazzi (2014), donde Perrone narra el último día de Pasolini desde el punto de vista de su agresor, hay en Corsario una intención del alumbramiento poético/narrativo desde la perspectiva del cuerpo/intención/gesto/presencia de jóvenes adolescentes. Esta pulsión primaria, sombra de miradas, rebelión interna, es el artefacto desde el cual Perrone coloca su primer engranaje, intención que se reconoce desde temprano en su filmografía y que alcanza su cúspide en la monumental P3ND3J05 (2013). En Corsario, es la manifestación del deseo en Pasolini, gravitando por las calles de Ituzaingó, acompañándose de la presencia de estos jóvenes cuerpos, como si la desmaterialización del sexo en sus unidades de deseo platónicas fuera el auténtico combustible del autor italiano.

Hay un riesgo primario en graficar a Pasolini en estas aventuras o meditaciones sobre el deseo sobre la juventud; una delicada matriz que amenaza romperse bajo el peso de lo no admitido, como el Aschenbach de Morte a Venezia (1971). Sin embargo, el filme de Perrone escapa la culpa del deseo y la posterior peste, en un pequeño poema fílmico (en metraje mas no en poesía) que es una celebración de la vitalidad del eros del cineasta italiano. Perrone está en su modo más etéreo en Corsario, con una narrativa sumergida bajo la retina del autor, recitando líneas sobre sus jóvenes amantes, con súbitos destellos de color, primeros planos de flores “Caldinescas”: un film a la deriva de sus propios delirios. Corsario es un filme de afirmaciones, no culpas. Como Longino, Perrone se debe a lo sublime.

Por otro lado, los jóvenes en Corsario no son distintos a los jóvenes en otros filmes de Perrone. Al parecer, esta marcada frescura con la que el argentino filma a sus personajes viene de la admiración, respeto, fascinación por el sujeto, por la energía marcada de la edad, – con la que imagino comparte experiencias e intensidad en sus distintos talleres de cine. Perrone es un cineasta entregado a la juventud, y ello queda marcado en filmes como Las Pibas (2012), Ragazzi, P3ND3J05 y hoy en Corsario. Perrone no enaltece a la juventud; la representa en toda su imperfección, en su impaciencia y transgresión, en ese modo de ver la vida que fusiona el cinismo con la esperanza. Los jóvenes adolescentes de Perrone son los jóvenes de Ituzaingó, pero también todos los jóvenes del mundo.

Hay que agradecerle al Perro el haberse entregado a sus instintos en los últimos cinco años, con una integridad intransigente y una política del “menos es más” que nos entregan estas obras independientes pero inmensas, ajenas a la tecnología que las registra y más interesadas en integrarse como respuesta y homenaje al cine que Perrone ama: desde Samurais hasta skaters, el universo Perrone crece sin límites, ciertamente alcanzando la locura, que es la última manifestación de la verdad.

Director: Raúl Perrone
Guión: Raúl Perrone
Fotografía: Jorge Laplace, Raúl Perrone, Lara Seijas (B&W)
Reparto: Martin Bermello, Alejandro Ricagno, Nicolas Ruiz
Argentina
67 min
2018