Por Mónica Delgado
En la maravillosa Ne croyez surtout pas que je hurle (Just Don’t Think I’ll Scream o No creas que voy a gritar), el francés Frank Beauvais va a la caza de aquello que nos parece imperceptible en los films. Recupera aquellos momentos que no nos parecen quizás significativos en la lógica narrativa de las películas, ya que no hay casi rostros ni tomas emblemáticas. Planos que observan adornos en algún librero o mesa, tomas de pasos, de ruedas o flores, manos que tocan de manera rápida, o algún detalle demasiado arbitrario como para tomarlo en cuenta. Pero, bajo la mirada de Beauvais, todos estos instantes se vuelven extraordinarios, únicos, a pesar que son extraídos de más de cuatrocientas películas. Hechos de lo cotidiano que se vuelven inesperadamente nuevos, reavivados, extraños en este “segundo uso”.
El cineasta, quien cuenta a lo largo del film pasajes íntimos para superar una depresión amorosa en algún lugar de Alsacia, utiliza la técnica del footage para recuperar fragmentos muy puntuales de diversos films, y que a la hora de los créditos reconocemos bajo la autoría de cineastas de todo calibre: Angela Schanelec, Eli Roth, Martin Scorsese, Leni Riefenstahl, Nicholas Winding Refn, Lucio Fulci, Stuart Gordon, King Vidor, Bertrand Bonello, Vittorio de Sica o John Carpenter. Cientos de imágenes que vuelven a la vida, pero para dar cuenta de sucesos que el cineasta va narrando, desde su estadía en un pueblo rural, hasta las reflexiones sobre su padre, o sobre su propia cinefilia como acto de supervivencia.
El filme de Beauvais parece parafrasear el título de un largometraje del alemán Frank Vogel, Denk bloß nicht, ich heule (No creas que voy a llorar), de 1965. Es más, el cineasta francés utiliza algún plano de este film de la época de la RDA, y que tiene como protagonista a un adolescente desclasado de influjo protopunk. Pero más allá de eso, Beauvais se va desnudando por completo en su decepción, pesimismo y búsqueda de memoria. Porque ante todo, Just Don’t Think I’ll Scream es una materialización de la memoria, de su memoria, plagada de fragmentos, a partir de un montaje que logra unir dos planos que podrían repelerse, o atraerse monstruosamente, para lograr una oda particular sobre la desazón y la posibilidad del cine como una real memoria personal. ¿Qué es acaso el cine con el paso del tiempo sino una memoria que suple nuestros propios recuerdos? Por ello, para un cinéfilo, el impácto de Just Don’t Think I’ll Scream es doble. Hay una certeza implacable que compartimos con el cineasta, en su afán de reconstruir una vida y cuestionarla, o amarla, a partir de esta recomposición visual desde imágenes que idearon otros, trazando un nuevo imaginario para una memoria que quizás queremos reconstruir y, sobre todo, remontar (reeditar). Sin duda, una de las mejores películas que nos dejó el 2019.
Dirección y guion: Frank Beauvais
Productora: Les Films du Bélier, Les Films Hatari, Le Studio Orlando, CNC, Région Grand Est, Strasbourg Métropole, Ciné+
Francia, 2019, 75 min