Por Nicolás Carrasco
En una de las primeras escenas de Ming of Harlem, una reportera le pregunta a Antoine Yates la razón por la que convivió por varios años con un tigre de Bengala y con un cocodrilo de dos metros. Su respuesta: “Love, baby. Love”. Amor es lo que siente este neoyorquino por sus compañeros de departamento Ming, el tigre, y Al, el cocodrilo. Jugando entre la ficción y el documental, y mediante distintos registros, Phillip Warnell reconstruye la historia de Yates y de sus dos “mascotas”, quienes cohabitaron el departamento en Harlem por varios años hasta el 2003, cuando el tigre Ming atacó a su dueño, casi quitándole la vida.
La película cambia de registro todo el tiempo, intercalando archivos periodísticos de los hechos (noticieros y programas de entrevistas) con recuerdos de Yates, narrados mediante su voz en off o mientras este recorre su antiguo barrio en un taxi, a la manera de un reportaje retrospectivo. En la segunda parte del film, cuando los hechos pasados ya han sido descritos, el registro cambia esta vez a una invocación poética de Ming y de Al, a través de largos planos de los animales que (re)imaginan las circunstancias de lo salvaje dentro del departamento. Hasta qué punto se trata de los mismos animales o del departamento original de Yates no está claro. Esta secuencia, acompañada por un texto del filosofo francés Jean-Luc Nancy, reflexiona de manera poética sobre las relaciones entre humanos y animales. Warnell pareciera querer evocar los recuerdos y anhelos de su protagonista, separado de sus compañeros de cuarto. Al quitarle a sus animales, nos quisiera decir, Antoine se perdió a si mismo.
Director: Phillip Warnell
Guión: Jean-Luc Nancy
Fotografía: David Raedeker
Sonido: Emmet O’Donnell
Editores: Phillip Warnell and Chiara Armentano
Reparto: Antoine Yates, Ming and Al
EEUU, 2014