PANORAMA: O PROCESSO DE MARÍA AUGUSTA RAMOS

PANORAMA: O PROCESSO DE MARÍA AUGUSTA RAMOS

Por Pablo Gamba

El impeachment que llevó a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff por el Senado en Brasil, el 31 de agosto de 2016, es relatado en O Processo. El documental, dirigido por Maria Augusta Ramos, fue estrenado este año en la sección Panorama de la Berlinale, y ha estado después en Visions du Réel, Hot Docs y Documenta Madrid, entre otros festivales internacionales.

La modalidad de representación de los hechos relatados es observacional. La película, por tanto, tiene como principal atractivo el poder darle al espectador la sensación de ser testigo de los entretelones de un acontecimiento histórico.

Sin embargo, en América Latina no existe una confianza en las instituciones  como la que hay en Estados Unidos, y que es la base de la certeza –ingenua quizás– de que una película puede mostrar cómo funciona la democracia. Eso es lo que da credibilidad, por ejemplo, a clásicos del cine directo como Primary (1960) de Robert Drew, sobre las primarias demócratas de Wisconsin en las que John F. Kennedy derrotó a Hubert Humphrey, o The War Room (1993), sobre el comando de campaña de Bill Clinton en las primarias y las elecciones que lo llevaron por primera vez a la presidencia.

O Processo se desarrolla en las instituciones políticas de una sociedad subdesarrollada, en la que no resulta verosímil que los conflictos puedan canalizarse de esa manera. Tratándose de un país como Brasil, parece natural la hipótesis de que el impeachment no pudo ser sino el entramado que dio apariencia legal a un golpe de Estado, no militar sino del Poder Legislativo.

Desde esta perspectiva, los argumentos de la parte acusadora no pueden tener otro fin que sostener un simulacro. El Congreso viene a ser como la caverna de Platón, en la que el juego de sombras que era para el filósofo la apariencia engañosa de las cosas desvía la mente de la verdad. Lo que pueden captar allí las cámaras es el despliegue absurdo de una mentira. Por eso el título hace referencia a la novela de Kafka, traída a colación por uno de los personajes.

El intento de desenmascarar esa mentira consiste en mostrar los indicios que permiten inferir, como verdad, un relato en el que los adversarios de la mandataria representan la misma reacción conservadora que llevó a la dictadura militar que se extendió de 1964 a 1985. El Partido de los Trabajadores de Rousseff y de Lula da Silva viene a ser, a su vez, continuador de quienes han expresado los intereses populares en Brasil, de Getúlio Vargas en adelante.

Puesto que lo que se ve y se escucha es falso, mientras que lo presentado como verdad se infiere de unos pocos indicios, lo más revelador de la observación en O Processo tiene que estar en otra parte. Es la relación entre la utopía desarrollista desplegada en la arquitectura de la sede del Parlamento, en Brasilia, y lo disfuncional que resulta el impeachment, en el film, con relación al ideal de una política auténticamente deliberativa y al servicio de los ciudadanos.

También llama la atención, en este sentido, la ironía de los enfrentamientos entre manifestantes y policías en un engramado cercano al Congreso, con aspecto de cancha. Es algo que pone de relieve la inutilidad de la protesta en esa democracia, por involuntaria analogía del espectáculo con un evento deportivo.

La modalidad observacional, sin embargo, resulta ineficaz para dar cuenta de los detalles del proceso kafkiano. La cineasta trata de resolver eso insertando testimonios que ayudan a explicar algunas cosas, además de los textos con información contextualizadora que puntúan el relato. Lo hace a través de una supuesta entrevista radial a un personaje e intervenciones en las discusiones de la defensa, como si fueran espontáneas. Pero en un documental de este tipo, por el parecido de lo que se ve con la ficción, cosas como esas no dejan de tener aspecto de actuación. Además, no terminan de despejar dudas que plantea la defensa de Rousseff, más allá del problema de la legitimidad de la destitución.

¿Por qué no fueron utilizados otros recursos para aclarar bien la cuestión de los decretos y las “pedaleadas” fiscales, por los que se acusó al gobierno de disfrazar contablemente un gasto que excedía lo legalmente permitido? Una posible respuesta es que fue para no salirse de una modalidad de documentalismo que goza de aceptación por su aparente objetividad. Pero mantener la confusión también puede haber sido funcional para que la narrativa del enfrentamiento entre progreso y reacción parezca lo único que queda claro.

Lo segundo podría resultar políticamente más útil, por lo que tiene de propaganda del Partido de los Trabajadores. O al menos podría servir de falso consuelo: “Nos volvieron a derrotar, pero estamos del lado correcto de la historia”. Sin embargo, hay un problema crucial que es evadido de esa manera, y es la relación entre las políticas “redistributivas”, que llevaron a la expansión del gasto, y la pérdida de conexión con los movimientos sociales, que también es traída a colación como factor de la crisis del gobierno del PT por uno de los personajes del documental. Con esa “redistribución” se habría logrado conseguir votos, pero no una democracia política y social a prueba de golpes.

Dirección: Maria Augusta Ramos
Producción: Leonardo Mecchi
Fotografía: David Alves Mattos, Alan Schvarsberg
Montaje: Karen Akerman
Sonido: Marta Lopes
Brasil, 2018