Por Mónica Delgado
Mientras en sus anteriores trabajos, Lois Patiño se detenía en planos fijos para mostrar aquello que se transforma en la naturaleza, poderosa, donde apenas lo humano asoma en su pequeñez o simplemente como acompañante o testigo pasajero de esos cambios, en su primer largometraje Costa da Morte, dentro de ese gobierno del paisaje en grandes panorámicos, los testimonios de los habitantes cobran una dimensión paralela a la contemplación.
La costa de la muerte, creadora de naufragios y de sus historias, como ente mítico del mar finito, en el límite de Finisterre, del fin de la tierra, posee aquí el espíritu modelador de las almas de los pueblerinos, de sus temores, de su cotidianeidad, de su simple trabajo, cerca a estas aguas tormentosas, pero también apaciguadoras. Patiño no escapa ni un solo momento a esa necesidad del paisaje para contemplar, hasta lograr la abstracción (como sucede en Montaña en sombra o en su serie de los Paisajes) y que aterriza a partir de los recuerdos o simples diálogos sobre el vivir cerca a estas tierras de confines. Y es cuando asoma una interrogante: ¿cómo es que se ha ido ganando a esta costa de muerte? Un faro, eterno guía, pescadores en plena faena, bañistas en tiempo libre, deportistas, turistas, familias en día de campo, o las celebraciones del pueblo en torno al ganado, se muestran como matiz de la interacción imposible entre la inmensidad, la onmipresencia de las rocas y montañas.
Patiño propone al paisaje no solo como una experiencia «pictórica», inmóvil, sino que al colocar en primer plano sonoro, las voces de esos personajes a quienes nunca vemos el rostro, sino apenas siluetas en medio de ese gran Todo, este espacio se alía a una búsqueda de identidad, a una cultura en transformación constante. No es casual que los personajes más llamativos sean los adultos que conservan relatos de tradición, leyendas, o recuerdos familiares, mientras se les ve inmersos en plena playa o pescando entre peñascos.
La mediación entre la mirada del espectador de ese paisaje frente a lo incomprensible permite también una nueva lectura de lo emotivo, el paisaje contemplado como invitación a lo inverosímil, monstruoso, mítico: la sublimación o expectación. La visión de la inmensidad de la naturaleza como ideal romántico.
La costa como arcadia, el lugar de origen, sinuoso entre dos aspectos, el de la tranquilidad, pero también el de la provocación y el peligro (como la escena del incendio). El mar como disolución pero también como espacio original, de vida, frente a la tierra, entorno de los hombres.Y Patiño provoca una mirada en esta geografía que construye con cada plano, y por ende, un estado de ánimo.
En Costa da Morte (España, 2013), Patiño prolonga el estilo de sus anteriores trabajos, pero aquí al componer esta relación entre espacio, naturaleza y hombre, con más énfasis, retrata una Galicia vital, bajo un ojo que busca preservar ante la transformación.
Largometraje documental experimental
HD / 16:9 / color /
Tiempo: 83 minutos
Año: 2013
País: España